Sentado frente al atril, Heriberto Zorrilla (84) dibuja trazos aleatorios sobre la tela. Usa el canto del pincel y varía el grosor de la línea hasta conseguir una forma nueva, distinta. Mira la pintura, después a su alumna y le dice: “No tengo una idea en la cabeza, entro por donde quiero. Si pintaste algo y sentís la necesidad de cambiarlo, cambialo. Ahora tenés que seguir vos. ¿Te animás?”. En su casa-taller predomina el olor a pintura. Las tres habitaciones de la planta baja son el espacio donde Zorrilla da clases junto a Helena Distéfano, su esposa y compañera artística. Entre los cuadros que se amontan en el piso, apoyados contra las paredes algunos, otros colgados, también hay bibliotecas repletas de libros.
Serio al principio, al rato el artista se relaja y sonríe cuando recuerda, en tono pausado, cómo se animó a vivir de la pintura. Antes de convertirse en pintor, Zorrilla recorrió un camino sinuoso que lo llevó hasta su vocación. “Una aparición un poco tardía”, confiesa y se ríe. En 1950 se recibió de técnico químico y hasta mitad de esa década trabajó como jefe de laboratorio en una fábrica de cemento. Más tarde se asoció con su hermano en una empresa que comercializaba instrumental odontológico, negocio que le permitió tener un buen pasar y mantener a su familia.
Pero un día dijo basta:
Yo no quiero hacer más esto. Tengo que vivir de la pintura— dijo.
Le vendió a su hermano su mitad de la empresa e imaginó un taller. Zorrilla realizaba cursos de pintura y dibujo desde 1962 y se la jugó. “Me tiré a la pileta y traté de mantenerme a flote. Aunque en su comienzo fue algo dudoso, formé un taller y empecé a trabajar en 1979. Fue creciendo y pude vivir de eso”, cuenta. Ya con su espacio, empezó desarrollar un estilo de pintura propio, que lo llevó a crear un movimiento: el Esencialismo. Se acercaron alumnos interesados por su forma de ver el arte, entre ellos Helena Distéfano, y fundó el Grupo Esencialismo. La exposición fundacional fue en 1986 en el Centro Cultural General San Martín. Desde el principio dio clases y quiso crear un taller de pintura “distinto, que no recurriera a modelos, fotografías o a otros autores, sino que apuntara a una tarea creativa”. Ahora se turna para dar clases con Distéfano de lunes a sábado y pinta en el tiempo libre que le queda. “Si hay algo que es el centro de nuestro interés, aparte de pintar, es la enseñanza”, dice.
¿Qué es el esencialismo?
El punto de partida de cada trabajo es un caos. Ese caos tiene un fin: trasladar a la tela en blanco algo que tenemos en nuestra mente. El cuadro es el resultado de ese proceso, en el momento que lo estoy haciendo, no es algo anterior. Un músico diría que es una improvisación. El cuadro tiene que ser un hecho vital. A medida que trabajo sobre la pintura tomo decisiones, como en la vida, rechazos, aceptaciones.
¿Cuáles son las cosas esenciales en su vida?
Lo que a mí me interesó siempre fue que esa serie de alternativas, contradicciones e imprecisiones de la vida trataran de orientarse hacia algo que diera algún resultado, un fruto que me satisficiera interiormente. Lo esencial para mí también es tratar de ser una buena persona.
El punto de partida de cada trabajo es un caos. Ese caos tiene un fin: trasladar a la tela en blanco algo que tenemos en nuestra mente. El cuadro es el resultado de ese proceso, en el momento que lo estoy haciendo, no es algo anterior. Un músico diría que es una improvisación. El cuadro tiene que ser un hecho vital.
La primera vocación de Zorrilla, en su adolescencia temprana, fue escribir. En la casa humilde de sus padres los libros siempre estaban a mano, en cambio la pintura no, eso llegó más tarde. Publicó tres libros: La cantera interior – La conquista del sentimiento plástico (1991), Esencialismo, pintura y experiencia vital (1997) —ambos en colaboración con Helena Distéfano— y el autobiográfico Heriberto Zorrilla (2010). “En un principio, el primero eran apuntes con los que pensaba hacer un cuaderno para el taller, pero al final lo publicó Planeta, que para nosotros fue un milagro, en ese momento Juan Forn era el editor. Ese libro está destinado a todo el que quiera empezar pintura sin tener una vocación precisa, pensamos que todos tienen un patrimonio interior que pueden expresar y desconocen. Hay personas que vienen al taller y me dicen que les cambió la vida. Y a lo mejor parece una exageración mía, pero les pasa”, explica.
