Cinco hectáreas que son una joya secreta en un territorio enigmático y bellísimo/Crónica de unos días entre vinos de primera, atardeceres únicos y otros placeres/¿Quién es el creador de Casa Pirque y cómo surgió la idea? ¿Qué hace único a este «terroir»? ¿Cuál es la característica de sus distintas etiquetas?/Además: una escala por la quesería del célebre Mauricio Couly, una navegación por las solitarias y azules aguas del Río Negro, y una noche de lechón a la cruz bajo las estrellas.
Un terruño, con características estupendas para la vid, en un lugar poco explorado pero mágico de la Patagonia.
Entre la barda, un río magnífico y vinos imponentes: un viaje hacia la bodega patagónica Casa Pirque, en Valle Azul. Por Azul Zorraquin (texto y fotos, desde Río Negro).
Emprendimos una aventura a Valle Azul, junto a las aguas azules del Río Negro, para conocer el proyecto de Casa Pirque, un viñedo de cinco hectáreas, que fue explorado exhaustivamente por un equipo de agrónomos y enólogos, y cuyas uvas dieron a luz a tres etiquetas de Araucana, un vino de terroir único.
Volamos a Neuquén. La primera parada obligada, a veinte kilómetros del aeropuerto, fue la flamante Quesería Ventimiglia. Nos recibieron con una tabla de quesos, café, fruta; incluso distintos tipos de cuchillo para catar el brie, quesos con hongos en superficie, a cáscara lavada, toscana y bruma de cabra. Mauricio Couly, alma máter de la quesería artesanal (y al frente de La Toscana, uno de los mejores restaurantes de la ciudad de Neuquén), nos habló sobre hormas y otros detalles de producción, “Acá están los enfriadores con la leche a dos o tres grados, de cabra, de vaca, y de oveja. El Queso 4 Esquinas, por ejemplo, es puro de vaca Jersey con corteza tratada, madurado más de un año”. Después de probar los quesos patagónicos deliciosos y de pasear por las cámaras de blandos, azules y semi blandos, seguimos viaje.
«Si bien inicialmente, el equipo creyó que iba a contar con dos calidades, Araucana y Gran Araucana, después de ciertas pruebas, nació una superior, el imponente Araucana Azul: “tuvo que ver con la co-fermentación y el tipo de barrica que usamos, así como también el momento de cosechar; hicimos una ventana de cosecha exagerada, empezamos a cosechar antes y nos pasamos mucho, como para tener una paleta muy grande…»
A 120 kilómetros por la ruta 22, en la zona de Valle Azul, se abre paso el tesoro de una bodega única en Argentina, plantada al pie de la barda, y una pintoresca casa de ladrillo con una galería, que fue acunada por la Condesa Noemí de Cinzano; la eligió, construyó y habitó en 2004, saliéndose, en ese momento, de su zona de confort.
Hoy, en estas tierras, nos recibió Felipe Menéndez, creador de Casa Pirque, quien adquirió y estudió íntegramente el suelo patagónico, a lo largo y a lo ancho, durante diez años: “hicimos muestras de suelo en todas las zonas productivas e incluso en lugares inexplorados de la Patagonia, para poder comparar. Pasaron diez años de inspección, pero cuatro en Valle Azul. En la vitivinicultura es un tiempo prudente, más en una zona tan amplia como la Patagonia, como para tomar la decisión de aterrizar acá”, lo resume Felipe. Y qué buena idea tuvo.
Uno de los puntos más interesantes del proyecto, es que es una bodega de terruño y reproduce el concepto de “Vigneron de Borgoña”: una figura, en este caso Juan Paiva, hace todo el trabajo de cosecha. Es el encargado de la finca y de la bodega, y hace un oficio integral y admirable. La intervención es mínima y por ende el vino es artesanal y único. ¡La tierra se expresa!
El primer día, antes de que cayera el sol y mientras se enfriaba la estepa ardiente, hicimos una excursión por los cañadones rocosos, entre el alto y el medio valle de Río Negro, y conocimos la zona de este viñedo único, plantado sobre suelo de ceniza y calcáreo. Desdoblamos nuestras manos sobre el suelo, para sentir la arena volcánica y escalamos bajo el ala de Felipe, un aventurero empedernido.
