En Buenos Aires, están los «bares del momento» y está Festival (diez años de un equilibrio encantador y precursor)

Uno de los bares más icónicos de la nueva escena porteña cumple una década y lo volvimos a visitar para conversar con uno de sus fundadores y comprobar que sigue a pleno/Una barra que impuso tragos en toda la Ciudad, su búsqueda músical distintiva, y su «laboratorio» artístico/¿Dónde está la verdadera magia de este lugar?/Además: qué son los «No Dj´s y el proyecto que está craneando el grupo detrás de Festival para el museo Malba

La barra de Festival fue una de las pioneras en popularizar el Gin Tonic.

En Buenos Aires, están los «bares del momento» y está Festival (diez años de un equilibrio encantador y precursor). Por Camila Barreiro. Fotos: Sebastián Angel para MALEVA.

Hay bares “del momento” y hay lugares que trascienden los tiempos hasta transformarse en clásicos modernos. De esos que “son de fiar” pero siguen encontrando la manera de sorprender. A mitad de la calle Gorriti al 5700, en lo que supo ser un ph típico de esa zona de Palermo, se encuentra Festival. Un espacio que combina el aire libre con el estilo industrial, las luces bajas con composiciones led que bailan acordes a la atmósfera, ciclos de electrónica y 100m2 de galería de arte. Todo en Festival está programado para existir, invitar, recibir y volverse hogar de quienes, por curiosidad o azar, lo visitan (y siguen descubriendo) desde hace diez años. 

Hernán Buccino, uno de los fundadores del bar y curador del espacio, está sentado en una de las últimas mesas del bar, en un sector que antes funcionaba como una carpintería. Mientras toma una copa de vino, señala a su derecha e indica que allí es donde suelen tocar los DJ, el momento que él aún elige “como cliente”. Los sábados hay un ciclo curado por Bandini que se llama “Mar Sonoro” e invita a conocer DJs y no djs que maridan con el cóctel clásico de la casa, el Non Ricordo (blend de rones, bitter clarificado y dash de jugo cítrico, coronado con gelatina picante de pomelo).

“Yo no me acuerdo de qué vi hoy en Instagram, pero si conozco a alguien hoy en el bar, seguro lo recuerde por mucho tiempo. Eso creo que pasa en Festival”, analiza junto a MALEVA Hernán sobre el aniversario de su bar.

“Justo da la casualidad de que, como en todas las vueltas culturales, a diez años de su apertura Festival vuelve a encajar perfecto con un retorno de la electrónica. Tenemos una construcción de un relato musical que no existe en otros lados y se valora por ocurrir en un bar. Al no estar de moda ni en decadencia se logra comunión”, le explica a MALEVA Buccino que siempre busca “tener esa vida fresca y rebelde que debe tener la noche…»

Festival arrancó cuando su “hermano” Soria ya tenía tres años. En ese momento, la explosión que significó el equilibrio entre una coctelería más cercana a la hotelería y algo cálido fue el motor de la búsqueda de nuevos horizontes. “En Soria la novedad era la programación de musicalizadores. Ahí vi nacer a los «no Dj´s», pero me pongo en duda de si es donde lo vi yo o donde efectivamente nació. Uno a veces cree que es original con cosas que pasaron hace 30 años”, recuerda Hernán sobre los comienzos. Por «no Dj´s» Hernán se refiere a gente diversa que pasa música sin ser profesional de las bandejas, gente creativa, artistas, y demás, que arman sets sin tener el título: «yo soy un no Dj, vos podés ser un no Dj».

Para diferenciarse de ese look berlinés veraniego, con plantas que entran a las casas y gente de fiesta, es que nace Festival. Con una búsqueda más urbana que coqueteaba con el Palermo más barrial y los vecinos que, de a poco, empezaban a entender lo que significaba el “quilombo”.

A diez años de su apertura, Festival mantiene la búsqueda que lo vio nacer: profundizar un estilo musical más cercano al new disco, house, rock mezclado con electrónica y el estallido del indie. Una mirada elegante y misteriosa de la noche, que se entrelaza con el arte contemporáneo que ese público sensible desea ver. Toda la zona techada del bar es, a su vez, el piso del Laboratorio Festival, que expone diversas piezas en casi los mismos horarios en que está abierto el espacio.

“Justo da la casualidad de que, como en todas las vueltas culturales, a diez años de su apertura Festival vuelve a encajar perfecto con un retorno de la electrónica. Tenemos una construcción de un relato musical que no existe en otros lados y se valora por ocurrir en un bar. Al no estar de moda ni en decadencia se logra comunión”, explica Buccino que siempre busca “tener esa vida fresca y rebelde que debe tener la noche”.

«La barra, por su parte, fue propulsora de un boom que hoy es “vox populi”: el gin tonic (sí, tener diez años te hace ver la ola antes de que sea parte del mar). “Cuando no era obvio, logramos que el consumo de gin tonic sea mayor que el de fernet. Hacíamos ‘el degollado’ que se servía en una botella grande de gin cortada a la mitad como parodia al viajero”, recuerda Hernán que también vaticinó los vermuts en Soria, siendo de los pocos clientes de una distribuidora que pedía Cynar…»

Un bar repleto de arte, no deja de ser un bar. Y Festival siempre se caracterizó por recibir a muchos gastros que acudían por una copa después de sus servicios. “Estamos conectados con la gastronomía desde el lugar más secreto”, confiesa Hernán. Por eso, la carta contó con la asesoría de personajes que hoy “tienen los mejores lugares de Buenos Aires” y trata de encontrar un equilibrio entre chanchada y calidad (sí, todo en Festival es sobre el equilibrio de gustos, momentos y oportunidades).

La barra, por su parte, fue propulsora de un boom que hoy es “vox populi”: el gin tonic (sí, tener diez años te hace ver la ola antes de que sea parte del mar). “Cuando no era obvio, logramos que el consumo de gin tonic sea mayor que el de fernet. Hacíamos ‘el degollado’ que se servía en una botella grande de gin cortada a la mitad como parodia al viajero”, recuerda Hernán que también vaticinó los vermuts en Soria, siendo de los pocos clientes de una distribuidora que pedía Cynar.

Así como Festival y Soria, Hernán va formando equipos con diferentes socios a los que denomina como “empresarios artesanales de la escuela tana”. Son amigos que se divierten mientras recorren locales e idean nuevos momentos de consumo. “Ahora, como primicia, estamos abriendo Coronado, el restaurante del Malba, con Martín Lukesch (chef). Estamos muy ansiosos por ponerlo en valor, seguro abramos en primavera”, adelanta.

Entre la música, los artistas y la galería de arte, Hernán parece no haber abandonado su puesto como programador artístico que lo acercó a la gastronomía hace ya trece años y hoy lo deja al frente de dos de los bares más resilientes de la ciudad. “En un punto pienso en lo que a mí me importa de un bar. Considero a la gastronomía una experiencia completa, donde lo que importa es el momento, lo real. Y lo real está en el placer de una noche; donde – sin subestimar el comer y el beber – la magia está en sus personajes, en quién se te sienta al lado y las anécdotas”, termina y espera a que se apague el grabador para preguntar a dónde salimos nosotros, porque como buen disfrutador serial, sabe que todo está por descubrir y ser descubierto a la vez.

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