Es un día sofocante en Buenos Aires y Jazmín Stuart llega a la entrevista acalorada. Vino caminando. Lleva un vestido suelto, el pelo atado y en la mano carga una cantimplora con agua fresca. Posa para las fotos con naturalidad. Mira directo a la cámara, seria, y sigue las indicaciones del fotógrafo, que ahora le pide una sonrisa. Jazmín ríe y dice: “Me cuesta la sonrisa. No me sale, eso que hace Susana Giménez”.
El 5 de marzo se estrena Pistas para volver a casa, su primer largometraje con guión propio. La película cuenta la historia de Dina y Pascual (Juan Minujín y Érica Rivas), dos hermanos con vidas apagadas. Cuando su papá (Hugo Arana) tiene un accidente en la ruta, emprenden un viaje que les dará la oportunidad de cambiar su existencia mediocre. Una mezcla de road movie y búsqueda del tesoro. “Siento que está muy nutrida del cine que vi cuando era chica. Los Goonies, E.T., esas películas con algo lúdico porque son para chicos y que, por momentos, tienen un trasfondo más existencialista”, le dice a Maleva.
Jazmín empezó a escribir de chica, le gustaba inventar historietas, y a los doce empezó a estudiar teatro porque le divertía, no lo imaginaba como un oficio. Su casa estaba llena de estímulos. Su mamá era profesora de expresión corporal, “una mina muy histriónica”, y su papá, director de cine publicitario. “En mi infancia trabajó mucho. Fue uno de los directores que modificaron el lenguaje de la publicidad en esos años. Para mí era fascinante ir al set, tenía mística”. Cuando terminó la secundaria decidió estudiar dirección de cine porque “sentía que combinaba la actuación, la escritura, la plástica, la danza, la fotografía”, pero entró en un casting de Verano del 98 y durante años se alejó de esa faceta.
Hoy planea tres películas al mismo tiempo. Una de su autoría, que se llama La bestia, y que le gustaría dirigir y protagonizar. También una de terror, El cuerpo, que escribió junto a Gabriel Medina; y otra, Recreo, escrita con Hernán Guerschuny.
Desmadre, tu película anterior, fue codirigida. Esta vez hiciste todo sola, guión y dirección, ¿fue el paso más importante de tu carrera?
Sí. Pistas para volver a casa es más personal, un desafío mucho más grande. Desmadre fue una experiencia clave porque me hizo perder muchos miedos, me dio un entrenamiento muy grande en el set. Me fogueó.
¿Qué querías contar los personajes de Pistas para volver a casa?
Me interesaba que el motor de la historia tuviese que ver con sus limitaciones, que fuera un viaje de transformación. Hablar sobre lo que es tener cuarenta, la sensación de que hay ciertas cosas para las que ya es demasiado tarde. También sobre cómo uno es el resultado de su familia. Y estos dos personajes son el resultado de una familia muy disfuncional, con una madre ausente que desapareció, se hizo humo, y un padre que fue adolescente toda su vida.
¿Vos te sentís así, que hay cosas que ya no vas a poder hacer?
No es algo que indefectiblemente viene con la edad. Tal vez me pasa en algunos aspectos y en otros no. Me siento equilibrada con las cosas que hice, a pesar de que hay muchas que me gustaría hacer. En el caso de los personajes, lo que les pasa es más emocional, más profundo. Son cosas más estructurales de su psicología, que a los cuarenta años ya se cristalizaron, defectos de carácter que ya son difíciles de cambiar.
¿Qué es lo que más te divierte de rodar una película?
Cuando estoy rodando disfruto todo. Es un espacio en el que soy feliz, de principio a fin. Me encanta esa especie de tribu que se arma donde todos luchamos contra las inclemencias, me parece una cosa mágica, muy primitiva. Es algo que no deja de emocionarme y quisiera hacerlo ochocientas mil veces, como actriz, como directora. Pero sobre todo disfruto mucho el laburo con los actores, también pensar dónde poner la cámara.
Empezaste en Verano del 98, un papel que te dio mucha visibilidad, pero ¿elegías los trabajos o agarrabas lo que venía?