«El primer día, antes de que cayera el sol y mientras se enfriaba la estepa ardiente, hicimos una excursión por los cañadones rocosos, entre el alto y el medio valle de Río Negro, y conocimos la zona de este viñedo único, plantado sobre suelo de ceniza y calcáreo. Desdoblamos nuestras manos sobre el suelo, para sentir la arena volcánica y escalamos bajo el ala de Felipe Menéndez, creador de la bodega y un aventurero empedernido…»
La gastronomía de la casa, a cargo de la dulce Andrea Olave, nos deleitó con alfajores de maicena y masitas a la tarde, empanadas caseras, tartas por el mediodía, y milanesas, verduras al horno, y tiernas carnes a la noche. “NICO 2005 By Luca” fue uno de los vinos protagonistas del viaje. El Petit Caro 2018 y el Araucana Malbec 2019, también, por supuesto.
El segundo día nos despertó navegando las aguas solitarias del Río Negro, vadeando entre su calma y su magia. A las once, hubo sándwiches de miga y cerveza, y después un tour por el viñedo y las plantaciones de manzanas y peras, que gracias a la fertilidad de su tierra, permite su justa producción. Respecto a las plantaciones de uva, nos enseñaron: “este viñedo es muy honesto, y nosotros ponemos plantas que ya están adaptadas a este lugar, es decir, hablan el mismo idioma”.
Al final del día, llegó lo más importante: visitar la cava donde sucede la magia de Araucana. Felipe nos guió y nos contó que hoy, el vino viene de una parcela de cinco hectáreas; como el objetivo era tener la mayor cantidad de vinos posibles y mayor diversidad, se aplicaron distintas técnicas sobre ellos, como cortar las puntas de los racimos. “La configuración de esta bodega, nos permite micro-producir; tenemos todas piletas chicas, que ya parten de una segmentación a partir de la fermentación”, nos explicó.
Si bien inicialmente, el equipo creyó que iba a contar con dos calidades, Araucana y Gran Araucana, después de ciertas pruebas, nació una superior, el imponente Araucana Azul: “tuvo que ver con la co-fermentación y el tipo de barrica que usamos, así como también el momento de cosechar; hicimos una ventana de cosecha exagerada, empezamos a cosechar antes y nos pasamos mucho, como para tener una paleta muy grande”, amplió Menéndez. En un lugar tan inexplorado, la manera de ver qué pasaba era hacer distintos ejercicios, prueba y error e ir afinando.
«A la noche, se asó un lechón a la cruz, y llegó la tan ansiada cata del Araucana. Sorrel Williams, periodista gastronómica y sommelier, quien nos acompañó en el viaje, luego de probarlo, acertó: “probar un Malbec en un lugar que parece la luna es increíble. El vino me encanta…»
A la noche, se asó un lechón a la cruz, y llegó la tan ansiada cata del Araucana. Sorrel Williams, periodista gastronómica y sommelier, quien nos acompañó en el viaje, luego de probarlo, acertó: “probar un Malbec en un lugar que parece la luna es increíble. El vino me encanta, tiene unas notas florales y marida impresionante con el chancho”. Rodo Reich, también periodista gastronómico y columnista de MALEVA, dijo: «este vino mueve fronteras. Araucana es un vino intenso, impetuoso, estamos en el medio del desierto y eso se siente en la uva”. Lucía Cordera, sommelier, por último, agregó: “El vino tiene mucha fruta, notas de hierbas como tomillo que tienen que ver con el entorno, y una explosión de sabor”.
Si bien para quien no lo conoce, todo parece casi una casualidad, este proyecto de altísima calidad es el resultado de un trabajo en equipo infernal, de años de exploración, pasión, y de una paciencia infinita que fluye como un caudal hacia un tesoro, el Araucana. “Yo terminé concluyendo que uno no decide casi nada, simplemente va aceptando lo que viene”, dice Felipe, pero también creo que uno acepta y transforma la realidad para llegar tan lejos. Bravo.
Galería: