Colonia estalla de flores en primavera. Santa Ritas monumentales, rosas, ceibos y plátanos alineados en las calles de piedra. También estalla de turistas: brasileños, norteamericanos, franceses, dominicanos que se sacan fotos y llenan los restaurantes. Escuchar tantos idiomas es un factor que colabora para bajar la guardia y entrar en modo vacaciones. MALEVA pasó dos días en A Nova Colônia do Santíssimo Sacramento, como la llamaron los colonizadores portugueses en 1640, sus fundadores: dos días de vacaciones.
Fuimos directo a Charco, un hotel boutique de 7 habitaciones enclavado en pleno casco histórico. Es el único de la zona ubicado sobre la costa. Su dueño, Pablo Datria, tiene una galería de arte en Buenos Aires, Mock, y él mismo remodeló Charco. Todo es de un buen gusto exquisito: el diseño, los materiales, la decoración y las obras de arte desperdigadas por el hotel. El bistró da al río y tiene la mejor terraza de Colonia para ver el atardecer. El sol se esconde en el río. El mojito de piña y menta acompaña perfecto. La menta es de la huerta de Charco, donde también se puede comer en mesas comunitarias o en manteles de picnic sobre el pasto. Sirven ensaladas, sándwiches, jugos y cervezas artesanales. La onda green está a full en Colonia: se alquilan bicicletas en todos lados pero nadie las usa ¿quién puede andar en ese empedrado?
«El dueño del hotel boutique Charco, Pablo Datria, tiene una galería de arte en Buenos Aires, Mock, y él mismo remodeló Charco. Todo es de un buen gusto exquisito. El bistró da al río y tiene la mejor terraza de Colonia para ver el atardecer. El sol se esconde en el río. El mojito de piña y menta acompaña perfecto. La menta es de la huerta de Charco, donde también se puede comer en mesas comunitarias o en manteles de picnic sobre el pasto.»
Para el primer almuerzo se impuso un clásico, La Bodeguita. Tiene una linda terraza sobre el río –it’s all about el río, tan distinto de como lo vemos nosotros – donde tomamos un rico clericó con frutillas, duraznos y manzanas flotantes, servido en botellas de vidrio de pico ancho. Comimos buenas rabas -finitas, crocantes y tiernas por dentro- y una pizza de papa con cheddar anaranjado y ciboulette. Suena mal pero sabía bien. Las pizzas a la parrilla de La Bodeguita –cuadradas, servidas en tablas de madera- son un must de Colonia.
Un poco de aventura. Salimos a la Ruta 1 – lomas, palmeras y molinos de energía eólica en llamativa cantidad – rumbo a la bodega Bernardi, famosa por sus grappa de Tannat. Probamos la de Tannat, Tannat roble, Moscatel y Merlot. Todas buenísimas y además con una etiquetas muy simpáticas. Allí mismo se pueden comprar. La bodega, un hangar con grandes toneles alineados, es un lugar angelado.
«Salimos a la Ruta 1 – lomas, palmeras y molinos de energía eólica en llamativa cantidad – rumbo a la bodega Bernardi, famosa por sus grappa de Tannat. Probamos la de Tannat, Tannat roble, Moscatel y Merlot. Todas buenísimas y además con una etiquetas muy simpáticas.»
Seguimos por la Ruta 1. En el auto escuchamos música disco y comimos galletitas Bridge, otro glorioso clásico uruguayo: unas obleas suaves y crocantes, rellenas de pasta de chocolate. Hay que decirlo: ¡no hay vacaciones sin un poco de comida basura! Llegamos a Santa Ana, un balneario encantado, a 20 km de Colonia y, en El Palenque, seguimos pecando con papas Weedes. La descripción de la camarera parecía gourmet: cortadas en gajos, sazonadas con pimentón, fritas pero livianas. Resultaron un delicioso congelado industrial de vacaciones. (Y sin nada de weed, aunque en Uruguay podría haber sido). Maridaje perfecto con Pilsen helada. Patricia vs. Pilsen es como el Boca-River de las cervezas uruguayas. Sigue ganando Pilsen.
