Antaño lugar de veraneo de la aristocracia porteña, San Isidro se metamorfoseó con el tiempo en anfitrión de una movida artística y gastronómica que cada vez gana más fieles. Sus barrancas, adoquines y orillas exaltan su naturaleza característica, y le rinden culto en forma de casonas, atéliers y bares que hacen del jardín su altar. Acá, una selección de ocho joyitas verdes que vale la pena descubrir.
Lo primero que uno ve desde la calle es el jardín, atestado en ambos laterales por una vegetación tan tupida que casi oculta la casa centenaria del fondo. Afuera las mesas rústicas de madera están iluminadas por velas y algunos faroles, y separadas una de la otra de tal forma que se logra un ambiente relajado e íntimo. Es una opción pintoresca para ir a tomar algo, o probar los riquísimos platos caseros, como el salmón rosado con papas noisette y los canelones de verdura y ricota. Martes a sábados desde las 20 h y domingos de 12 a 20 h. Primera Junta 1049, San Isidro.
Plátanos, higueras, madera y hierro. El jardín de Jorge es un oasis de flora y diseño escondido en el bajo de San Isidro. Las mesas de azulejos, las sillas antiguas y los camastros restaurados que llenan el lugar son de su autoría, y están a la venta como casi todo. Una vez por semana abre las rejas para ofrecer una cena gourmet. Los ñoquis de batata con crema de cebollas al curry y la cerveza artesanal El Aljibe son una gran sugerencia gastronómica mientras escuchás música en vivo y pispeás los murales que un artista pinta cerca de tu mesa. El menú es rotativo y de tres pasos (entrada, plato principal y postre). Sólo con reservas: facebook.com/SantoJardin. Primera Junta 1080, San Isidro.
Se trata de una casona de la época virreinal que perteneció a Mariquita Sánchez de Thompson y por la que pasaron grandes personalidades, como San Martín, Belgrano y Pueyrredón. Su grandísimo jardín con vista al Río de la Plata fue declarado Parque Natural Municipal por la cantidad de especies autóctonas que alberga, como el ombú, la tala y un algarrobo blanco de más de 200 años. Además del paseo obligatorio por la barranca, también es interesante chusmear el museo, la biblioteca, el archivo histórico, y terminar la visita en el café. Entrada gratuita todos los días. Adrián Beccar Varela 774, Beccar.
Decorada al estilo chic francés, esta cafetería hace honor a su nombre – “dulce” en alemán”- y además ostenta los más ricos brunches y teanners de Martínez. Sus especialidades van desde cupcakes y scons de arándanos hasta pinchos de pollo con chutney y crepes de salmón ahumado. El jardín es perfecto para relajarse con el eco del agua del estanque y rodearse de palmeras, papiros y enredaderas. Bonus track: los lunes y jueves hay sesiones de piano y los fines de semana, cena-show de jazz y bossa. General Paunero 2046, Martínez.
Ideal para los que buscan un refugio íntimo lejos del bullicio de la zona. Si bien está muy cerca de los lugares cool del Bajo, El Toto es especial por el silencio de su jardín, interrumpido solo por los los grillos o las guitarras criollas que suenan de fondo. Las escasas mesas y la luz tenue le dan el toque justo de romanticismo, sin empalagar. Las pastas son un éxito: recomendamos los ñoquis caseros de verdura con crema de cebolla y mostaza. Lunes a sábado a partir de las 20 h. Tiscornia 1081, Beccar.
El atelier de Sebastián Boado Montero es una casona construida en 1894 y devenida en su espacio de trabajo y exposición: hay esculturas de plástico y metal, pinturas y mucho reciclado. Pero la magia ocurre en el jardín: las luces de colores cruzan los árboles – un laurel, una magnolia y un olivo- e iluminan apenas las mesas, el horno de barro fluorescente y las obras de arte. Se ofrece un menú cortito y al pie, que va rotando, y en el que las pizzas caseras, el goulash y el cous-cous son las vedettes. Si sos aficionado al séptimo arte y te gustan las performances artísticas en vivo, este lugar es para vos. Está abierto los viernes, sábados y domingos desde las 20 h en Parodi 92, Beccar.
Ubicado en una esquina de Las Lomas, este restaurante de cocina japonesa y peruana se destaca por el sushi de vanguardia, los tragos de autor y el jardín, protagonista indiscutido. Un árbol viejo es el centro del lounge, también rodeado por cañas y plantas. Muchos lo eligen entre semana para ir de after office y pasar la tardecita al aire libre, aprovechando la barra a cielo abierto. Los platos fusión y las tablas de sushi son de otro mundo, con una cuidada presentación y acompañados de tragos de cortesía (por ejemplo, de frutilla, vodka y maracuyá). Está abierto al mediodía y a la noche en Diego Palma 1516, Las Lomas.
El clásico de San Isidro. La residencia de Victoria Ocampo, cuya mítica mansión data de 1891, ahora pertenece a la UNESCO y ofrece talleres culturales, ciclos de música, danza y teatro, además de contar con una exquisita cafetería. El tour por los jardines es imperdible: los hay de diferentes estilos europeos, decorados por un aljibe antiguo, una fuente de agua circular y hasta una glorieta que parece intervenida por árboles. Después del paseo se recomienda sentarse en la galería a disfrutar de la vista y tomar un blend Villa Ocampo –hojas de té negro con sabores de Sri Lanka y el Mediterráneo – acompañado de un financier con frutos rojos. Elortondo 1811, Beccar.
FOTO DESTACADA: GENTILEZA SEDDÓN SAN ISIDRO (ph verónica Leguizamos)