«Me atañen los aspectos formales de la danza: usarla, enaltecerla, contradecirla. Descubrí que ir en contra de las tradiciones me da más libertad». Pam Tanowitz dixit. Y eso, romper tradiciones, es lo que hizo exactamente esta coreógrafa neoyorkina (46 años, nacida en el Bronx), de danza contemporánea, en su obra «Once With Me (una vez conmigo)», que está presentando – del 17 al 19 de mayo – , en el Faena Art Center de Puerto Madero. Una experiencia performática, «site sensitive», e interdisciplinaria.
¿Ustedes se imaginan un escenario, telón y butacas? No. Cuando se abren las puertas del enorme antiguo silo portuario, los espectadores ingresan y deambulan sin ninguna referencia, únicamente con la intuición de ubicarse, de pie, entre tres tarimas a centimetros del piso distribuidas en el lugar: y en ese archipiélago blanco – todo es blanco, muy, la iluminación, las paredes, estas tarimas – transcurre el espectáculo.
Los dos bailarines principales – Dylan Crossmann y Melissa Toogood -, inician su coreografía. Sus movimientos construyen un delicado, curioso y osado diálogo que parece quebrarse a cada segundo, o busca parecer quebrarse, pero en esa tensión musical y gestual (tensión entre lo clásico y el futuro), se define una armonía que interpela. Que perturba, pero que no deja de ser bella. «Se trata de presentar la danza de manera nueva e interesante – explicó Tanowitz días antes de la presentación -, en mis coreógrafías utilizo formas tradicionales y formas del ballet, pero también ejerzo cierta presión en contra de esas formas». Nunca mejor elegida la palabra deconstrucción.
«Tanowitz por medio del uso de los cuerpos en movimiento, reconfigura el tiempo y el espacio, permitiendo que los pasos y las respiraciones activen historias que esperan dormidas en el interior de las estructuras arquitectónicas», define Ximena Caminos, directora artística del Faena Art Center.
«Una bailarina puede caminar de una tarima a la otra, abriéndose paso entre los espectadores, inclusive fijando la mirada en uno de ellos: «nuestros propios cuerpos como un espacio que construimos y ocupamos». Una interacción inédita en anteriores trabajos de esta coreógrafa…»
Luego aparecen en el campo escénico – en las otras tarimas -, el resto de los bailarines, egresados del taller de danza contemporánea del Teatro San Martín. Y todo se encadena, pero a su vez todo es simultáneo. Alguien puede centrar su atención en una de la tarimas, o en la otra. Una bailarina puede caminar de una a otra, abriéndose paso entre los espectadores, inclusive fijando la mirada en uno de ellos: «nuestros propios cuerpos como un espacio que construimos y ocupamos». Una interacción inédita en anteriores trabajos de esta coreógrafa que realizó presentaciones en espacios que van del Lincoln Center al Guggenheim.
La escenografía estuvo a cargo del arquitecto Sho Shigematsu, del estudio OMA, fundado por el arquitecto ganador del premio Pritzker Rem Koolhas. La estructura fue concebida «como un antiguo reloj de sol, capaz de alterar nuestra percepción del tiempo». La iluminación acompaña la emotividad del site specific, pasando de una claridad total a un destello más íntimo, anaranjado y precuspular. La música corrió por parte del virtuoso compositor neoyorkino Dan Siegler y el vestuario por parte de Jessica Trosman.
El espectáculo es un work in progress de la presentación completa que podrá verse en la inauguración del Fanea Art Forum de Miami y cuyos intérpretes serán integrantes del ballet de esa ciudad.