En Francia serían los BoBo, los espacios que aúnan lo burgués con lo bohemio. Y en Nueva York son los chicsters, mezcla de chic y hipster. Aunque parezcan dicotomías, estas mezclas resultan perfectas, porque logran reunir sin fisuras lo mejor de ambos mundos. Toman la estética de lo chic, con amor por los detalles y estilo, con los valores más hipsterianos, en pos de una cultura indie y sustentable. Así nacieron cafés, restaurantes, locales de decoración y galerías de arte, entre otros, que navegan estas corrientes con gracia y equilibrio. Y Buenos Aires, que siempre es permeable a las tendencias internacionales, tomó nota y también generó su avanzada (aunque tal vez ni los propios locales que mencionamos a continuación sean conscientes que entran perfecto en la categoría chicster). A continuación, 10 representantes que vale la pena conocer
Admitámoslo, hay algo provocador en estar sentado en una banqueta, en una mesa compartida, tomando cerveza y comiendo panchos, tortilla de papas, sándwiches de milanesa y otros platos de tapeo y picada a unos pocos metros de lo más tradicional de la Recoleta porteña. Pero a la vez, las románticas lucecitas, las velas en frascos, los detalles verdes en el puesto de pedido y la impecable música le dan su toque romántico y encantador al asunto, convirtiendo la cita en un acampe tan glam como canchero. Para romper un poco los moldes del barrio, Camping queda en las terrazas del Buenos Aires Design, en Avenida Pueyrredón 2501.
En uno de esos barrios que se van reivindicando de a cuadras, Hierbabuena lleva algunos años izando su bandera chicster. A metros de Parque Lezama, es uno de los que volvió a la vida la avenida Caseros (está al 454), y, a diferencia de vecinos que lo hicieron haciendo hincapié en la cocina casera clásica, en este restaurante la propuesta prioriza lo orgánico y sustentable. Lo hace a partir de jugos naturales, hamburguesas y sándwiches veggie, ensaladas frescas y protagonismo de semillas y brotes. Todo, en un ambiente vintage chic, con una barra antigua, arañas art déco y mayólicas, que resulta sumamente cálido.
Fukuro Noodle Bar (Costa Rica 5514) es de esos lugares que se convirtieron en un secreto a voces, y lograron fama casi a pesar de sí -toda una actitud hipster-. Chiquito y con un espíritu casi nerd, entre muñequitos de colección y stencils de Mao se mezclan lucecitas románticas y banquetas y barras de madera clara. Y en el marco de esa estética, una propuesta sumamente específica: un ramen hecho con una profesionalidad impecable. Acompañan la carta algunos buns, unas gyozas y un pequeño helado de postre, pero el protagonismo sin duda es de la especialidad japonesa, que cada noche congrega multitudes a la espera de una mesa (no hacen reserva y es por orden de llegada).
De las galerías de arte más tradicionales e importantes del circuito local, Ruth Benzacar sorprendió a todos cuando se mudó del coqueto barrio de Retiro al incipientemente artístico Villa Crespo, en Juan Ramírez de Velazco 1287. Con 50 años de historia, pareciera rejuvenecerse así y afinar su foco, apuntando no solo a los grandes coleccionistas sino también a los amantes del arte per se, a almas quizás más jóvenes y sensibles. En un antiguo galpón del barrio, esta galería mantiene su espíritu de grandes apuestas artísticas con aspiraciones internacionales, pero a la vez, gracias al mayor espacio que encontraron aquí, ampliaron su espectro a performances, lecturas de poesía y talleres.
La rebeldía hipster de Pain et Vin (Gorriti 5132) es que, inmersa en un barrio que define una ensalada clásica como un “mezclum de hojas verdes con finas láminas de confit de tomates”, ellos sirven precisamente aquello que su nombre define: pan y vino. Sí, a los panes los acompañan tablas de quesos y variedades de carnes y combinaciones para sándwiches, pero la propuesta no deja de ser concreta y muy prolija en su servicio. Además de la variedad de vinos que ofrecen, suelen organizar catas para conocer nuevas etiquetas y saber más del tema a partir de la voz de expertos. La parte chic, en tanto, está en su elegancia clásica de ventanas con arcadas, grandes mesas de madera rústica, cuadros contemporáneos y pared de ladrillo a la vista.
