(Viene de http://bit.ly/1cncx9B) A la mañana, todo cambió. Salí de la carpa y me encontré con un chico de alrededor de siete años, que vivía en la única ger que se veía en el descampado, y con el que había estado jugando la noche anterior, cuando vino con su papá en la moto a saludarnos y darnos la bienvenida. Gers se llaman las casas circulares tipo iglú pero hechas de madera y telas, en las que viven las familias nómades en esta zona del mundo. Le hice señas que todos dormían al chiquito, así que me agarró de la mano y me llevó a su casa, donde estaba su hermana y padres desayunando. Me invitaron, y contentísima acepté. Tratábamos por señas y mímica de hacernos preguntas. Empecé a entender la razón de la hospitalidad de los mongoles. Más allá de la lindísima gente que son, sería imposible mantenerse vivos en esas condiciones de frío extremo, distancias abismales entre una ger y otra, y condiciones de vida tan básicas, si no se ayudaran. Creo que no sobrevivirían.
Aunque estaba feliz de poder vivir este desayuno improvisado, que cualquier turista sueña en estos viajes, fue la iniciación a la comida mongola: la más espantosa que comí en mi vida. Difícil explicar esto, pero fue un mes culinario complicado. Todo tiene carne, pero no es tan terrible esa característica para una argentina. El problema es que la carne, de cabra, caballo, o yak, es grasa pura, y no grasa rica. Por otro lado, adiós a las frutas o verduras. No hay, salvo en las ciudades. Líquidos: leche, de cabra, yak o vaca, pero fermentada. La acidez misma servida en una tasa. Por lo tanto, nuestra vida fue arroz, pasta, galletitas y más galletitas. Mucho carbohidrato y ni una vitamina o proteína, lo cual para los chicos no era terrible, pero nosotras lo sufríamos. Y con el frio, comíamos el triple que de costumbre.
«Fue un mes culinario complicado. Todo tiene carne, pero no es tan terrible esa característica para una argentina. El problema es que la carne, de cabra, caballo, o yak, es grasa pura, y no grasa rica. Por otro lado, adiós a las frutas o verduras.»
Dawa tenía predilección admitida por Amit y por mí. Amit porque, la verdad que era muy eficiente, y fue el encargado natural de juntarse con Dawa todas las noches a revisar mapas, caminos, tiempos y definir donde dormir cada noche. Era quien mantenía el schedule, y Dawa lo respetaba y lo terminó queriendo. Y yo, ni idea porque, creo que le divertía mi esmerada forma de hacerme entender con onomatopeyas y mímica, dado que su inglés era muy limitado. Yo era una hincha pelotas tratando de encontrar, cada vez que pasábamos por un pueblo a reaprovisionarnos de alimentos y una ducha tibia, un ATM que aceptara tarjeta American Express, difícil tarea en Mongolia. Al final, Dawa solito un día antes de llegar a los pueblos hacia sus llamados telefónicos para informarse si había o no ATM, y donde.
El viaje fue una semana en Van en el desierto de Gobi, otra a caballo en centro del país, y otra en van nuevamente para visitar los lagos del norte, todos los paisajes fascinantes. Yo estaba muy ansiosa con la idea de andar a caballo en Mongolia – ¡atentos: lugar del mundo de donde son originarios los caballos!– pero el inconveniente frío casi termina conmigo en esta travesía. El último día a caballo empezó a granizar, y estuvimos tres horitas abajo de un árbol esperando que nuestros guías, unos niños de dieciséis años, que nos trataban para el demonio, se levantaran, hicieran su carpa y ayudaran a ensillar ¡Se rebelaron! Estaban fumando en la carpa y decían cosas incomprensibles a nuestros oídos, en mongol. Cuando finalmente emprendimos la jornada, yo ya estaba empapada y cansada -por mi vestimenta inadecuada y durmiendo poquísimo las últimas 2 semanas-, así que sentía el frío en los huesos.