¿Qué te resulta placentero de pintar y escribir?
Saber que me encuentro con algo que ayer no existía. Quieras o no, como diría el poeta chileno (Vicente) Huidobro: “El artista es un pequeño dios”. Y ese caos es el cosmos. Lo que hace la obra es repetir la génesis del mundo, como decía Kandinsky: “La música de las esferas”.
¿Cuáles son tus escritores favoritos?
Releo mucho a Borges. También Cortázar, Eduardo Mallea. Recomiendo Las fuerzas extrañas, de Leopoldo Lugones. En poesía Federico García Lorca. Pero siempre vuelvo a Borges, que me encanta; es un tipo preciso, no le sobra nada.
«De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido
a Quién prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.
(Recita un fragmento de la poesía “Límites”)
«Lo más placentero de pintar y escribir es saber que me encuentro con algo que ayer no existía. Quieras o no, como diría el poeta chileno (Vicente) Huidobro: “El artista es un pequeño dios”. Y ese caos es el cosmos. Lo que hace la obra es repetir la génesis del mundo, como decía Kandinsky: “La música de las esferas”.»
¿Está todo inventado en el arte?
No. Al principio mi formación artística fue convencional, pero después uno se va abriendo. Con un poquito de curiosidad se descubre que hay cosas que uno ignora.
¿A dónde te gusta ir para relajarte?
Me gustan mucho el cine y el teatro. Más el cine, que tiene horarios muy flexibles.
De las últimas películas que viste, ¿cuál te gustó?
El Artista me interesó mucho. Parte de la idea del rechazo al cine sonoro que había entre quienes hacían cine mudo. La puja entre los que sostienen lo anterior y los que pretenden un cambio. Eso es lindo. Y cómo en el fondo genera un convencimiento de que hay que cambiar.
¿Qué lugares recomendás de Almagro, el barrio donde está tu casa-taller?
Acá todavía conocemos a los vecinos, conversamos un rato. Pierino, un restaurante típico del Abasto, de 1909, la comida italiana es excelente. También hay muchos teatros en la zona y se inauguró la galería Liliana Rodríguez (Billinghurst 750), de una alumna mía. No recuerdo una galería de esa calidad edilicia. La inauguramos con una muestra Helena y yo, junto a nueve o diez pintores que siguen el Esencialismo.
«Ahora digo que soy hincha del Barcelona, porque en realidad soy de Independiente. Jugué cuando tenía 20 años. Incluso a los 15 fui con un amigo a probarme a River y nos atendió Carlos Peucelle. Igual no es algo que me interese mucho, pero me gustaba jugar. El arte también tiene un carácter de juego. El arte es una cosa lúdica.»
¿Cómo fue formar un movimiento artístico junto a tu esposa? ¿Cómo influyó en la relación?
Helena fue un motor en todo lo que anduvimos, porque ella se entusiasmó mucho con el proyecto. Cuando Helena vino a integrarse a mi taller, fue alumna mía, se interesó mucho por el Esencialismo. Ella estudió historia del arte, me acuerdo que nos reuníamos en un café a intercambiar opiniones. Es muy creativa e impulsó el funcionamiento del taller.
¿Utilizás redes sociales?
Sólo Facebook. La computadora consume tiempo, revisar el correo solamente lleva un rato. Facebook te notifica por cosas que a veces ni te interesan.
¿Te gusta el fútbol? ¿Viste el Superclásico? (La entrevista se realizó el lunes 7, un día después del partido que Boca le ganó 1 a 0 a River).
Ahora digo que soy hincha del Barcelona, porque en realidad soy de Independiente. Jugué cuando tenía 20 años. Incluso a los 15 fui con un amigo a probarme a River y nos atendió Carlos Peucelle. Igual no es algo que me interese mucho, pero me gustaba jugar. El arte también tiene un carácter de juego. El arte es una cosa lúdica.