El placer al alcance de la mesa: ocho nuevas aperturas de restaurantes y cafés en Buenos Aires que encienden la escena gastronómica

Desde Villa Crespo hasta Caballito, pasando por Bajo Belgrano y Palermo, estos nuevos espacios despiertan todos los sentidos: bistrós con alma clásica, taperías fieles al sabor español, cafés que parecen casas, un rooftop en un edificio centenario, bowls de açaí al estilo Miami y panes y tostadas con guiños australianos. Cada apertura es una invitación a descubrir historias y sabores únicos en la ciudad.

Una estética con mucho encanto – y que relaja -, en Brickell Café. 

El placer al alcance de la mesa: ocho nuevas aperturas de restaurantes y cafés en Buenos Aires que encienden la escena gastronómica. Por Fiamma Zampino.

“Los restaurantes hacen feliz a la gente”, dice Carmy en The Bear. Y basta mirar alrededor para comprobarlo: en cada esquina, una apertura nueva nos recuerda que el placer sigue estando al alcance de la mano. Comer no es solo un acto cotidiano: es una experiencia, un ritual compartido, un instante de disfrute que se reinventa con cada menú y cada espacio que abre sus puertas en la ciudad.

Incluso en tiempos en que la economía real se vuelve cuesta arriba, las mesas siguen llenándose, las reservas no paran y las aperturas sorprenden. Hay algo de resiliencia y también de deseo: salir a comer es refugio, celebración, pausa y encuentro. Mientras algunos locales bajan la persiana, otros llegan para llenar de vida calles y esquinas con barras tentadoras, aromas que invitan a detenerse y propuestas que hacen olvidar, al menos por un rato, las preocupaciones.

Desde la calma de Bajo Belgrano hasta la energía de Palermo y la cultura bohemia de San Telmo, estas ocho aperturas nos recuerdan que la ciudad nunca deja de latir ni de reinventar su manera de saborear el presente.

“Los restaurantes hacen feliz a la gente”, dice Carmy en The Bear. Y basta mirar alrededor para comprobarlo: en cada esquina, una apertura nueva nos recuerda que el placer sigue estando al alcance de la mano. Comer no es solo un acto cotidiano: es una experiencia, un ritual compartido…»

1) Mambo restorán: un galpón reciclado y una carta atravesada por la identidad argentina (pero con destellos cosmpolitas). / Malabia 820 – Villa Crespo.

En un galpón reciclado, que hasta hace un año atrás albergaba grúas – y cuyo segundo piso, cuenta la leyenda, fue alguna vez la vía de escape de un marido coleccionador de autos con sus amigos para tomar y apostar -, nació Mambo. El nuevo proyecto de Santiago Pérez —el chef criado en Lobos, entre ríos, tambos, bosques y fuegos— lleva apenas un mes abierto y ya se convirtió en uno de los lugares más buscados: noche tras noche, el cupo se llena.

La propuesta es clara y con carácter: una carta fija atravesada por identidad argentina, que rota según lo que dicta el producto y lo que Pérez fue absorbiendo en su carrera. Pan y manteca caseros, salchichas elaboradas desde cero y un fuego omnipresente marcan el pulso de la cocina. Entre los hits: un repollo trabajado en múltiples procesos que se transforma en un platazo, unos porotos pallares en caldo con grelos que sorprende para los que le tienen idea a esta legumbre y un pollo a la parrilla especiado con arroz crocante que reinterpreta el clásico arroz con pollo.

La barra acompaña con cócteles clásicos reinterpretados, inspirados en las historias y paisajes de la infancia del chef. La apuesta es arriesgada pero enfocada: raíces locales, destellos cosmopolitas y una impronta que hace que, con apenas semanas de vida, Mambo se perfile como uno de los proyectos más sólidos y comentados del año.

2) Silvino: paté, estofado y “la parte rica del flan” en un local con calidez humana. / Guevara 421 – Chacarita.

