Es casi inconcebible lo que sucede en un edificio (donde trabajan 800 personas) de la avenida Corrientes: joyas casi imposible de ver, incluso en los museos más importantes de la región/¿Cómo empezaron (y por qué a crear) una colección así?/Los enormes artistas que «visten» sus paredes/Desde Nicola Costantino hasta arte japonés/¿Cómo se hace para visitarla?/¿Piensan algún día ser un espacio público?/Además: ¿cómo es trabajar – en el día a día – rodeados de un acervo tal?
Juliana Fontalva – manager y cuidadora de la propuesta -, es en este momento quien está al frente de la colección Balanz.
«Es una locura convivir con estas obras, algo muy potente»: ¿cómo es por dentro la impresionante colección de arte de Balanz en sus oficinas? Por Melisa Boratyn. Fotos: Kala Moreno Parra.
Nos recibe Juliana Fontalva, manager y cuidadora de la colección Balanz, en uno de los edificios más imponentes de la Av. Corrientes. A pocos pasos de la locura del Microcentro porteño, se encuentra una de las colecciones de arte nacional e internacional más relevantes del país. En ella uno puede encontrar joyas casi imposibles de ver, incluso en los museos más importantes de la región.
Desde hace catorce años, Claudio Porcel e Isabel Pita hacen realidad un plan que empezó como una inversión y se transformó en un amor para toda la vida. La construcción de una colección con identidad que se encuentra en pleno crecimiento.
Recorrer las oficinas de Balanz incluye treparse a una pieza icónica del renombrado artista brasileño Ernesto Neto, rodear una de las mesas de Adrián Villar Rojas que formó parte de «The Theater of Disappearance» la instalación que creó específicamente para la terraza del MET de Nueva York, estar a unos pocos centímetros de Ana Mendieta o susurrarle al oído a una de las esculturas más valiosas de Pablo Suárez, que se presentó en su muestra retrospectiva en MALBA (prestada por Balanz), un acontecimiento que cambió la perspectiva de los casi 800 empleados que día a día conviven con estos deslumbrantes trabajos. ¿Qué implica ser coleccionista? ¿Por qué una empresa privada busca potenciar e incentivar al mercado del arte? ¿Dónde está el valor agregado de Balanz como una colección en constante movimiento? De esto y mucho más habló MALEVA con Juliana.
«Recorrer las oficinas de Balanz incluye treparse a una pieza icónica del renombrado artista brasileño Ernesto Neto, rodear una de las mesas de Adrián Villar Rojas que formó parte de «The Theater of Disappearance» la instalación que creó específicamente para la terraza del MET de Nueva York, estar a unos pocos centímetros de Ana Mendieta o susurrarle al oído a una de las esculturas más valiosas de Pablo Suárez, que se presentó en su muestra retrospectiva en MALBA…»
Estamos en un espacio poco habitual para una colección de arte, que no sólo tiene el deseo de adquirir obras, sino que se presenta como un proyecto abierto al público. ¿Qué es Balanz Capital? ¿Cómo nace la colección y cuáles fueron los deseos y objetivos en el inicio?
Balanz es un «full investment house», una empresa de capitales que acaba de cumplir veinte años y que colecciona arte desde hace catorce. Ese proceso arrancó cuando a la empresa empezó a tener más estabilidad económica y dos de los cuatro socios, Claudio Porcel e Isabel Pita, tenían el deseo de diversificar. Es así como deciden empezar a visitar talleres de artistas y ver cómo les iba con el arte como una forma de inversión. Siempre fueron muy honestos con respecto a la intención inicial que de a poco fue desapareciendo, porque ambos se metieron de lleno, aprendiendo, conectándose y enamorándose por el arte. El mercado de capitales tiene pocos puntos tangibles y por eso tener algo como una obra, que se materializa en algo físico y puntual, a ambos les gustaba mucho. Es una experiencia de inversión completamente diferente.
¿Y cómo sigue la historia? ¿En algún punto empezaron a relacionarse desde otro lugar con el arte?
Si, de a poco el arte les fue interesando desde un lugar personal y su mentalidad de coleccionistas se forjó cuando entendieron que la colección hablaba de ellos y de sus intereses. Cuando empezamos a mirar para atrás y hacer una gestión activa, se dieron cuenta que año a año los intereses se revertían y que coleccionar se había vuelto una profunda travesía. Es por eso que hoy en día la colección no tiene un objetivo económico, sino que el deseo es hacer una diferencia, apoyar la escena del arte y a artistas argentinos y de todas partes del mundo para dejar una marca.
A Balanz se la percibe como algo más que una colección, más bien como un proyecto integral muy activo y anclado en el presente. ¿Cómo nace el deseo de vincularse no sólo con el sistema del arte sino con el público y que herramientas piensan para conseguir ese objetivo?
