"EL LUJO TERMINA CUANDO EMPIEZAN LOS ESTÁNDARES" MASSIMO IANNI

 


 
 

«El lujo termina cuando empiezan los estándares»: Massimo Ianni. Por Santiago Eneas Casanello. Fotos: Jacinto Freixas.

 
Tanto los hoteles Armani en el mundo – por ejemplo el ubicado en el vertiginoso piso 163 del edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa de Dubai – como el ya muy porteño Faena llevan su sello. O, en sus palabras, “un concepto detrás”. Massimo Ianni (49), italiano, criado en Francia y formado en escuelas de hotelería suizas, tiene un métier sofisticado: crear hoteles de lujo. Los imagina, los materializa y se los deja a sus dueños con piloto automático. Al país lo une una historia de éxito profesional – con bastante rock and roll – precoz. A los 28 años, en el ’93, fue nombrado director general del emblemático Hyatt de la 9 de julio. Tan joven que en algunos casos su interlocutor insistía “yo pedí hablar con el director”. Ahora su conexión con Argentina tiene un carácter más folclórico. Adquirió (junto a otro socio) una estancia espectacular de estilo francés de 1902 llamada La Fortuna y la reconvirtió en un alojamiento con un esquema inédito por estas latitudes: los huéspedes alquilan todo el establecimiento, de modo tal que están solos – sin contar el personal, claro – y disfrutan como si fueran sus dueños. La Fortuna “Palacio de las Pampas” está en Salto y pertenecía a la familia Estrougamou. Ianni, quien vive en Londres, pasó por Buenos Aires a fines de abril y charló con Maleva sobre su carrera y el sentido del lujo.
Sos experto en crear hoteles de lujo, sin embargo son hoteles muy distintos entre sí ¿cuál creés que es tu sello que atraviesa a todos ellos?El lujo de uno no es el lujo de otro y cada persona busca lujo en cosas distintas. Hoy para muchos, el gran lujo es tener tiempo y eso es lujo. A otra persona que recién empieza a viajar el lujo le parece el dorado y el brillo porque nunca los vio. Cualquier proyecto que empiezo, hago la pregunta ¿qué queremos que el cliente sienta? En el Faena claramente queríamos que el cliente se sienta en un universo casi de ficción en el cual haya muchas cosas relacionadas con la Argentina. Cuando hice el Park Hyatt, que ahora es el Four Seasons, era un hotel que evidentemente en los años 90 tenía que responder a una gran eficiencia de servicios para los hombres de negocios con una arquitectura mucho más neutra.

 
Pero si vas a un hotel que creaste hace años ¿Seguís viendo cosas en las que vos estuviste detrás?La suerte de hacer startups es que sos responsable, o víctima, de todas las decisiones que se toman al principio. Cuando ves las cosas que siguen estando, te da un poco de satisfacción el decir “bueno, tan loco no estaba”. Doy un ejemplo: el Cabaret del Faena hoy en día sigue siendo un gran éxito. Cuando decidimos hacerlo era una idea original, un cabaret de Tango no era lo más usual. La idea era llenar el espacio público de abajo del edificio que era un silo. Y empezamos a hablar con Philippe Starck de algo que dure 24hs, distinto a lo que sucede en un hotel tradicional donde en un momento todo el mundo se va a dormir y después todo el mundo se despierta. Me parecía que en Argentina había muchos espectáculos de tango pero ninguno lo suficientemente sexy.

«A una persona que empieza a viajar, el lujo le parecen los brillos y el dorado porque nunca los vio»

 
¿Pensaste en algo parisino?Sí, evidentemente. Estaba la influencia de Starck que es francés y la herencia porteña muy presente en la personalidad de Alan Faena. 
El Hyatt de la 9 de julio, el Faena, marcaron la identidad de la ciudad.
Totalmente, cuando yo llegué al Hyatt en 1991 era otro país y otra hotelería. El único hotel internacional era el Sheraton y los hoteles 5 estrellas tradicionales estaban en muy mal estado. No voy a mencionar el hotel pero en un gran 5 estrellas me pasó de que a la mañana no había agua caliente. La primera chica que recluté para trabajar en el lobby lounge en el Hyatt el padre vino ofendido diciéndome “mi hija no va a trabajar de moza”.
 