Un lindo descubrimiento fue El Buen Suspiro. Es un almacén/bar de vinos y picadas que está sobre la archi transitada Calle de los Suspiros. Se entra por una pequeña puerta que se abre sobre la muralla, tipo Alicia en el País de las Maravillas. Adentro parece un recinto medieval, con techos bajos y un patio íntimo. Su dueña se llama Wilde, “como Oscar” me dice, nombre uruguayo si los hay. Además de tener una buena selección de vinos uruguayos, en el almacén Wilde vende de productos de la zona: hormas de queso Colonia madurado, salames de Juan Lacaze (pueblo cercano con nota de color: ahí nació Osvaldo Laport), aceites de oliva de productores locales, etc. Compré y probé con alegría: 1) un chutney de morrón y berenjenas de Las Sanpedrinas, dulce y picante (mi combinación favorita de sabores); 2) un queso de cabra ahumado en aceite de oliva con ciboulette. 3) un Mil Botellas Pentavarietal 2011 -un corte de Tannat, Pinot Noir, Tempranillo, Cabernet y Malbec- de una bodega cercana, Cerros de San Juan. Un vinazo: serio, complejo e interesante. 1, 2 y 3 combinados son dinamita.
«Un lindo descubrimiento fue El Buen Suspiro. Es un almacén/bar de vinos y picadas que está sobre la archi transitada Calle de los Suspiros. Se entra por una pequeña puerta que se abre sobre la muralla, tipo Alicia en el País de las Maravillas. Adentro parece un recinto medieval.»
En vacaciones o en escapada, todo es comer. Tomar el té con torta, por ejemplo, algo que jamás hago. El carrot cake de Lentas Maravillas es fresquísimo, liviano y dulce en su punto justo, acompañado de una crema de chocolate blanco. El lugar es de esos que se van descubriendo a cada paso: se entra por una galería de arte, se pasa al salón interior, con mesas, libros y lindos objetos, y de allí se baja por una escalera a un jardín que da al río del otro lado de la bahía, donde están el muelle y pasan los barcos. Miramos pasar veleros sentados en BKFs debajo de un sauce, relamiéndonos el chocolate blanco. Éxtasis.
«Lentas Maravillas es de esos que se van descubriendo a cada paso: se entra por una galería de arte, se pasa al salón interior, con mesas, libros y lindos objetos, y de allí se baja por una escalera a un jardín que da al río del otro lado de la bahía, donde están el muelle y pasan los barcos. Miramos pasar veleros sentados en BKFs debajo de un sauce.»
La cerveza es la bebida de las vacaciones. Y ahora en Colonia hay una micro cervercería con buenísimas cervezas artesanales, Barbot. Está puesta a todo trapo y allí mismo elaboran 8 tipos de cerveza. Yo siempre voy por la roja: Mumbai IPA Indian Pale Ale, liviana, con buen sabor a lúpulo y un toque de naranja.
En vacaciones se toman los mejores (y más largos) desayunos. Los panes y lácteos uruguayos son lo mejor que hay y Charco tiene un pastelero de la zona que les hace honor. Variedad de panes con manteca, dulce de leche o mermeladas caseras, acompañados de un buen café, algo no tan fácil de encontrar en Colonia. El bistró de Charco está abierto al público de 8 de la mañana a 12 de la noche. El pastelero también hace un volcán de dulce de leche superior. La clave, además de en la temperatura y textura, está en el dulce de leche, marca Calcar. Anotá.
Un consejo para fotógrafos profesionales o aficionados. Despiértense a sacar fotos al amanecer. Cuando la luz está sobre las calles vacías, el empedrado, los árboles y el río, es una experiencia mágica. Será un cliché de foto club pero lo bello bello es, y no se cuestiona. Se goza.