La vinculación con el público es algo que empezamos a hacer hace cinco años y que tenía que ver con la propuesta que traje cuando empecé a trabajar. Antes que eso se hizo un desarrollo interno de archivo de documentación para entender lo que teníamos. Se armó una biblioteca y se transitó un camino muy introspectivo para poder dar ese paso mas allá y llevar a la colección hasta donde podemos, con herramientas como la pagina web, el libro e incluso nuestro Instagram, que son proyectos grandes que requieren mucho trabajo y que nos acercan a la gente. Siempre coqueteamos con la idea de tener un espacio propio, pero por ahora no creo que suceda, ya que para eso se necesitan tomar muchas decisiones. Además esta colección convive con los casi 800 empleados de Balanz, forma parte de nuestro entorno, entonces sacar a las obras de las oficinas sería sacarle su identidad.
«Gracias a arteba y su programa de coleccionismo internacional, donde museos del exterior hacen adquisiciones en la feria, Balanz pudo acercarse al museo Tate, quienes adquirieron una obra de Marta Minujín. Desde entonces José Roca (curador del Departamento de arte latinoamericano) invitó a Claudio Porcel a formar parte de comité y eso abrió una caja de pandora…»
¿Cómo fue la reacción de todas esas personas que no necesariamente tienen un vínculo fluido con el arte, cuando empezaron a llegar todas estas piezas, frente a la propuesta de tener que convivir con algo desconocido?
Me encanta responder estas preguntas. Yo no estaba en ese momento, pero estas historias siempre me las cuentan desde distintos puntos de vista. Las primeras obras que llegaron crearon una verdadera revolución. De hecho nos encontramos frente de un trabajo de Luis Fernando Benedit que fue la primera adquisición y que por entonces se sintió como una invasión. En muy pocos años se compraron obras a un ritmo muy acelerado y para la gente era una locura. Hay obras que les encantan y son muy queridas, así como hay otras que generan una carga muy potente y un clima especial, por ejemplo las obras de Nicola Constantino. que generan muchos interrogantes interesantes.
Imagino que no debe ser tan sencillo aprender a convivir con tanto arte, cuando en realidad los empleados no forman parte del procesos de decisión, algo muy distinto a como se suele comprar una obra con la que uno decide vivir en su espacio personal.
Claro, pero otra cosa que sucede y es muy interesante es el proceso de legitimación que sucede dentro de Balanz con algunas obras. Por ejemplo cuando prestamos una obra a un museo prestigioso o muestra importante, como sucedió con una de las obras de Pablo Suarez. El antes y el después de esos acontecimientos cambian por completo la percepción y la aceptación de esos trabajos porque es ahí cuando entienden que conviven con algo muy importante. Otra cosa que pasa es que la cotidianeidad hace que la relación con las obras cambie muchísimo. Nos pasó con un trabajo de Nicanor Araoz que generó mucho debate y que con el tiempo se fue apaciguando porque ellos investigaron que pasaba detrás de la obra y empezaron a mirarla con otros ojos.
¿Creás momentos en dónde los empleados conocen a los artistas para hacerle preguntas y acercarse a sus obras desde otro lugar?
No, a mí lo que me gusta al momento de incorporar una nueva obra es dejar que ellos especulen. No damos la información de una porque creo que el arte no es un conocimiento que te va a venir, sino que vos tenés que ir hacia él. Yo estudié y me formo constantemente, pero por sobre todo armo un pensamiento crítico y me formulo preguntas. Es por eso que los invito a hacer lo mismo. Dejo que saquen sus propias conclusiones sin servirles nada en bandeja. Acá lo que no vale es preguntar «¿que me quiere decir este artista?»
«A mí lo que me gusta al momento de incorporar una nueva obra es dejar que la gente que trabaja en las oficinas, especule. No damos la información de una porque creo que el arte no es un conocimiento que te va a venir, sino que vos tenés que ir hacia él…»
¿Y cómo es la convivencia entre ellos y las personas que vienen a conocer la colección?
A todos nos encanta porque legitima a la colección. Ofrecemos varias formas de acceder a una visita, ya sea a través de la web, donde cualquier se puede inscribir. Para esas personas ofrecemos un recorrido por semana y son grupos que se juntan con el deseo de conocernos. La otra es para grupos específicos como escuelas, talleres, universidades y residencias. Siempre decimos que esto no es un museo y que las obras no están inmersas en ese contexto. No necesitamos generar una situación de solemnidad, sino que si venís acá vas a entender que todas las piezas forman parte de un espacio que está vivo, activo y en el cual se trabaja.
¿Las primeras obras adquiridas eran de artistas argentinos o desde el comienzo el foco estaba puesto en el continente?