Cuando terminé la carrera de cine hacía poco había empezado a entrenar con Julio Chávez, que después fue mi maestro durante ocho años, y estaba enamorada de la actuación, la veía desde un lugar absolutamente nuevo. Antes lo había hecho con Cristina Banegas y Augusto Fernández. Necesitaba trabajar, fui a un par de castings de cine y no quedé, y me propusieron ir a uno para Verano del 98. Yo estaba llena de prejuicios, venía de estudiar cine, de ver la Nouvelle Vague, y de golpe me proponían actuar en un programa como Verano del 98 y me quería suicidar. Mi familia me insistió, y cuando me dijeron que había quedado no sabía si salir corriendo o qué. Sobre la marcha me fui dando cuenta de todo lo que podía aprender. Después un trabajo se fue encadenando con otro y cuando me di cuenta había estado seis años adentro de un estudio haciendo tiras diarias. Ahí se prendió una alarma y paré.
Buscaste un cambio.
Sí, porque me estaba ahogando. Me di cuenta de que no estaba buceando hacia ningún lado, estaba flotando en una superficie. Me fui poniendo más selectiva con los trabajos de actriz. Y fui combinando los trabajos de actuación con la dirección hasta encontrar un equilibrio donde siento que estoy más cerca de lo que quiero contar, más allá del rol que ocupe dentro del set.
¿Te costó cambiar de rol, hacia la dirección?
No fue instantáneo ni natural. Me daba mucho miedo. Habían pasado siete años y sentía que me había quedada congelada en el tiempo. Por eso fui de a poco, me falta aprender mucho. Pero no tengo miedo de filmar, quiero hacerlo cada vez más e ir perfeccionándome.
¿Estás enfocada en tu carrera como directora o querés seguir actuando?
Quiero todo. Quiero seguir actuando y dirigiendo. En lo posible, quedarme todo el tiempo que pueda en un set de filmación. Quiero estar dentro del cine desde todos los roles posibles y ganar mucho espacio ahí.
¿Cómo ocupás tu tiempo libre?
Siempre estoy actuando, dirigiendo o escribiendo. Lo bueno de hacer las tres cosas es que nunca te aburrís. Además tengo un hijo, Manuel, de cinco años. Amo mucho el movimiento, tomo clases de danza, corro, a veces hago canto o teatro.
¿Preferís salir a comer o te gusta cocinar?
No sé cocinar, soy un desastre. Ahora estoy empezando a probar un poquito, pero no tengo el timing. Soy muy ansiosa. Pero me encanta comer rico. Para mí, el mejor programa es salir a comer y charlar. Puedo ir a miles de lugares distintos.
¿Tenés lugares favoritos en la ciudad?
Soy de Colegiales y me gusta mucho mi barrio. Palermo me gusta, pero últimamente está medio insoportable. Me gusta toda la zona del puerto, San Telmo y La Boca. El Barrio Chino, para ir a comprar comida. Últimamente me está copando mucho el río. Descubrí el Parque de la Memoria y voy bastante con mi hijo. Hay un silencio muy lindo y un aire muy limpio. Está bueno. Debería explorar más la ciudad.
¿Te gusta viajar?
Me encanta. Supongo que viajar con una película debe ser increíble, a mediados de marzo Pistas se presenta en el Festival de Cine de Punta del Este y en mayo abre la Semana de Cine Argentino en Cuba. Al tener un hijo chico no sueño con desaparecer durante meses. Me gusta ver la reacción de la gente con la película. Cuando la estrenamos en el Festival de Cine de Mar del Plata fue increíble, porque el público del festival es muy particular: muchos estudiantes y gente grande que está vacacionando.
Cuando se estrene en Buenos Aires, ¿te vas a meter en un cine a ver qué onda?
Sí, me encantaría. Lo voy a hacer. De incógnito, que nadie me vea. Tengo miedo de la mala onda, pero no de que a alguien no le guste o le encuentre errores. Por supuesto que tiene errores, yo los veo. Hacer una película es un espacio de aprendizaje. No lo veo como un espejo donde me miro a mí misma y quiero verme linda. Lo que hagas nunca le va a gustar a todo el mundo. Es imposible. Y si buscás eso cagaste, porque nunca vas a contar lo que realmente querés, siempre vas a contar lo que creés que a los demás les va a gustar.