En el espacio donde hasta hace poco funcionaba Sede Whisky, ahora late Silvino, el nuevo bistró del chef Gaspar Natiello y los artífices de exitosos emprendimientos como Madre Rojas, Sifón y Ostende. Abierto a principios de agosto en Chacarita, ya se ganó un lugarcito en la agenda gastro de la ciudad: mesas redondas con sillas Thonet, pisos de cerámicos, espejos que multiplican la luz cálida y velas encendidas que invitan a quedarse largo rato. Todo pensado para recrear ese clima de restorán clásico – con un twist joven -, que hace sentir cómodos a los habitués y a los que llegan por primera vez.

La cocina lleva la firma de Natiello, un chef que muchos recuerdan por Ajo Negro y que ahora vuelve a escena con un menú corto, estacional y con mucho de artesanal: paté de pollo con dulce de peras y pan tostado que evoca lo casero de siempre; estofado de ternera con puré cremoso y chauchas que calienta el alma; papa rosti con salsa bearnesa y crocante de panceta que enamora a los más golosos; o langostinos en beurre blanc con pan de maíz que viajan directo a Francia pero con guiños locales. Y para el final, la “parte rica del flan”, versión reinterpretada del postre más querido de la mesa argentina.

Con un nombre que homenajea a ese personaje entrañable que siempre encuentra tiempo para cocinar y compartir, Silvino propone cocina generosa, sin artificios y con calidez humana.

3) Chez Janu: café, tienda y refugio a puertas abiertas: un lugar que no grita tendencia sino que susurra cosas lindas al oído. / Echeverría 1310 – Bajo Belgrano.

Sobre la calle Echeverría, a la altura donde Belgrano respira más bajito, abrió hace apenas dos meses un lugar que parece existir desde siempre. Chez Janu – «en lo de Janu», en francés – es café, tienda y refugio. Su creadora, Janu Rodríguez, después de un proceso de búsqueda que suele llegar con la tercera década y tras un sacudón pandémico, dio forma a su deseo de crear un espacio propio con identidad, calidez y cuidado.

Todo invita a quedarse: el café servido sin apuro, el agua marca Morgade, el bagel servido aparte con cottage, kale, huevo, palta y arándanos, los objetos seleccionados con ojo sensible y una atmósfera que mezcla lo chic con lo íntimo. Estantes blancos exhiben piezas como en un museo de lo cotidiano, una mesa auxiliar roja parece salida de un mercadito parisino y tejidos de colores hablan de hogar, de comida, de juego. Las pocas mesas del lugar refuerzan esa sensación de tranquilidad y refugio, permitiendo que quien lo visite se sienta acompañado sin perder la intimidad.

Chez Janu no busca gritar tendencias, sino susurrar cosas lindas al oído. Un rincón nuevo que confirma que, en Buenos Aires, los lugares que hacen feliz siguen naciendo —y que todavía existen cafés que se sienten como casas.

4) Casa Luis: tortillas, huevos rotos y vermú para sentirte en España sin salir de Caballito. / Méndez de Andés 1002 – Caballito.

Aunque no es completamente nuevo, Casa Luis merece un lugar en MALEVA: esta tapería española en una esquina soleada de Caballito ya se ganó la atención del barrio. Nació de la búsqueda de dos amigos, ambos Matías, por traer a Buenos Aires la experiencia española más genuina. Nada de fusiones, nada de argentinizar la tortilla: acá la consigna es simple, tapas como en Madrid o Barcelona. Vermú y cerveza que no paran de salir, tortillas esponjosas, rabas crocantes, huevos rotos de los que se recuerdan.

Además, acaban de estrenar un salón con cava, y de vez en cuando la calle se llena con paellas y noches de flamenco, recordándonos que en este rincón porteño se siente, de verdad, España.

5) Brickell Café: el nuevo rincón saludable que trae una dosis de Miami al ritmo porteño/ Una pausa nutritiva y canchera. / Soler 6048 – Palermo.

“Yo la conocí en Brickell, Miami”, canta Bad Bunny, y algo así les pasó a sus dueños: Nicolás Maggi y Federico Taiah, dos amigos «gymbros», trajeron la cultura de la ciudad latina de La Florida, a Palermo. Brickell Café es un «hotspot» saludable con estética limpia, madera clara, plantas y detalles artesanales que transmiten Pura Vida. La luz atraviesa el deck al aire libre, la mesa comunitaria invita a compartir, el living seduce a quienes quieren trabajar o relajarse, y el box con mesas individuales ofrece intimidad.