Desde afuera, nada hace suponer las maravillas que esperan dentro. En una casa del bello Bajo Belgrano (Ramsay 2424) solo apta para conocedores, Lucía Orcoyen y Daniela Galito crearon El Sótano, un local de decoración con el ojo puesto en la elegancia clásica, pero también en lo contemporáneo y más creativo. Así, un literal sótano esconde sillones Luis XV retapizados con gran criterio, mesas ratonas de mármol, espejos de todos los tamaños, suntuosos camastros y modernas lámparas, entre otros tesoros. Fruto de excursiones por barrios y remates, la propuesta se completa con un jardín de ensueño en el que reinan dos perros salchicha, Zeta y Roma (y que además asegura el factor pet friendly del lugar).
Clásico de clásicos, El Gato Negro (Avenida Corrientes 1669) ostenta su elegancia desde 1928. Reconocido como almacén de venta de especias y tés y también como confitería y lugar de reunión, nació a mano de un español que, luego de vivir en Singapur y Filipinas, se casó con una argentina y decidió poner aquí un negocio inspirado en su anterior vida. Declarado Café Notable y Patrimonio Cultural de la Ciudad, hoy El Gato Negro no es solo un rincón donde señoras paquetas de Recoleta y Retiro toman el té, sino además un punto de encuentro para los variados artistas que presentan sus obras en la calle Corrientes, además de fascinación de muchos turistas. La mezcla resulta en un ambiente agradable y alegre, que, gracias a lo bien mantenido de su ambientación, con mostradores y vitrinas de roble y fresno italiano, arañas holandesas de bronce y sillas Thonet, hacen que no cueste mucho imaginarse en el Buenos Aires de principios del siglo XIX.
Durante un tiempo, este vivero brilló en el Patio del Liceo. Y es que no podría haber habido otra locación más perfecta: en Santa Fe 2729, esta galería, que ha cobrado nueva vida hace unos años, bulle de creatividad, diseño y vanguardia. Por eso no sorprende que hayan logrado dar gracia y estilo distintivo a un vivero, un rubro que por más verde y fresco, siempre termina repitiéndose en formato. Por desgracia, desde agosto Paraná ya no tiene más su propio local, pero su espíritu de público, entre bohemio y cool (hipster, bah), y su bellísima selección de cactus, suculentas, macetas híper originales y objetos relacionados al mundo botánico aún pueden conseguirse en otros locales amigos, como Herbario, La Botega y Penny Lane, además de poder pedirse online en su página de Facebook (facebook.com/ParanaVivero).
No quedan tantos barrios así de “barriales”. Casas bajas, vecinos que se conocen, pocos locales e históricos, y sobre todo parrillas en el rubro gourmet. Y en esa tranquilidad se instaló Alicia De Luca (Asunción 4102), un restaurante sin nada que envidiarle a las grandes propuestas de Palermo, Recoleta o Puerto Madero. Elegante, con arquitectura en doble altura, lámparas de cobre, barra de mármol y estructuras de madera y hierro, propone una cocina de autor con énfasis en carnes, pescados y pastas, todos con una vuelta de tuerca en sofisticación y gracia. A diferencia de otros locales de este estilo, su menú es generoso en propuestas. Y si bien su fuerte es la noche, dado su pensado ambiente y su amplia cava, están abiertos desde temprano, ofreciendo también delicias para el desayuno, almuerzo y té.
La última inclusión de esta lista también puede jactarse de ser precursora en un barrio donde escasean las propuestas de este estilo: en Núñez, donde los bares cancheros no son la regla, Luz Mala rompe todos los estereotipos. Tras un muro que a duras penas tiene el número de calle (y solo toca timbre quien conoce), un pasillo conduce a una antigua casona en la que todo ha sido respetado, desde la arquitectura a los muebles vintage. Y así, cada ambiente es un living distinto, en el que encontrar intimidad para una cita o sillones cómodos para despatarrarse con amigos y pedir varios tragos. Vale la pena ir temprano y dejarse tentar con sus tapeos, de las mini hamburguesas a los langostinos empanados en panko, pasando por las tortillitas y geishas, todo es impecable.
Fotos: gentileza lugares mencionados