Lo único que quería era poner al caballo a galopar y que me llevara solo, pero las criaturas endemoniadas, los guías, no me dejaban, me amenazaban con “te corto el cuello si galopas”. No es difícil hacer señas para amenazar a alguien de esa manera. Suena absurdo pero eran bastante agresivos estos chicos, y por otro lado tenía sentido no galopar porque los caballos que llevaban nuestras cosas (carpa, mochilas, comida), si se desbocaban, perdíamos todo. Ya había pasado tres días antes. En fin, íbamos al trote y yo mirando para abajo lloraba de la desesperación del frío. Más tarde, me contaron que yo tambaleaba arriba del caballo, y los demás me gritaban preguntándome si estaba bien, pero no les respondía. De repente veo a Amit frenando a mi caballo «Joe, please tell me something». Me desplomé, y no me acuerdo más nada. Desperté en una ger con Amit, Jenn y Charlie poniéndome frazadas y frotando pies y manos. La señora de la ger, dándome tea milk – fermentada o no me bajé no sé cuantos litros de leche caliente. Los ya odiados adolescentes guías se reían; claro, para ellos ni siquiera era el periodo más frío, teniendo eneros con – 30 o – 40C. Finalmente abandonamos caballos ese último día y vino Dawa, nuestro amigo ¡y héroe a esta altura! a buscarnos con nuestra querida Van rusa. Entró a la ger súper preocupado y dijo «Joe, go, car home no cold».
«Yo estaba muy ansiosa con la idea de andar a caballo en Mongolia – ¡atentos: lugar del mundo de donde son originarios los caballos!– pero el inconveniente frío casi termina conmigo en esta travesía.»
Charlie y yo dormimos 5 noches en gers, con familias, aunque a Amit no le encantara nuestro «abandono» al grupo. Suena un poco caprichoso de parte del sargento, pero no iba por ahí la desilusión. Creo que Amit es de esas personas que es capaz de dar al otro todo lo que necesite para que esté bien, súper cariñoso, pero necesita compartir. Su espíritu de grupo era enorme, y más en situaciones difíciles. De todas maneras nuestra necesidad de una estufa, aunque las paredes de las ger fueran de telas y los huecos gigantes, eran más grandes que las ganas de contentar el espíritu de grupo y carpa fan de Amit. Y para reforzar nuestra decisión, fueron las noches más divertidas para todos, charlando, cocinando, comiendo y tomando vodka adentro de la ger, en vez de a la intemperie.
El último día fue glorioso. Habíamos decido pasarnos al vodka barato, el local, y a Charlie la liquidó. Así que esa mañana diarrea importante. En este tipo de viajes, todos estos temas se hablan, no sólo porque puede ser peligroso, sino que también por el bien de todos hay que tratar de solucionarlo, porque al compartir tantas cosas, se contagia. En fin, Charlie no podía emprender un día de Van a los saltos por esos caminos. Pero había que volver porque teníamos que devolver la camioneta esa noche. Dawa nos trajo un mongol a la ger donde Charlie estaba acostada, que nos muestra un colgante, que a mí no me decía nada, más bien me hacía acordar a un raperito con colgantes. Pero dijo la palabra clave: SHAMAN. Aceptamos, y empezó al estilo chino a hacer todos los sonidos pre-vomito. Bien fuerte, bien forzado, bien desagradable. La idea era que el «recibía» todo lo que estaba pasando en la panza de Charlie, con solo apretarla con su mano. Después de unos minutos de filarmónica, nos pidió la botella de vodka, tomó un sorbo, y levantó la remera de Charlie. Ella a los gritos » ¡me va a escupir!» y nosotros «calm down Charlie, he will not spit on you». Forcejeo y más forcejeo, hasta que Patty la convence.
