Todas nuestras acciones comienzan como una idea. A veces, es consciente. Otras, simplemente nos encontramos actuando, sin haber detectado el pensamiento que fue punto de partida.
Siempre sentí curiosidad por ese momento clave, el gatillo que dispara comportamientos hacia una u otra dirección. La verdad es que la mayoría de las veces me resulta bien complicado identificar el germen mental de mis actos. Puedo, con un poquito de introspección, descubrir la emoción, la intención o el deseo desencadenante. Ahora, ¿el concepto inicial? Esa es la parte que más me cuesta.
Cuando empecé a poner foco sobre esto me hice una pregunta que todavía me sigue pareciendo válida: ¿cómo prestar atención a lo que ni notamos? El mejor resultado lo obtuve a través de un método que aprendí (y enseño), que encara este desafío mediante un trabajo gradual que empieza por el cuerpo.
«Si ideamos lo que queremos conseguir, estamos marcando un surco, trazando un camino que después recorreremos con tareas en el plano de la realidad. Esto va a aproximarnos a nuestro objetivo. En otras palabras: únicamente el pensar no es muy útil, lo es si le sumamos a eso la acción concreta.»
Percibiendo la respiración, trabando contacto con el ritmo cardíaco, identificando el esfuerzo de músculos que no habíamos percibido antes, podemos usar estos estímulos para desarrollar fuerza, flexibilidad, constancia y disciplina entre otras cualidades que exceden largamente el territorio de lo físico.
¿Cómo aprovechar esta posibilidad, esta semilla de acción en el pensamiento? Es muy simple: visualizando lo que queremos. Mentalizar es generar imágenes que pueden ser visuales, aunque también es viable usar los otros sentidos (olfato, tacto, oído). La imaginación es, en cierto sentido, una forma de mentalización. Lo increíble es que podemos recurrir a este mecanismo en cualquier momento y con cualquier objetivo, desde buscar un lugar para estacionar hasta hacer mejor cada cosa.
Al concientizar esta herramienta se devela una posibilidad que se expande en otras, infinitas: si ideamos lo que queremos conseguir, estamos marcando un surco, trazando un camino que después recorreremos con tareas en el plano de la realidad. Esto va a aproximarnos a nuestro objetivo. En otras palabras: únicamente el pensar no es muy útil, lo es si le sumamos a eso la acción concreta.
Foto: CC Alejandro Cappurso