Es la tercera generación al frente de la galería de arte contemporáneo más emblemática de Argentina/¿Cómo piensa?/Su formación en París, la confianza con los artistas, el secreto para reinventar una marca de prestigio, su mirada crítica (y a la vez expectante) del mercado de arte local, las iniciativas que tiene en mente/Además: ¿por qué apuesta fuerte por la vuelta de lo presencial?
Para Mora, que Benzacar deje entrar a las nuevas generaciones de artistas es fundamental para mantener vigente el legado
«Hay un tema de educación en Argentina, muchos prefieren comprar cinco bolsos de marca que cinco obras de arte»: Mora Bacal, directora de Ruth Benzacar. Por Melisa Boratyn. Fotos: Philippe Bacqué.
Junto a su madre Orly, Mora Bacal dirige la emblemática galería Ruth Benzacar, entendiendo la importancia de mantener viva la llama de un proyecto que está activo hace seis décadas y defendiendo el legado de su abuela desde una visión contemporánea que no le tiene miedo a los cambios. Mora se sentó una tarde con MALEVA en su galería en Villa Crespo a hablar acerca del mercado, el sistema artístico post-pandemia, la labor que deben cumplir las galerías hoy y mucho más.
Ruth Benzacar es un proyecto familiar que desde sus inicios estuvo liderado por mujeres que comparten un vínculo muy profundo. ¿Qué significa eso para vos?
Ante todo implica una responsabilidad muy grande que asumo con gusto y un desafío que va más allá del legado ya que el mercado del arte siempre significa eso, sobre todo en este país donde dependiendo de la coyuntura, la inestabilidad puede ser muy grande. En ese sentido cualquier negocio puede ser entendido como una gran apuesta.
¿Qué te llevó a querer involucrarte con la galería desde lo laboral? ¿Habías tenido otras experiencias en el campo del arte?
Fue un proceso bastante natural que empezó cuando vivía en París. Ahí trabajé con un galerista hondureño que recién se instalaba en la ciudad, por lo que pude formar parte del proceso de gestación de su proyecto desde el inicio y eso fue interesante porque cuando comencé a vincularme con Benzacar conocí algo completamente diferente, porque que la galería tiene muchos años y una larga historia. Estando allá aprovechaba cuando mi mamá viajaba a ferias como Art Basel o Arcomadrid lo que me llevó a aprender observando de cerca lo que sucedía. Cuando volví a Buenos Aires, de manera muy generosa Orly me dijo que las puertas de la galería estaban abiertas si así lo deseaba y acepté.
¿Qué es lo que más te gusta de este rubro y cuáles son los aspectos que hacen que tú trabajo sea algo único?
Lo que lo vuelve un trabajo tan especial es la constante adrenalina, ya que no existe una muestra o proyecto que sea igual a la anterior. Tampoco existen dos coleccionistas iguales lo que permite que nos vinculemos de forma muy distinta incluso frente a una misma obra, cuando se la presentamos a una persona lo que sale de ese compartir es completamente no se repite. Hay una cualidad muy enriquecedora que se da todo el tiempo y que está buenísima.
«Lo que lo vuelve un trabajo tan especial es la constante adrenalina, ya que no existe una muestra o proyecto que sea igual a la anterior. Tampoco existen dos coleccionistas iguales lo que permite que nos vinculemos de forma muy distinta incluso frente a una misma obra…»
¿Qué tipo de vínculos forjás con los artistas con los que trabajás?
Esencialmente busco crear relaciones de confianza mutua donde se logre una complicidad en la que las dos partes respetemos el trabajo ajeno. Eso es algo que me entusiasma mucho cuando se logra. La mayoría de los artistas de la galería están con nosotras hace muchos años, pienso en Ernesto Ballestero que acaba de terminar su muestra individual, Jorge Macchi o Liliana Porter a quienes acompañamos hace tanto tiempo. Igualmente también rescató que por suerte el sistema es dinámico y hay artistas que se van o que cambian de galería dependiendo de la afinidad, otros que llegan y eso también tiene que suceder.
Al entrar a la galería nos encontramos con un espacio que no sólo está en obra sino en pleno montaje, lo que me lleva a pensar que si bien ya pasaron varios años desde que se mudaron de la mítica calle Florida al barrio de Villa Crespo, estamos frente a un proyecto en constante movimiento y que no se aferra a la idea de «ser una legenda».
La mudanza significó y todavía significa mirar a futuro y apostar al crecimiento. Justamente con los años Florida empezó a tener un tinte mítico, además de algunas limitaciones arquitectónicas y por eso apostamos a ofrecerle a nuestros artistas un espacio de mayor libertad. Siempre fuimos un proyecto de arte contemporáneo y cuando tenés tantos años de trayectoria hay una lucha constante por mantenerse en esa contemporaneidad, no sólo representando a los artistas con los que venís trabajando hace años sino dejando entrar a las nuevas generaciones. El secreto está en mantenernos en el hoy con una visión activa.