La compra de arte argentino fue una etapa larga y fundamental porque era lo que estaba al alcance y lo que más tenía que ver con la identidad de Balanz. Por ejemplo, con Benedit y las obras que se refieren al campo, porque tanto Claudio como Isabel tienen una afinidad muy cercana y se sentían identificados. Además lo que más les gustaba era ir a los talleres de los artistas y crear vínculos. Así es como se armaron relaciones y amistades con Mondongo, Matías Duville o Nicanor Araoz, así como con galeristas como Alberto Sendrós que siempre nos devuelve una opinión muy sincera. Luego, gracias a arteba y su programa de coleccionismo internacional, donde museos del exterior hacen adquisiciones en la feria, Balanz pudo acercarse al museo Tate, quienes adquirieron una obra de Marta Minujín. Desde entonces José Roca (curador del Departamento de arte latinoamericano) invitó a Claudio a formar parte de comité y eso abrió una caja de pandora y un estallido de posibilidades, conexiones y la oportunidad de acercarse a artistas, curadores e instituciones de todas partes, para entender nuevas perspectivas y formas de coleccionismo. Fue entonces que entró un núcleo de obras de Brasil, Cuba y Colombia muy importante.
«Siempre decimos que esto no es un museo y que las obras no están inmersas en ese contexto. No necesitamos generar una situación de solemnidad, sino que si venís acá vas a entender que todas las piezas forman parte de un espacio que está vivo, activo y en el cual se trabaja…»
¿Hay una obra que no puedas creer que forma parte de la colección? ¿Alguna que si pudieras te llevarías a casa?
Si, hay dos piezas de Andreas Gursky, un artista alemán que admiro mucho y me genera piel de gallina. También hay una obra de Takashi Murakami que es muy imponente y que lamentablemente no tenemos en las oficinas porque nos falta la pared, pero ya la vamos a tener.
¿Cómo hacen para estar activos permanentemente?
Es algo muy complicado, en especial post-pandemia, que fue un tiempo de introspección muy particular, al menos para nosotros como colección. El resultado de eso de hecho fue el libro. Mantenernos activos no es fácil, pero intento armar un cronograma con diferentes acciones, generalmente pensado alrededor de dos o tres momentos claves, como puede ser arteba. A partir de eso vamos armando contenidos exclusivos para nuestra web, así como también creamos eventos.
¿Qué quiere decir ser coleccionista y donde radica la mayor responsabilidad?
Cuando empecé a trabajar acá, Claudio e Isabel me dieron una pila de libros y me dijeron «tomate una semana para leer. Así vas a entender como nos definimos como colección». Eran libros de colecciones que ellos entendían como modelos de pensamiento. Entre ellos había uno de la coleccionista venezolana Tiqui Atencio que hablaba de esa responsabilidad y que para ser coleccionista uno no sólo tiene que comprar, sino exhibir, investigar, cuidar y generar contenidos y conocimiento. Creo que para Balanz, coleccionar es una forma de generar conocimiento a través de la alquimia de las obras y las preguntas que queremos transmitir, porque la verdad no la tiene nadie.
Me pregunto si acaso cuentan con un presupuesto definido año a año para la compra de obras y si eso fue mutando con el tiempo.
Al principio había un presupuesto de adquisición y se trabajaba alrededor de eso, pero luego se fue desvirtuando, ya que muchas veces aparecen oportunidades que no querés perderte. Hoy en día no hay un plan, pero si estamos muy interesados en adquirir a artistas jóvenes, nacionales e internacionales y por eso tenemos la mirada puesta en los programas de las galerías que nos gustan. Así es como adquirimos obras de Jazmín Kullock o El Pelele por ejemplo.
«Se viene una línea editorial que estamos armando y el segundo libro y que va a ser a ser muy especial porque va a ser un trabajo interdisciplinario con la literatura, que tenga que ver con la ficción. Por eso vamos a trabajar con un grupo de escritores que mechamos con los artistas…»
Otra de las novedades y uno de los proyectos más ambiciosos que lanzaron, fue la publicación de su primer libro. ¿Cómo fue esa experiencia? porque percibo que es algo muy especial para vos.
El libro es mí bebé. Lo que me encanta y siento que lo diferencia es que queríamos salir del concepto de catálogo que no corresponde con lo que es una colección hoy en día y es una lectura injusta, ya que la colección está en contante movimiento y revolución, no es algo cerrado. Fue así como pensamos en un libro como «el inicio de una historia», una lectura accesible a todo público. Queríamos que se pudieran ver la trastienda de como pensamos y por eso hay historias de visitas a talleres y charlas con galeristas y artistas. En ese sentido logramos hacer algo cercano y la colaboraciones externas dejaron mucha información valiosa. Fue una oportunidad para abrirnos a nuevas lecturas e interpretaciones.
Por último te pregunto acerca de los próximo proyectos. ¿Qué se viene para Balanz?
Se viene una línea editorial que estamos armando y el segundo libro y que va a ser a ser muy especial porque va a ser un trabajo interdisciplinario con la literatura, que tenga que ver con la ficción. Por eso vamos a trabajar con un grupo de escritores que mechamos con los artistas que creemos están mejor representados, porque una de las cualidades de la colección es que algunos de ellos están coleccionados de manera muy profunda y potente.
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En MALEVA hacemos fotos y videos para nuestras coberturas y notas con los equipos de MOTOROLA Edge 30, Moto g200 5G, Moto g52 y moto g41.m