A veces hay que divorciarse del concepto de cubo blanco, limpio y perfecto, que hace que toda obra quede perfecta y animarse a jugar con otros espacios. Estos desafíos lo han hecho varios a lo largo de la historia y quizás el ejemplo más legendario de nuestra era sea el pasillo del Rojas que Jorge Guimier Maier transformó en el epicentro del arte de los ’90. Yo me animé a incursionar después de haber sido invitada por los chicos de Zafarrancho (https://www.facebook.com/Zafarrancho.GrupoDeArte?fref=ts) a curar una muestra en su espacio/taller, un ex garaje. Un espacio que se define como «undeground, es arte hecho desde lo subterráneo de la ciudad, desde sus raíces, desde su cemento y sus alcantarillas.»
Lo que llamaríamos una muestra clásica se transformó en un experiencia atípica que quiero compartir hoy con ustedes. Les dejo el texto curatorial e imágenes de la muestra “Confines” de Juan Hoff.
«A veces hay que divorciarse del concepto de cubo blanco, limpio y perfecto, que hace que toda obra quede perfecta y animarse a jugar con otros espacios…Yo me animé a incursionar después de haber sido invitada por los chicos de Zafarrancho a curar una muestra de Juan Hoff en su espacio/taller, un ex garaje.»
«Partir de la naturaleza, de los árboles que alguna vez lo enamoraron y que contenían todo lo que para él significaba su obra – color, expresión y gesto. Las obras recientes de Juan Hoff son una versión sintética y abstracta de las primeras pinturas que realizaba, donde representaba a los eucaliptus arcoíris que tanto lo habían conmovido. Sin embargo lo que prima hoy son las pinceladas, con direccionalidades verticales y horizontales que comandan la mirada del espectador y que recorren todo el medio, sin dejar espacios vacíos, hasta convertirse en una composición que parece terminada pero que no es más que una primera versión ya que aún falta transferirla hacia la tela. El resultado será siempre sorpresivo.
Sin embargo hoy su nuevo medio son los vasos de plástico – propios de un fiesta o picnic familiar- un objeto absolutamente cotidiano que aporta volumen y dimensión, por lo que la obra pasa a estar en constante movimiento y transformación. Los colores y las pinceladas aún están presentes, pero ya no son los protagonistas indiscutidos, ya que se esconden dentro del vaso y solo podemos ver un fragmento a la vez. La obra se encoje pero se potencia en el conjunto.
«Podemos pensar que Juan Hoff es una especie de re-inventor que observa a su alrededor para extraer elementos cotidianos y transformarlos en arte sin importar lo que suceda. No tiene miedo de arriesgarse…»
Uno de los aspectos más interesantes de esta muestra es justamente la de salir del cubo blanco, alejándose de lo preestablecido y reciclando un espacio que de por sí es muy singular, un ex garaje, húmedo y solitario, transformado en taller e invadido por un fuerte olor a pintura. Las telas, que también nos recuerdan a los troncos de aquellos Eucaliptus, cuelgan de manera espontánea y silenciosa, sin embargo son las responsables directos de este cambio, ya que revierten el entorno en uno maleables y transitable, tapando, escondiendo y develando aquellas obras que habían sido planteadas en primera instancia y aportando un halo de misterio y una cualidad de belleza en un entorno que por naturaleza pareciera carece de ello. Nos transportan a los confines más profundos de la obra de Hoff que parece no tener límites.
Podemos pensar que Juan es una especie de re-inventor que observa a su alrededor para extraer elementos cotidianos y transformarlos en arte sin importar lo que suceda. No tiene miedo de arriesgarse porque ya está acostumbrado a que sus pinturas lo sorprendan en cada ocasión. El juego y el azar forman parte de su producción desde el principio y con ellos rompe con las barreras de lo establecido.
Lo importante es comprender que lo que vemos hoy es solo el principio de un viaje sin retorno, uno que él construyó en su cabeza y que día a día va desarrollando.»
Fotos: Emilia Turchetto, Paloma Harquet