«Cuando creamos el cabaret del Faena nos parecía que en Buenos Aires había muchos espectáculos de tango pero ninguno lo suficientemente sexy»

 


 

¿Qué entendiste de la identidad de los porteños?Cuando llegué en el 1991 alguien me dijo “te va a ser difícil entenderlos porque esta gente es italiana, habla español, se cree francesa, y quiere actuar como inglesa”. Y yo creo que soy medio así por los lugares del mundo donde viví porque nací en Italia, me crié en Francia y después viví en muchos lados del mundo. Nunca me parecieron raros. Yo reemplacé a un señor sueco que justamente se escapaba corriendo porque para él, estaban todos locos (risas). Algo muy beneficioso a nivel de servicios es que los porteños en general tienen mucha iniciativa. Es importante porque permite ser buen anfitrión. Un buen anfitrión tiene que tener cancha , capacidad de improvisación y cierta capacidad teatral.
¿Qué te resulta un encanto atroz de los porteños? Algo que digas “me gusta pero sé que no es bueno”.La forma en que se meten en tu vida. Es divertido. En otros lugares si el chofer del taxi me habla me incomoda, acá en cambio me resulta entretenido. Cuando me mudé aquí a mi primer departamento, una señora me dice en el ascensor “¡qué bien que le quedaron los espejos!” ¿Cómo señora? Y me explicó que se había metido a ver porque estaba la puerta abierta. Acá la gente se besa sin conocerse y en Europa hay países donde ni los padres besan a los hijos.

«Un buen anfitrión tiene que tener cancha , capacidad de improvisación y cierta capacidad teatral»

 
¿Cómo fue la experiencia de crear el hotel Armani en Dubai? ¿Vértigo por la altura en principio no?(Risas) ¡Sí, un poco! Hablamos del piso 163. La crítica que le hago a Dubai es la artificialidad del destino. Como tengo origen europeo, para mí las raíces son importantes.
¿Qué es Dubai para vos?Las Vegas del desierto del mundo árabe sin casinos, que creció en el medio de la nada por una visión empresarial increíble. Alguien se dio cuenta de la ubicación estratégica del lugar, que es un encuentro entre Europa, Asia y Medio Oriente. En Dubai la mayor parte de la hotelería no tiene concepto, es todo mucho brillo.
¿Qué se te pasó por la cabeza cuando te llaman de Armani – una marca tan fuerte – para que les hagas la cadena de hoteles?Al principio les dije que no, tenían que venderme la idea, y les hice la vida imposible, hasta que tuve la entrevista con el CEO de Armani y el señor Armani (Giorgio). Pensé que el resto de mi vida podía dejarse a un lado. Era una cosa un poco suicida y muy interesante a la vez. Además fue el único proyecto en mi vida en que se creó todo especialmente para el hotel. Fue para mí una escuela de investigación de cada elemento.

 

«La crítica que le hago a Dubai es la artificialidad del destino. Para mí que soy Europeo, las raíces son importantes. Dubai es Las Vegas en el desierto árabe pero sin casinos»

 
¿Qué dejó de ser lujo y qué sigue siéndolo?Todo va a depender de en qué estado de experiencia está la persona. Si soy una persona que recién está logrando tener un nivel de vida muy alto, seguramente todavía estaré buscando arañas de cristal. Para mí hoy puede ser mucho más lujo que ir a un gran hotel con un gran lobby ir a una casa de familia donde te atienden muy bien y en la mañana en vez de un desayuno inmenso que sabés que no vas a comer hay una tarta especial cocinada por la señora que sabés que se despertó a tal hora y que untó una mermelada hecha por ella. Eso es lujo. También lujo es lo que se produce manualmente. El lujo termina cuando empiezan los estándares. Si el manual dice que yo tengo que darte en el desayuno 25 mermeladas no es lujo. Lujo es que si sos argentino y te gusta el dulce de leche, yo te doy el dulce de leche.

Massimo cuenta cuál es el «encanto atroz» que le gusta de los porteños:


 
 

«El lujo termina cuando empiezan los estándares. Si el manual dice que yo tengo que darte en el desayuno 25 mermeladas no es lujo. Lujo es que si sos argentino y te gusta el dulce de leche, yo te de dulce de leche.»

 
Saltemos de Dubai a la Pampa. ¿Qué te atrajo de la pampa para crear La Fortuna?Yo descubrí el campo cuando vine a la Argentina, antes de los ’90 nunca había visto un caballo en mi vida, salvo cuando iba al circo (risas). ¡Ahora tengo más de veinte, me encantan! Cuando vi la Fortuna me di cuenta que el concepto era fuerte. Fue un concepto desde el inicio: unos inmigrantes franceses que van como colonos a marcar presencia y más de un siglo después la idea es continuar con esa tradición. Me gustó mucho encontrar que había gente que vivía ahí. Ellos no se visten de gauchos porque llegan extranjeros, se visten así siempre.

