En primer plano aparece una mujer. Es Lea Zajac de Novera, tiene 87 años y nació en un pueblo cercano a Bialystok, en Polonia. Habla un castellano fluido pero con acento fuerte, el que hablan las personas cuyo idioma materno es otro. Dice que tuvo una infancia muy feliz. Lleva el pelo corto y viste una camisa floreada. Lea llegó a la Argentina en la década de 1940 y es sobreviviente de Auschwitz.
Así comienza Lea y Mira dejan su huella, el primer documental de la directora Poli Martínez Kaplun, que junto a los productores Lucas Werthein y Carlos Winograd se propuso “contar la Segunda Guerra Mundial en primera persona”. Lea y Mira son dos amigas que no sólo relatan con muchísima lucidez su experiencia ―para muchos sobrevivientes inenarrable― en el mayor campo de concentración nazi, sino que también explican cómo lograron tener una vida luego de atravesar esa pesadilla. Lo que Martínez Kaplun hizo fue reconstruir las historias de estas dos mujeres con Auschwitz como punto de quiebre en sus vidas. La película se proyecta en la sala del Malba todos los domingos hasta el 2 de abril.
“Los tres teníamos la idea de contar historias de vida de sobrevivientes del Holocausto. Considerábamos muy relevante que sean personas que todavía están vivas. La historia de la Segunda Guerra Mundial tiene apenas 75 años. Con esa idea fuimos a buscar a nuestros protagonistas. La historia se escucha de otra manera cuando la cuenta alguien que la vivió”, explica Martínez Kaplun.
La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto es un tema muy trabajado. ¿Qué aporta el documental?
Esta no es una película sobre la Segunda Guerra Mundial. Es una película sobre Lea y Mira, dos mujeres que sobrevivieron a los campos de concentración nazis. Cada vida es única. Entonces no es una historia más, ya que no hay otra película sobre ellas. Las dos tienen 90 años, son dos amigas que pueden hablar de lo que vivieron y también de cómo sobrevivieron, cómo le encontraron sentido a la vida nuevamente. La película brinda la posibilidad de conocerlas y descubrir ese enigma. La historia de ellas da cuenta de la enorme capacidad de vida que tiene el ser humano. También tiene la particularidad de que las dos vinieron a la Argentina. La historia del país las atraviesa mucho, al igual que la amistad que las une. Ellas se encargan de dejar un legado. Muchas personas prefirieron taparlo para dejarlo atrás. En cambio, ellas, cada una por distintas razones, se propusieron dejar testimonio.
¿Cómo las conociste?
Hay un taller literario que funciona en la fundación Tzedaká para sobrevivientes. Ahí se trabaja mucho el tema del recuerdo y la memoria a través de la palabra. Pedimos permiso para asistir y estuvimos varios meses yendo para encontrar a quienes serían nuestros protagonistas. Pero apenas entré me di cuenta de que iban a ser Lea y Mira. Las descubrí como personas muy vitales, muy lúcidas. Y también por la relación que había entre ellas.
¿Cómo fue para vos filmar el encuentro entre ellas?
Pensé mucho cómo hacer la puesta, cómo plantear sus historias. Las filmé en el taller, a cada una por separado en su casa, y después surgió la idea de hacer una conversación entre ellas y ver qué aparecía en una charla en este momento de sus vidas. Lo que apareció fue muy rico y por eso se convirtió en la escena central. Son muy espontáneas. Toda esa intimidad también tiene que ver con la preproducción que hice antes para que me conocieran. Por eso el día que prendimos la cámara había mucha familiaridad.
Ellas repiten varias veces que hay cosas que no pueden contar ni explicar.
Ellas dicen que el que no estuvo en Auschwitz no puede saber lo que fue, y el que estuvo en Auschwitz nunca va a poder contar lo que fue. Y dicen que hace años dan testimonio, y sin embargo siempre se encuentran contando cosas distintas, como si fuera algo que no se termina de acabar nunca. Todo lo que vivieron, lo que recuerdan, lo que piensan de eso. Es inenarrable. Ellas han podido poner en palabras muchas cosas. La película es un aspecto de su memoria, es una porción de lo que me contaron a mí.
¿Descubriste algo que no sabías sobre el Holocausto durante la filmación?
Era la primera vez que escuchaba esta historia en primera persona. La había visto en películas y leído en libros, pero no así. Por eso digo que escuchar esta historia no es fácil, no es algo natural, evidente. Ellas dicen que nunca van a poder terminar de contarlo y uno como espectador nunca va a poder terminar de entender lo que se vivió. Sinceramente no sabía mucho sobre La Marcha de la Muerte. Para mí el horror había terminado en el campo de concentración. Pero cuando termina la guerra, antes de que entren los soviéticos a los campos de concentración, los nazis no quieren dejar evidencias y se llevan a los sobrevivientes caminando en pleno invierno. Y Lea caminó un mes entero sobre la nieve.
Fue tu primer trabajo documental, ¿quedaste conforme?
La verdad que sí. Me llevó mucho tiempo y fue una tarea muy ardua, tuve que tomar un montón de decisiones muy difíciles. En el documental estás todo el tiempo ideando el guión, probándolo, porque no tenés forma de poner en escena lo que estás pensando, tenés que salir a encontrarlo. Y también era un tema complicado. Hay que encontrar un equipo de gente con ganas de escuchar un testimonio así y confrontarse con el dolor del otro. También es difícil de ver. Hay personas que dicen “ah, una historia sobre el Holocausto, mejor paso”. Los espectadores que lo ven entran en ese universo de personas que pueden acercarse a una situación de dolor y ser testigos de eso.
¿Y qué recepción tuviste de los espectadores?
Es la parte más interesante. La gente se conmueve mucho. Nadie queda indiferente. Lea y Mira son dos personas asombrosas, muy sensibles e inteligentes, con una experiencia de vida increíble. Toda esa combinación es potente, además la realización, y esto es mérito mío y de todo el equipo, logra acercarnos a la intimidad de eso. La película fue seleccionada para competir en un festival de cine en Tampa. La acompañé y había seis documentales, uno de ellos producido por Steven Spielberg. Así que competimos con una película de él. Ganó Spielberg, por supuesto. Pero la película fue muy bien recibida.
La potencia de los personajes juega un rol determinante en eso.
Sí, y además es un tópico completamente universal. Es la historia de vida de dos personas. Por eso un testimonio en primera persona es valioso en términos de legado histórico. Es una forma más vívida de acercarse a la historia.