El tipo seguía con el vodka en la boca, y frente a la mínima duda de Charlie, aprovechó y ¡le escupió todo en la panza! Yo ya no podía contener la risa, y tuve que salir un momento de la ger. Nos hace signo de «bien, bien, está largando todo». Sirve un vasito con vodka y escupe en el vaso. Charlie no veía, pero escuchaba….y gritaba «¡not again, please!». Le pide que tome el líquido del vaso. Todo era medio a las apuradas, no sé si porque el tratamiento tiene tiempos específicos, o porque lo esperaban en la casa con la comida servida. Forcejeo nuevamente, y Patty, el hombre más polite del mundo, que no quería hacer sentir mal al Shaman, trataba por todos los medios que la novia tomara la asquerosidad «just pretend it Charlie». Imaginen sentirse fatal y que encima te zarandeen, te escupan, te obliguen a tomar lo que te enfermó y encima escupido. En fin, para nosotros un gran show, pobre Charlie, ¡estaba en shock! Fue uno de esas anécdotas que siempre nos van a sacar una sonrisa cuando la recordemos.
De vuelta a UB, cada uno tomó su camino: Rusia algunos, China otros, y yo oeste de Mongolia. Mi intención era ir a las montañas Altai, que tenía entendido que eran espectaculares. ¡Las conoceré otra vez porque no logré subirlas! Olgii, el lugar más cerca de donde se accede a Altai en ese momento era un desierto de turistas, y sola no se puede hacerlo, salvo que seas señora Robinson Crusoe. La única vez que realmente quería turistas, no estaban.
«Dijo la palabra clave: SHAMAN. Aceptamos, y empezó al estilo chino a hacer todos los sonidos pre-vomito. Bien fuerte, bien forzado, bien desagradable. La idea era que el «recibía» todo lo que estaba pasando en la panza de Charlie, con solo apretarla con su mano. Después de unos minutos de filarmónica, nos pidió la botella de vodka, tomó un sorbo, y levantó la remera de Charlie. Ella a los gritos » ¡me va a escupir!»
Lo único que había de extranjero en el pueblo era Dominic, un inglés que esperaba hace días unos amigos que lo » pasaban a buscar» en un jeep, pero estaban varados en la frontera con Rusia, y Glen y Paul, otros ingleses, que venían de hacer el rally London – Mongolia en un buggy, que parecía de juguete. Se habían cruzado toda Europa y Asia central, durante mes y medio y a 3 días de llegar a la meta, en Ulan Bataar, el buggy buggy se murió definitivamente. Así que estaban también varados, organizando como llevar de nuevo el autito desde este pueblo remoto a UK. No había nada que hacer en ese pueblo, ¡nada! Pero nos divertimos tomando sol, cervezas, y hasta encontramos un casamiento, donde obviamente nos colamos y bailamos un poco. Últimos dos días nos fuimos con Dominic y otro inglés que acababa de llegar a las montañas. Dormimos en la ger de una familia lindísima. Me dediqué a ayudar a la señora a cocinar, ordeñar vacas para el desayuno y demás quehaceres diarios. Lindo, pero quedó en el tintero Altai.
Vuelvo a UB y semana de complicaciones burocráticas: mi visa de Mongolia se vence, la agencia de turismo de Kazakstán a la que le gire plata para la carta de invitación me dice que tuvieron un problema y no me pueden mandar la carta, y por lo tanto la visa no me la dan. Cancelación de pasaje, todo a las apuradas, no hay embajada de otro país de Asia Central en UB, me tengo que ir ¿pero a dónde? Me entero de casualidad que hace menos de un mes cambiaron la legislación de Kirguistán y ahora aceptan hacer visa on arrival, en el aeropuerto. Me voy a entonces para allá, pero pagando un fee por estar ilegal en Mongolia. Así se terminó Mongolia, con más condimentos de los que me pensaba, y con ganas de volver en algún momento. Para mí tiene algo mágico y misterioso.
Crónicas de Oriente de Josefina Winograd:
1 – Myanmar, la tierra de los monjes, primera entrega: http://bit.ly/YC7CVu
2 – Myanmar, la tierra de los monjes, segunda entrega: http://bit.ly/WDVqU7
3 – Macau y Hong Kong, China en portuñol y China NYC: http://bit.ly/15WdgaO
4 – Because this is China (tierra adentro): http://bit.ly/ZdxYy2
5 – Usos, costumbres y manías de los chinos: http://bit.ly/ZZmRZd
6 – En Van hacia la fascinante estepa de Mongolia (parte uno): http://bit.ly/1cncx9B