«Lo que sucede es que en este país hay gente que a pesar de tener un poder adquisitivo alto prefiere comprarse cinco bolsos de marca que cinco obras de arte y eso tiene que ver con un tema de educación. Muchas veces escuché a mi mamá decir que los profesionales de la generación de mí abuela compraban arte y creo que todavía puede ser una posibilidad, pero es una costumbre que hay que recuperar…»
¿Podemos afirmar que en Argentina existe un verdadero mercado de arte? ¿Qué sensación te genera en estos tiempos que estamos atravesando?
Siempre se puede hablar de mercado, a pesar de que estamos inmersos en uno muy chico y por momentos complicado, pero definitivamente existe y le estamos muy agradecidos. Hay mucho prejuicio frente a la idea de cruzar las puertas de una galería, como si se tratara de un lugar sagrado. Acá cualquiera que entra tiene la libertad de ver la muestra así como también la trastienda sin importar si va a comprar o no, porque las galerías también cumplimos un rol pedagógico, educativo y no sólo comercial.
En relación a eso, ustedes crearon talleres para niños y proponen acciones poco habituales. Me gustaría que me cuentes cómo surgió esa iniciativa y si sentís que hay una responsabilidad por parte de las galerías por unirse y gestar este tipo de propuestas.
Nació porque teníamos ganas de ampliar públicos y captar a la gente. Incluso la mudanza también tuvo que ver con el hecho de que las personas ya no habitaban la galería porque el centro había dejado de ser un lugar atractivo. Villa Crespo por el contrario es un lugar de paso al que vienen muchas personas. Con respecto a la necesidad de unirnos a otras galerías es algo que hacemos y así fue como nacieron los circuitos de Villa Crespo, una acción que pensamos muy a consciencia.
«Con los artistas busco crear relaciones de confianza mutua donde se logre una complicidad en la que las dos partes respetemos el trabajo ajeno. Eso es algo que me entusiasma mucho cuando se logra. La mayoría de los artistas de la galería están con nosotras hace muchos años…»
¿Sentís que en este último tiempo el mercado y por lo tanto las galerías cambiaron?
Al principio todos nos volcamos a la virtualidad porque sentíamos que ese era el cambio más sensato. Sin embargo hoy volvemos a defender el deseo de apostar firmemente a lo presencial y a los vínculos que se logran tanto con nuestros artistas como con coleccionistas, prensa y todas las personas que cruzan nuestros puertas. Sentimos que que no es lo mismo ver una muestra en un posteo en Instagram que en vivo, a pesar de que tenemos la suerte de contar con herramientas digitales que nos permiten difundir lo que hacemos. No sé si puedo hablar de la escena en general pero sí rescatar que en este tiempo ninguna galería tuvo que cerrar y eso es un montón. Sin embargo el mercado está raro porque todos estamos así. Algunas de las personas que compran arte se sienten pesimistas con respecto a la economía, otras se fueron del país y otras vuelven. Un último factor que haya que tener en cuenta es que no estuvimos yendo a ferias, una inversión muy grande para cualquier galería y eso también nos ayudó a mantenernos en pie.
Justamente quería hablar de eso, ya que en los últimos meses algunas ferias internacionales volvieron al formato presencial. ¿Hay un deseo por volver a vincularse con estos eventos o llegó la hora de un cambio?
La pandemia puso en jaque al sistema de las ferias y no sé cómo será la dinámica a futuro, pero espero que cambie porque si bien es difícil estar en el circuito internacional sin ferias o mejor dicho era más cómodo recostarse en ellas, nuestro plan es evaluar de qué otra manera podemos ampliar nuestras redes. Hay algunos proyectos que se están enfocando en eso como por ejemplo «south-south» que traza vínculos entre galerías del hemisferio norte y sur. Las ferias son un negocio inmobiliario que cobra por metro cuadrado mientras que las galerías asumimos un riesgo muy difícil de solventar, por lo que espero que podamos encontrar una mejor manera de relacionarnos.
«Hay algunos proyectos que se están enfocando en eso como por ejemplo «south-south» que traza vínculos entre galerías del hemisferio norte y sur. Las ferias son un negocio inmobiliario que cobra por metro cuadrado mientras que las galerías asumimos un riesgo muy difícil…»
¿Cómo explicarías el rol que debe cumplir una galería?
Una galería acompaña el crecimiento de una carrera. Promociona, hace contactos, internacionaliza en la medida de lo posible y otorga valor simbólico. Un artista construye el valor comercial de sus obras de la mano de una galería que si trabaja bien, es un respaldo para aquellos que compran, lo que válida la producción de los artistas.
Por último me gustaría que cuentes qué proyectos se vienen para Benzacar.
En septiembre vamos a presentar una muestra colectiva curada por Lara Marmol que me animo a decir que es la primera que reúne a todos nuestros artistas y que entendemos como el resultado de un trabajo interno muy fuerte que hicimos para replantear nuestra estructura interna. Con ella inauguraremos las nuevas salas que estarán unidas entre sí y antes que eso, van a poder visitar la muestra de Marina de Caro, una apuesta realmente increíble.
Ruth Benzacar por Philippe Bacqué