No es una socialité ni una it girl, pero su savoir-faire la distingue y la convierte en una referente ineludible en el mundo del diseño. “Soy una obrera de la moda, una trabajadora de la comunicación”, sentencia Ana Torrejón mientras toma un café con MALEVA en un bar de la zona del Botánico. Muy cerca, en el Palacio de los Gansos, está su casa. A Ana no le divierte que le tomen fotos, pero acepta algunas en los interiores y jardines del fantástico edificio.
Pelo a la garçon, labios siempre de rojo, estilo y buen gusto, conversar con ella es adentrarse en un mundo sensible, amable y armonioso, donde nada parece desentonar.
Periodista y viajera incansable, se reconoce amante del arte, la moda, los hoteles, los cafés de Buenos Aires, las flores y los jabones. Dirigió importantes revistas femeninas y hoy es la directora editorial de Harper’s Bazaar Argentina. Además, da clases de diseño y estilo ( UP , Universidad del Siglo 21) tuvo una galería de arte y manejó la comunicación de Hermès Argentina.
Empecemos por tu frase de cabecera: “Excéntrica siempre, burguesa, jamás”.
La burguesía es sentido común, saber compartido, tradición. Eso te ayuda a que tu vida esté más controlada, pero no a desplegar tu sensibilidad, al conocimiento creativo, a romper normas, a quebrar moldes. Yo soy muy abierta y firme en mis convicciones. Siempre fui curiosa, me gusta conectarme con las personas, ampliar mi registro y encontrar distintos tipos de bellezas, de pensamientos, de maneras de vivir. Ser excéntrica es estar fuera del centro, de la comodidad, del confort. No hay nada mejor que exponerse.
«Ser excéntrica es estar fuera del centro, de la comodidad, del confort. No hay nada mejor que exponerse.»
¿Cuáles son tus mayores desafíos como directora de Harper’s Bazaar?
Hacer un buen periodismo en imágenes y texto. Un periodismo diverso que muestre un panorama general de la moda argentina y que de posibilidad a nuevos talentos.
Pareciera haber un nuevo paradigma. Ahora personas mayores, trans o con capacidades diferentes ofician de modelos y son imagen de marcas importantes.
Es fabuloso, ojalá sea algo permanente. En Baazar decimos que las mujeres somos fabulosas a toda edad y aclaramos siempre si las imágenes fueron retocadas. Yo respeto mucho eso y nunca hago retoques morfológicos. No quito costillas, no alargo piernas. No es la idea de belleza y de armonía que queremos comunicar.
Vos hablás de tilinguería en la moda.
Es letal, porque son juicios muy poco sustentados. Yo tengo opinión sobre la moda, el sistema de producción, las leyes de armonía y equilibrio, pero es muy arbitrario y tilingo decir si alguien está bien o mal vestido. ¿Por qué hay que ir a un almuerzo con taco aguja y vestidito beige o usar el pelo detrás de las orejas o recogido a determinada edad?¿Quién dijo que eso es elegante? Podés ser elegantísima con el pelo blanco por la cintura y un sari. Hay una mirada muy clasista sobre el estar bien vestido y el ser elegante.
¿Qué implica para vos la elegancia?
Es algo personal, intransferible y tiene que ver con las circunstancias vitales de cada uno y con la relación entre su estética y su ideología. Somos un montón de pieles, si ellas logran un acuerdo, entonces comunican. Pero yo no puedo comunicar lo que no soy. Además, siempre se puede aprender. El ojo se educa, tiene que viajar en las emociones, que poder ver.
«Es muy arbitrario y tilingo decir si alguien está bien o mal vestido. ¿Por qué hay que ir a un almuerzo con taco aguja y vestidito beige o usar el pelo detrás de las orejas o recogido a determinada edad?¿Quién dijo que eso es elegante?»
Recién hablabas de armonía y equilibrio.
El cubismo produjo una disrupción, aparecieron nuevas leyes de belleza y equilibrio. Yo trabajo mucho lo visual y cuando compongo busco que haya acentos, alteraciones y, dentro de eso, un equilibrio. Si todo es muy homogéneo el ojo se cansa.
¿Qué es la moda inteligente?
Está basada en la investigación, que incluye la sustentabilidad, y en la concepción, en las necesidades del hombre contemporáneo. El futuro son los nuevos desarrollos y el no género, que ya existe, con diseños indistintos para hombres, mujeres o trans. Por otro lado, se habla mucho del lujo, que es muy rentable, pero muy poco de la inmensa mayoría de personas que atraviesan crisis, se desplazan y también necesitan vestirse. Hay una gran industria para pocos y muchos que se visten como pueden, no de una manera sustentable, ética e inclusiva.
¿Existe el lujo sensible?
Sí, un bolso de 16 mil dólares hecho con la mejor piel de becerro del mundo y cocido de manera invisible por manos artesanas, es una maravilla. Se siente, se vibra, se huele. Ahí hay una reivindicación del objeto.
También está el lujo como experiencia.
Claro, imaginate estar en un hotel muy pequeño, tener sábanas de hilo, que te atiendan preferencialmente, que tu té sea de manzanillas recogidas en el campo.
«Buenos Aires es deslumbrante, la amo, la posibilidad de caminar, sus cafés y ahora la disfruto también haciendo fotos de curiosidades y subiéndolas a Instagram.»
Te apasionan los hoteles. ¿No?
Me viene de familia. Mis bisabuelos llegaron de Bilbao y se instalaron en Puerto Madryn, donde yo nací. Fueron dueños del hotel Figuero y del cine Español. Mis abuelos continuaron y recuerdo a mi abuelita Catalina tocando el piano a la hora del té con sus hermanas. Hoy conservamos la propiedad, pero no somos hoteleros. Yo viviría feliz en un hotel. Me encanta esa sensación de permanente y dinámico, los lobbies, la gente en tránsito.
Tendrás tus preferidos.
Me encantan el Ritz de Madrid, el Eden de Roma – una experiencia maravillosa- el Principe di Savoia en Milán, Le Bristol en París. En París también están los Pequeños Hoteles con Charme, muy lindos y low cost. Me gusta mucho el turismo rural en España y, además, los monasterios convertidos en hoteles, muy misteriosos. Estuve en uno en Puerto Rico. El Hyatt de Carmelo es divino y el Sofitel de Montevideo tiene una restauración sublime. Y amo el Llao Llao, la gente del hotel sabe que si mando saludos tienen que mandarme por lo menos dos de sus jabones de lavanda. En Madryn está el Territorio, precioso y sustentable.
¿Y en Buenos Aires?
Me gusta muucho el cafecito del Alvear y las naranjitas confitadas. El spa del Four Seasons es una maravilla y Gabriel Oliveri (Director de Marketing) es de los mejores anfitriones que conozco. Amo el Palacio Duhau y sus jardines sublimes. Y los Casa Sur también son preciosos.
Hay tres ciudades fundamentales en tu historia: Madryn, París y Buenos Aires.
A Madryn voy todos los años, veo paisajes, camino, leo, veo gente, está mi familia. Buenos Aires es deslumbrante, la amo, la posibilidad de caminar, sus cafés y ahora la disfruto también haciendo fotos de curiosidades y subiéndolas a Instagram. Y París está muy ligada a mis emociones, me siento muy fluida. Su vida cultural, sus jardines, museos, tomar los barquitos en el Sena, la manera reservada de los franceses, tengo muchos amigos. Me encantaría pasar dos meses al año en París. También me gusta mucho Madrid, mis abuelos vivían allí parte del año y yo iba a visitarlos. He viajado por lugares fascinantes.
«Bolivia es deslumbrante. Estuve en un hotel de sal, en la Isla del Sol, en Sucre, una ciudad increíble, Cochabamba, La Paz, Oruro. Llevo sólo mi Carry On, miro, pruebo, callejeo. Y antes de cada viaje compro guías y veo películas o series, así se conoce mucho. También los libros. No hay mejor manera de viajar que leer.»
¿Por ejemplo?
Bolivia es deslumbrante. Estuve en un hotel de sal, en la Isla del Sol, en Sucre, una ciudad increíble, Cochabamba, La Paz, Oruro. Llevo sólo mi Carry On, miro, pruebo, callejeo. Y antes de cada viaje compro guías y veo películas o series, así se conoce mucho. También los libros. No hay mejor manera de viajar que leer. Aconsejo la literatura del Perito Moreno.
Otra de tus pasiones son las flores y los jabones.
