Desconexión total a sólo 45 minutos de Capital Federal. El Mercado de Maschwitz – sobre la calle Mendoza – en Ingeniero Maschwitz es un circuito de locales gastronómicos, de diseño y de arte, que en los últimos tiempos se convirtió en un imán para los vecinos de esa zona (muchos de countries y barrios privados). Polo gastronómico de la zona, es la opción perfecta para escaparle al famoso Nordelta Center alias «Miami Beach en los años 90” (no es que tenga algo en contra de los locales de Nordelta, es simplemente cuestión de gustos).
En Mercado pueden encontrar lugares de comida orgánica, parrillas, locales de sushi, de comida árabe, de delicatessen, una heladería artesanal, un restó especializado en chivitos uruguayos, comida mexicana, así como también encontramos el atélier de Milo Lockett, el taller de la artista plástica Inés Repetto, lugares de decoración vintage y hasta un shopping hecho con containers, en pocas palabras: para elegir, entretenerte y disfrutar, tenés seguro. Además el circuito- ya existe hace tres años- tiene una onda vintage muy particular, con aire de campo, construcciones recicladas con locales de madera patinados en distintas tonalidades, un clima descontracturado y de disfrute.
Estos son algunos lugares que no tenés que perder de vista en el Mercado de Maschwitz:
Con sillas de todos los colores y estilos, Cata es uno de los lugares más concurridos del paseo. Elegido por sus platos gourmets, cerveza artesanal y vinos de autor, Cata también se destaca por sus quesos, dulces caseros, degustación de vinos y tapas. La onda del local es un estilo vintage, con muebles viejos y publicidades de los años 50, tapas de discos de pasta y botellas antiguas. Si está linda la noche te recomiendo que te sientes afuera, te pidas una cerveza artesanal y disfrutes de la vegetación que acompaña al lugar. No dejes de probar: La ensalada Thai de langostinos grillados con papaya caramelizada, verdes y vinagreta oriental.
Ubicada en el corazón de la primera galería de la calle Mendoza, la parrilla Ley Primera es conocida por sus carnes y su respeto a la cocina clásica y tradicional. Acá no vas encontrar platos ultra sofisticados, sino un verdadero asado de campo hecho a leña o algunos platos cocinados al horno de barro. Ambientado con vidrios de colores, paredes de madera y techos de chapa, la parrilla casi siempre está llena así que armate de paciencia, andá a darte una vueltita y mentalizate para comer una carne que es mantequita.
A tener en cuenta: hacen un matambre que esta cocinándose durante 8 horas en un horno de barro, eso y sus papas fritas se llevaron mi corazón.
Ideal para desayunar, tomar el té o simplemente calmar cualquier tipo de antojo goloso. No solo tiene una variedad dulce de todo tipo y color sino que la atención realmente es cálida y atenta. Para los más dulceros sepan que pueden encontrar distintas tortas, budínes, muffins, mousse, alfajorcitos y mini tartines entre otras ricuras. También hay opciones saladas como scons de queso, tostados , huevos revueltos y medialunas de jamón y queso. Ideal para sentarte a leer un libro, tomarte un licuado, un jugo o una limonada y disfrutar de algún postre fresco y hecho con amor. El lugar realmente está pensado para que la gente lo disfrute, se tome su tiempo y se relaje.
Datito de color: venden unos dulces artesanales que son un buen regalo para cualquier amante de las tostadas.
Sí, el famoso La Anita del Bajo de San Isidro tiene su segunda versión en Maschwitz. Aquí empezó funcionando como un almacén orgánico vendiendo diferentes aceites, semillas, vinos, tomates secos y pastas y terminó – tal y como su local madre sanisidrense siendo uno de los restós más populares de la galería. Lo que plantean es una carta puramente vegetariana, de mariscos y de peces (de río y de mar). Todo es muy fresco dado que las verduras que usan son de mercados vecinos y la comida es cocinada en el momento. Hay todo tipo de ensaladas, quesadillas, tartas, pastas , salmón, risottos y platos estacionales ofreciendo la pesca del día. Las limonadas y los jugos orgánicos son mucho más ricos que cualquier gaseosa de marcas que ya conocemos, animate y probá alguno.
Haceme caso: si vas a La Anita pedite el plato de rabas, mejillones y ensalada verde.
Gran lugar para escuchar Jazz al aire libre y disfrutar de la mejor comida norteamericana. No solo hay papas en canastas, aros de cebolla, hamburguesas XL, panchos con todos tipo de toppings, chivitos uruguayos, pastas, pollo en todos sus formatos sino que Zeppelin tiene incorporado en la parte de atrás una heladería artesanal. Así que todos los postres, sean panqueques, brownies tortas o ensaladas de frutas los podés pedir con el imbatible helado artesanal que hacen. Tenés para elegir entre 40 gustos entre ellos el mousse de limón con frutillas, el dulce de leche de campo y la crema sambayón hecha con Malbec. Toda la comida está hecha en el día. Tiene un patio en el fondo de la galería con mesas y sombrillas para disfrutar la tranquilidad de la naturaleza.
Para las mentes gorditas: recomiendo sin lugar a dudas la milanesa con fideos con pesto, inolvidable.
El artista plástico chaqueño también se sumo al paseo más conocido de Maschwitz. Caminar por la galería y encontrarte con las inigualables caras de Milo Lockett, claramente te alegra el paseo. El artista abrió el espacio de arte luego de haber pasado un verano en una casa que alquiló por la zona y como muchos otras personas se enamoro de la galería. Si tenés suerte te podes encontrar con Milo pintando en vivo, también podes comprar sus obras o simplemente disfrutar por la ventana del artista contemporáneo.
Este local es un verdadero túnel del tiempo. Entrás y te podes encontrar con la vajilla de porcelana que usaba tu abuela, cuadros, lámparas antiguas, muebles viejísimos y electrodomésticos prehistóricos, hasta copas de cristal. La casa de antigüedades es concurrida tanto por coleccionistas, como nostálgicos, al igual que por gente común y corriente que solo va a visitar los tesoros perdidos que viven en el local. Por más que no vayas a comprar nada te recomiendo que entres por un rato y juegues a adivinar de donde puede venir aquel plato francés o algún candelabro antiguo.