Diálogo en New York con el genial escritor inglés Martin Amis

 
 
 
Por Teodelina Escalante
Durante mi última visita a New York hace unos días tuve la oportunidad (y el privilegio) de presenciar la lectura del último libro de Martin Amis, un célebre escritor inglés que – debo confesar – yo no conocía y por eso mi marido no salía de su asombro.
Lo busqué por Google y me enteré que Martin es hijo de Kingley Amis, también escritor. Y con 63 años tiene cerca de 30 títulos publicados, entre novelas y ensayos.
Al igual que Paul Auster y su trilogía de Nueva York, Amis tiene lo que muchos llaman “trilogía de Londres” que está compuesta por tres novelas: Money (las más conocida porque la BBC hizo una adaptación a la TV), London Fields y The Information. Amis considera que su escritura refleja el absurdo de la condición posmoderna y los excesos de la sociedad capitalista occidental. Su estilo se reconoce antes de terminar de leer la primera oración de cualquiera de sus escritos.
Por primera vez el Brooklyn Bridge Park organizó un ciclo de lecturas al aire libre. Una semana antes que Amis, estuvo Patti Smith.
Llegamos a eso de las 7 de la tarde y nos sentamos en unos escalones de piedra con una vista fantástica: el río, downtown Manhattan al fondo, a la izquierda la estatua de la Libertad y a la derecha por supuesto, el Brooklyn Bridge. Caía el sol cuando, luego de una breve introducción, Amis empezó a hablar. Desde el primer momento, percibí ese sentido del humor tan característico de los ingleses. Según Amis, hay 4 categorías de personas: John, Paul, George y Ringo. Él era, de acuerdo a su mujer, un Paul que quería ser un John, pero que en realidad era un George encubierto.
Comenzó entonces la lectura del libro “Lionel Asbo: State of England.” Todavía lo estoy leyendo pero ese estilo inconfundible es real. Desde las primeras palabras se detecta su genialidad y un gran dominio del idioma. Leyó durante media hora distintos fragmentos. La audiencia se reía, cautivada. Cuando terminó, contestó algunas preguntas bastante banales (y un poco aburridas) pero Amis con su humor – símbolo inequívoco de una gran inteligencia – logró contestar cada una de ellas.
Le preguntaron por qué había elegido Brooklyn para vivir (se mudó hace poco de Inglaterra). Su respuesta muy resumida: «ya estoy viejo para Manhattan, no duermo con esos arreglos que hace la municipalidad a las 4 de la mañana. Brooklyn es como vivir en los 1950’s. Y otra cosa es el clima. Abro la cortina y hay sol. Nunca pensé que esto me iba a afectar. No era infeliz en Londres, pero soy feliz acá.»
Le preguntaron por su amigo, el periodista Christopher Hitchens, quien falleció hace menos de un año y a quien le dedicó el libro. «Creo que tengo una depresión reprimida, que me va a atacar en cualquier momento. Entre mis amigos escritores, siempre nos llamó la atención que Hitch no fuera un novelista. Él siempre nos contestaba que le precia absurdo escribir sobre personas y situaciones que no eran ni serían reales. Tengo una anécdota con Chris, eran los años setenta y estábamos en un restaurant griego muy chiquito, esperando a quienes serían nuestras mujeres. Había un grupo de niños mimados, vestidos bien a la moda, y empezaron a mover mesas y sillas y a hablar en un volumen muy alto, realmente molestos. En un momento uno de ellos se acerca y, poniendo carita de puchero porque se ve que le funcionaba para obtener cualquier cosa, nos dice: «me van a odiar por esto» y Christopher le contesta: «¡No, no. Ya te odiamos!» Cómo no extrañar a un amigo con esas salidas.
La pregunta más absurda fue qué había querido decir con su novela. Genial, Martin contestó: «¿Cómo qué quise decir? Esto (señalando el libro) 250 páginas, eso quise decir. No traten de buscar un significado oculto a las cosas. Si querés encontrar algo oculto, seguramente lo hagas. Pero esto es lo que quise decir.»
 
 
Cuando terminó de responder, se formó una gran fila para que Amis firmara los libros que estaban a la venta ahí mismo. Por suerte estábamos terceros en la fila y sólo tuvimos que esperar a que un aficionado terminara de sacar los libros anteriores de Amis para que se los firmase.
Llegó nuestro turno y Amis tenía un paquete de Marlboro light en una mano y la lapicera en la otra. Entonces comienza nuestro diálogo:
T: Por favor, prendete tu cigarrillo.
M.A.: Ah! Gracias!
T: Tenemos 3 copias, la primera es para Cristina, sin hache. La segunda es para Miguel, eme, i, ge…
M.A.: se perfecto como deletrear Miguel. ¿De dónde son?
T: De Argentina.
M/A.: Ah! Yo estuve viviendo 3 años en Uruguay, en un pueblo muy chiquito…
T: ¿José Ignacio?
M.A.: Si! Y ese restaurant…
T: ¿La huella?
M.A.: Si! Qué delicia la comida! Muy lindo lugar. Mi mujer es uruguaya y prima del dueño.
T.: Qué casualidad! De José Ignacio a Brooklyn! El tercer libro es para mí, te lo voy a deletrear porque hasta en mi país lo escriben mal…
Y nos fuimos caminando por el parque, bordeando el río comentando todo lo que habíamos escuchado, largando una que otra carcajada.