 
¿Cómo es ese concepto que el huésped de la Fortuna es como si fuera el dueño del lugar, con una atención no invasiva?Es un concepto muy conocido en muchos lugares como la Toscana, Italia. Podés alquilar tu propia Villa con todo el confort y la ayuda y apoyo del personal. Darte la posibilidad de sentir que es tu propio lugar. Que la estadía se vaya moldeando de acuerdo a lo que quiera el huésped. ¿Querés invitar gente el domingo a un asado? Hacelo. ¿Querés hacer una fiesta a todo volumen? Hacela. Los huéspedes pueden sentirse propietarios. Con mucho respeto digo algo que no me gustó de varias estancias: estar obligado a compartir tu tiempo con los dueños. Eso es equivocado, no es correcto.

«Yo descubrí el campo cuando vine a la Argentina, antes de los ’90 nunca había visto un caballo en mi vida, salvo cuando iba al circo (risas). ¡Ahora tengo más de veinte, me encantan!»

 
¿Ya habías trabajado con gente que viviera en el lugar?Sí, en una estancia en Tucumán, en Chorrillos. Era toda gente del campo. Y todos miraban al piso. Y yo quiero que la gente mire a los ojos, hable, y que al hacerlo se sienta bien.
Cambiando de tema, hubo bastante rock, me imagino, en el Hyatt en los 90.
Fue muy fuerte recibir a los Guns n´Roses, a los Rolling Stones, a Michael Jackson, a Madonna. Madonna vivió 45 días al lado de mi oficina y tenía un perrito que se escapaba y entraba a mi oficina. 
¿Alguna anécdota de euforia de esa época?El allanamiento de los Guns n´Roses en busca de droga, no encontraron nada, obviamente, pero estaban todos los fans afuera que querían tirar abajo la puerta. Y después momentos muy lindos, un recuerdo espectacular de José Carrera, el tenor que me llamó a la madrugada porque no podía dormir y tuve una charla de casi 3 horas contándole como funcionaba un hotel. Otro momento importante fue cuando decidí dejar Hyatt y ponerme por mi propia cuenta.

«José Carrera me llamó a la madrugada porque no podía dormir y tuve una charla de casi 3 horas contándole como funcionaba un hotel».

 
Fue una consecuencia natural…
Si, creo que sí, yo no quiero estar haciendo 25 años lo mismo y el tema es que cuando trabajás para una cadena, aún la mejor cadena, la creatividad se tiene que limitar a lo que te diga alguien que siempre está arriba. Y me lancé, salí de la zona de confort.
¿Y no te dio miedo?A veces sí, pero yo sé que si me toca ser camarero voy a ser el mejor camarero del mundo. Amo esta profesión porque ser hotelero te permite aprender de un montón de cosas, nosotros hablamos de flores, de tomates, de millones, de costura, de marketing, de vinos.
¿Cuál es tu faceta más popular, cable a tierra, en un mundo de tanto lujo?Eso es lo bueno de la hotelería, que es una expresión completa de toda la sociedad. En un hotel trabaja gente de un nivel social muy bajo y también tenés que lidiar con el director de marketing, un licenciado, con un nivel de vida alto. Nunca hay que creérsela.
¿Tenés algún ritual en ese sentido?Para mí comprar mi comida y cocinármela es un gran lujo. Justamente estar comiendo algo que no me hizo otra persona. También cuando tengo oportunidad de salir de este mundo absorbente y tener contacto con el mundo creativo, de artistas, o gente que viene de ese mundo donde el pensamiento es más libre, lo hago.
¿Y qué es la creatividad?Utilizar las experiencias y conocimientos que uno va almacenando en su cabeza en el momento correcto. Muy poca gente crea algo de cero. Y la creatividad se estimula. Yo leo muchísimo por ejemplo.
¿Cuando estás en Londres ¿qué es lo que más extrañás de Argentina? ¿La gente, el cielo celeste?El cielo celeste, sí. Extraño mucho la parte humana, en Londres la gente es más distante. Volviendo a la creatividad es algo que se logra también con el intercambio entre personas. La creatividad surge de los intercambios que se tiene con las personas.

 

«Como destinos no evidentes, recomiendo conocer Botswana en África central, también países del norte de Europa que antes eran rusos como Lituania. Y Ecuador, que tiene un potencial tremendo»

 
¿Qué destino no tradicional recomendarías?África Central está muy bueno, países como Botswana. También en Europa del Norte varios de los países que fueron parte de Rusia como Lituania y hay un potencial tremendo en Ecuador por lo que ofrece desde la naturaleza y la historia. Lo más lindo en turismo y hotelería es saber que el limite es el cielo, aunque ahora estén vendiendo pasajes para la luna. Y también es válido volver a un mismo destino. Uno puede volver 800 veces a París en su vida y encontrar cada vez un París distinto.

Ianni – que siempre vuelve a Buenos Aires – caminando por la calle Alvear. Bs.As le debe bastante