Siempre tengo flores en mi habitación y nunca compro ramos armados y si me regalan uno, lo desarmo y armo doscientos mil floreros. Las cuido mucho, les pongo agua purificada. El helecho lo pongo solito en un florero redondo, es como una estampa japonesa. Y los jabones me encantan, armo mis propios blends. Soy habitué de Sabater y me gustan mucho L’Occitane y Bouqueterie y también Heno de Pravia, que me hace acordar a mi infancia. Y guardo la ropa de invierno enfundados con jabón de verbena. Huele riquísimo y no se acerca una polilla.
¿Cómo es tu guardarropa?
Un placard francés con doble altura, muy ordenado y con pocas cosas. Uso mucho lo que tengo y nunca compro para una sola vez. Tu guardarropa tiene que parecerse a vos, a lo que querés de la vida. Pondero la ropa confortable, soy fanática de las rayas, el cuero y los accesorios y no uso tacos altísimos.
¿Dónde comprás?
Elijo marcas y diseñadores argentinos. Me encantan Jessica Trosman, Martín Churba, Pablo Ramírez, Julia Schang- Viton, Pablo Bernard, Jazmín Chebar, Marcelo Giacobbe, Belén Amigo, Lena Martorello, los zapatos de Josefina Ferroni y Sylvie Geronimi, la bijouterie de Arkano. Y si compro en el exterior trato de que sea una pieza de diseño.
«Elijo marcas y diseñadores argentinos. Me encantan Jessica Trosman, Martín Churba, Pablo Ramírez, Julia Schang- Viton, Pablo Bernard, Jazmín Chebar, Marcelo Giacobbe, Belén Amigo, Lena Martorello, los zapatos de Josefina Ferroni y Sylvie Geronimi, la bijouterie de Arkano.»
Sos una mujer con estilo. ¿Cómo lo construiste?
Tuve mucha libertad e inspiración. Me crié viendo a mi abuela Pepita, que era un poco modista y sastre, y a mi tía Ana, que había estudiado moda en Viena. En mi familia había mucho protocolo, les importaba la moda, el vestir, el teatro, el cine, las exposiciones. Llevo el pelo corto desde los doce años y siempre lo tuve oscuro. Y me pinto los labios de rojo desde que tenía seis, iba al colegio con el rouge en el delantal. Además, se me ocurrían delirios, como ir al zoológico con tapadito con cuello de terciopelo, tacos de valenciana rojos con lunares blancos y una funda de almohada como falda tubo. Me sentía la topetitud de elegante.
¿Te pasó alguna vez sentir que estabas mal vestida o desubicada?
Yo no cumplo el dress code. Me visto lo más parecida a mí. No pido ropa y la que me pongo para los eventos es mía. Una vez habíamos vuelto de Londres con mi hermana y fuimos a una fiesta en San Isidro sin saber que era de disfraces. Yo llevaba un pantalón cigarette gris del ’57, con jarrones y uvas estampadas, que había comprado en una tienda en el sur llamada El Desempeño, borceguíes Dr Martens, una remera negra, una campera de cuero comprada en un mercado de pulgas y un moño en la cabeza. Y me dieron un premio por mi disfraz punk. Fue muy gracioso porque yo no estaba disfrazada.
Durante doce años tuviste la galería de arte Dabbah-Torrejón. ¿Cómo es tu vínculo con el arte ahora?
Disfruto mucho viendo arte y ayudando a algunos artistas con Horacio Dabahh, mi amigo y ex socio en la galería. Y todos los años trato de comprarme alguna obrita.
¿Qué compraste últimamente?
Un cuadro de una mujer con flores en la cabeza de Nessi Cohen y Claudia Mazzuchelli. Grandes artistas, viven en España.
¿Y cuáles son los invaluables para vos, los que no venderías nunca?
Las obras de Sergio Avello, testimonio de nuestra amistad. Las de Dino Bruzzone ( su ex marido y padre de su hijo Clemente) muy especiales para mí. Un cuadro fabuloso de Fabián Burgos que compramos con Dino. Una obra preciosa de un amigo que ya no está, Lucio Dorr. Y las de Manuel Esnoz, Facundo de Zuviría, Delia Cancela, Kuitka, Pastorino y Marrone, entre otras. Pero aclaro que mi casa no es un museo. Las tengo puestas en cualquier parte, donde me gusta verlas.