La Antártida es un continente sin población humana autóctona, sin vegetación, y con un tratado que la protege desde 1959 como un lugar sobre el que no se va a reclamar soberanía. Este territorio sin Estado y sin fronteras es muchas veces proyectado como el escenario sobre el cual construir el modelo de la utopía social.
El continente más frío y ventoso del planeta, el que aloja las tres cuartas partes de agua dulce de la Tierra, fue el destino elegido para llevar a cabo la primera Bienal de la Antártida, un acontecimiento artístico e interdisciplinar, que propuso un viaje de doce días al Polo Sur a un equipo de cien artistas, científicos, periodistas y filósofos para pensar y desarrollar distintas aproximaciones a los problemas de la sociedad.
Todos los integrantes del evento fueron invitados a bordo del barco Akademik Sergei Vavilov, que navegó por distintos lugares en donde los artistas presentaron sus obras entre pingüinos, ballenas y elefantes marinos. Estas propuestas artísticas que desembarcaron en la Antártida, ahora comienzan su recorrido por el mundo a través de documentales o formando parte de exposiciones –una de ellas será en el Pabellón Antártico en la Bienal de Venecia-.
«Todos los integrantes del evento fueron invitados a bordo del barco Akademik Sergei Vavilov, que navegó por distintos lugares en donde los artistas presentaron sus obras entre pingüinos, ballenas y elefantes marinos.»
No es la primera vez que la Antártida es lugar de acciones artísticas. La novedad de este evento es la dimensión que implica una bienal de arte: con gran apoyo económico, cobertura periodística y artistas de reconocimiento internacional como el argentino, Tomás Saraceno, la bienal puede ser una posibilidad de crear imágenes y contenidos que permitan, de manera accesible y transversal, reflexionar sobre los desafíos y urgencias de vivir en un mundo indiscutiblemente desigual. De hecho, el curador, Alexander Ponomarev, destacó este continente como el último espacio libre, supranacional y fuente de inspiración para pensar en temas como el futuro de nuestro planeta y los espacios compartidos.
Hay un aspecto que prácticamente ninguna crónica periodística pasó por alto: la pregunta sobre el impacto de la bienal en el ambiente natural antártico. El artista argentino Joaquín Fargas le comentó a MALEVA: “Fuimos en un barco de dudosas pautas ecológicas, con abundante comida y muchas luces encendidas, y evidentemente produjimos un impacto ambiental. Ahora nuestra responsabilidad es producir un mensaje concientizador y multiplicador, si no termina siendo únicamente un crucero de lujo para un puñado de privilegiados”.
«Tomás Saraceno quien presentó unas estructuras aéreas que declararon la independencia del hidrocarburo, destacó a la vuelta del viaje el ejercicio de la colaboración como una de las bases para pensar nuevas formas de relacionarnos y pensar el mundo que habitamos.»
Evidentemente el gran desafío será que las reflexiones, obras, interacciones y colaboraciones emergentes de la Bienal de la Antártida reformulen y amplifiquen las posibilidades del lenguaje creativo de transmitir de distintas maneras y pensando en un alcance amplio, la multiplicidad de problemas que aquejan el mundo. Tomás Saraceno quien presentó unas estructuras aéreas que declararon la independencia del hidrocarburo, destacó a la vuelta del viaje el ejercicio de la colaboración como una de las bases para pensar nuevas formas de relacionarnos y pensar el mundo que habitamos.
En la presentación de la bienal que se realizó en el Faena Arts Center, Fargas planteó una analogía entre el Akademik Sergei Vavilov y nuestro planeta: “Si ese barco está a la deriva y tenemos una serie de recursos para distribuir entre cien personas, vamos a tratar de organizarnos de manera racional y equitativa. La Tierra es ese mismo barco que nos parece inacabable pero que nosotros estamos volviendo escaso”.
«Si jugamos el juego de la utopía y pensamos en construir desde cero, ¿cómo imaginamos un nuevo mundo? ¿cuáles serán las prioridades? ¿Imaginamos un territorio sin fronteras como la Antártida?»
Poder irse al lugar más despoblado del planeta para reflexionar acerca de los lugares más poblados del mundo es defendido por la bienal como una instancia de desplazamiento para poder observar pensando en comenzar nuevamente. Si jugamos el juego de la utopía y pensamos en construir desde cero, ¿cómo imaginamos un nuevo mundo? ¿cuáles serán las prioridades? ¿Imaginamos un territorio sin fronteras como la Antártida? ¿O empezamos a construir muros, para dejar en claro lo que es nuestro que no es compartible con el otro? ¿La bienal de la Antártida puede ser una oportunidad para pensar y proyectar otras formas de habitar, de construir y de convivir? Habrá que esperar a ver la potencia o dilemas que activan estas obras en su circulación.
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Fotos: gentileza Bienal de la Antartida y Joaquín Fargas