El menú está pensado para comer rico, sano y lleno de energía: bowls frescos, protein shakes y brunchs cuidadosamente elaborados. Lo que hace único a Brickell es su escucha activa: adaptan los platos según el deseo del comensal, reinventando la experiencia a cada visita. Es un lugar que ya se ganó el corazón de runners, yoguis y vecinos en busca de una pausa nutritiva y canchera. ¿Un imperdible? El açaí bowl y el iced latte con proteína.

6) Manly: de las medialunas en Australia al café fusión en Buenos Aires. / Av. Olazábal 1771 local 208 – 209 – Barrio Chino de Belgrano.

Todo empezó en Australia, en plena pandemia. Cristina Dai y su socia Macarena Guastaferro habían llegado con una visa work and holiday, pero sin poder volver a Argentina ni conseguir trabajo allá, decidieron arrancar un emprendimiento de pastelería casera. Empezaron vendiendo medialunas, siguieron con tortas y terminaron armando una línea de alfajores con packaging propio que enviaban por todo el país. En cada fecha especial lanzaban boxes temáticas —con pastelitos para el 25 de mayo o galletas navideñas con sabores australianos— y el proyecto no paró de crecer.

Con la idea fija de abrir su propio local, decidieron volver a Buenos Aires y hacer el camino inverso: si en Australia vendían productos argentinos, acá querían fusionar café australiano con pastelería asiática. Así nació Manly, un spot con estética minimalista sabores que sorprenden (como su adictivo Korean toast) y un espíritu viajero que se cuela en cada receta. Un café que trae un pedacito del mundo a la ciudad.

7) Foga Ahumados: carnes ahumadas como protagonistas absolutas / Honduras 5098 – Palermo.

En la esquina de Thames y Honduras, Foga es la nueva parrilla de Palermo donde el humo es protagonista absoluto. Instalado en una casona de tres pisos con detalles originales y estética cálida, este restaurante propone una experiencia centrada en técnicas de ahumado artesanal y cocción lenta. Desde el primer vermut de cortesía hasta la última cucharada de mousse de chocolate, todo pasa por el fuego y la paciencia: brisket cocido por más de 14 horas, ribs, vegetales al rescoldo y entrepanes con pastrami o pulled pork que combinan lo local con lo mejor del barbecue americano.

La carta se completa con más de 300 etiquetas de vino en una cava a la vista, cócteles de autor y una panera de elaboración propia que llega con dips caseros. La terraza, el patio con cocina a la vista y los distintos salones —todos con una identidad propia— hacen que cada visita se sienta única. FOGA está abierto todos los días desde el mediodía, y se perfila como el nuevo lugar para quienes buscan sabores intensos, atmósfera relajada y fuegos encendidos en pleno Palermo.

8) La Terraza de La Carbonera: nuevo rooftop – con platos a las brasas -, en un edificio centenario. / Carlos Calvo 299 – San Telmo.

En lo alto de un edificio centenario de San Telmo, donde alguna vez se apilaba carbón, hoy se enciende la brasa. La Terraza de La Carbonera abre sus puertas con paredes y techo de vidrio que dejan entrar toda la luz del barrio, mesas de madera, sillas de pana bordó y una barra visible rodean la cocina abierta, donde el fuego domina cada preparación. Desde el café con pastelería casera hasta la “hora del vermú”, cada detalle invita a quedarse, mirar la ciudad desde otra altura y disfrutar del ritmo pausado de un lugar que combina historia con diseño contemporáneo.

La propuesta gastronómica juega con sabores tradicionales porteños reinterpretados con técnicas modernas: cordero braseado, arañita al horno de leña, empanadas de langostinos y provoleta con paté de morrones son solo algunas de las tentaciones. Postres como el flan de leche ahumada o la pavlova con curd de limón cierran el recorrido con dulzura. Cada rincón de esta terraza transmite calidez, luz y cercanía, y logra que, al instante, te sientas parte del barrio y de su historia.

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Fotos: son todas gentileza para prensa de los locales mencionados.