La barra del Pony Line, en primer plano, el gerente de bebidas, Sebastián Maggi
BARRER CON TRES PREJUICIOS
A las 7 pm el Pony Line está tan tranquilo como el lobby del hotel Four Seasons que se ubica al lado. Dos horas después el lugar estará repleto de gente, disfrutando la salida del trabajo con tragos gourmet y la música de un DJ en un after office que desde que abrió el Pony a fines de 2012, se convirtió – sobre todo por empuje del boca a boca – en un fenómeno. Entonces da para preguntarse: ¿un after masivo y descontracturado en un hotel de lujo? ¿Existe algo así? Sí, existe, Maleva fue a vivirlo en primera persona un miércoles (el día más convocante) y a averiguar por qué está tan de moda, porque se escucha tanto el “¿Vamos al Pony?»
El General Manager Santiago Lambardi me cuenta (mientras se ocupa de llenar mi copa, y me hace probar todas las recetas alcohólicas de la casa) que la idea era terminar con los tres prejuicios que rodean a un bar de un hotel 5 estrellas: “que te matan con los precios; que es aburrido y para señores; y que el personal y los visitantes te miran con cara de vos no merecés estar acá”.
«Desde que abrió el Pony a fines de 2012, se convirtió – sobre todo por empuje del boca a boca – en un fenómeno. ¿Entonces da para preguntarse: ¿un after masivo y descontracturado en un hotel de lujo? ¿Existe algo así? Sí, existe, Maleva fue a vivirlo en primera persona un miércoles (el día más convocante) y a averiguar por qué está tan de moda, porque se escucha tanto el “¿Vamos al Pony?»
Así nace este after rodeado de otros after del centro porteño. Pero el público entiende la diferencia. “Los pubs de Retiro son más para grupos de pibes salidos de las oficinas que van a tomar cerveza o fernet y buscan más joda. Esto es más tranquilo, venís a la barra, a tomar tragos de calidad” – dice Romina, una joven que disfruta de un Apple Martini en la barra. Entre las 9pm y la 1.am e local se llena de gente.
Entre las 9 y la 1, el miércoles, el Pony Line se llena a pleno
Pony Line quiso diferenciar su identidad de la del Four Seasons y buscó una onda Polo: tragos bajo el nombre Chucker o La Dolfina, VIP’s con forma de establos, esculturas de caballos adornando el jardín por el que se ingresa. “Nuestra identidad, desde el mobiliario y la estética, es diferente a la del lobby y las habitaciones del Four Seasons. Por eso tenemos una entrada independiente, para que el visitante no sienta que entra a un hotel” – se justifica Lambardi mientras me ofrece una cerveza negra, una de las tres recetas cerveceras desarrolladas por la casa luego de seis meses de investigación.
También se inclinaron por lo simple. “Una cocina simple es lo que debe tener todo bar: es importante que no necesites cubiertos, que puedas moverte por el salón. Nosotros estamos orgullosos de nuestro sándwich de milanesa. Se trata de volver a las bases, hacer la comida que le gusta a la gente pero con el mejor producto y elaboración posibles, que sumen un valor agregado” – me sorprende Lambardi mientras me acerca un menú que exhibe lo que él llama urban bites, porciones al paso pero con un sabor exquisito y detallista.
Muchos tragos son creados en el lugar con un mix de varios ingredientes
«La idea era terminar con los tres prejuicios que rodean a un bar de un hotel 5 estrellas: “que te matan con los precios; que es aburrido y para señores; y que el personal y los visitantes te miran con cara de vos no merecés estar acá.”
Veo con mis propios ojos a dónde apunta la propuesta: buscando conquistar a un segmento de treinta y pico (claramente este no es un sitio de reuniones de negocios, donde los comensales puedan tomarse el atrevimiento de pedir bajar el volumen de la música), se reemplaza el “happy hour” tradicional con precios promocionales para tragos especiales que no están en la carta.
Aunque para ser justos con mi paladar, y con Pedro Giustinian, el bartender, todos los tragos de la casa son verdaderamente especiales. Muchos de ellos son el resultado de una larga experimentación: “Quisimos reversionar los clásicos de la coctelería con productos locales, además de los que ya se estaban haciendo con Hesperidina y Amargo Obrero. Es decir, buscamos la experimentación con materia prima que no suele usarse” – me comenta Lambardi y presenta una de las mayores rarezas alcohólicas del Pony Line: el trío de tererés de fantasía que, tal como el tereré tradicional, llevan una infusión fría sobre una base de hierbas.
Este cuadro en la pared refleja la identidad cercana al Polo del after
El Chukker, la variedad de la infusión que el general manager me hace probar (haciendo desaparecer la cerveza negra de mi frente), tiene un sabor ligeramente oriental, formado por una mezcla de limonada de lima, almíbar de cardamomo, jugo de naranja, ron blanco, ron oscuro y té de grey perfumado con bergamota. “Diseñamos un vaso metálico con un filtro y una bombilla que se usa especialmente para el tereré. Es raro entrar y ver a gente en un after con una bombilla en sus manos”.
«Una de las mayores rarezas alcohólicas del Pony Line: el trío de tererés de fantasía que, tal como el tereré tradicional, llevan una infusión fría sobre una base de hierbas. Es raro entrar a un after y ver gente con una bombilla en sus manos»
La mayoría de los asistentes tienen principalmente entre 25 y 40 años, pero hay gente de 50. Pude encontrar a las clásicas “chicas católicas de zona norte en plan grupal”, como las definió Catalina, otra visitante asidua del bar, tomando cerveza junto a dos amigas. Ella agrega que no debería sorprenderme hallar ejecutivos de alta edad y alto rango en busca de señoritas acompañantes e intenta explicar de esta manera la presencia única de una travesti muy elegante que, con una capa de seda rosa muy fina, se entrega a la conversación con otra gente. No sé si es acertado el comentario. Quizá pasa que los transgénero ya no se encierran en lugares nocturnos “alternativos” y se animan a acercarse incluso a sitios premium como éste.
Barra con mucha variedad (a diferencia de la mayoría de los afters)
El Pony Line crece a medida que se extiende entre los porteños la costumbre del after office. “La onda ahora es salir los martes, miércoles y jueves. Ningún otro día. Los fines de semana son para tomarse el palo e ir al campo, al country o donde sea” – me explica con esfuerzo Carlos, porque su voz es tapada por el house mágico de la DJ SRZ. Cuando hablo con ella insiste en ese detalle que la diferencia de otros musicalizadores: usar CDs en vez de audios almacenados en la computadora. “El CD entrega un sonido mucho más fiel e interesante. Hoy ya casi nadie lo utiliza, pero yo lo rescato” – afirma a Maleva la rubia cuyo nombre artístico y usuario en Twitter coinciden exactamente con sus iniciales, @srz, y que consigue sacarme una sonrisa con su carpeta aparatosa de discos metálicos.
«Su voz es tapada por el house mágico de la DJ SRZ. Cuando hablo con ella insiste en ese detalle que la diferencia de otros musicalizadores: usar CDs en vez de audios almacenados en la computadora. “El CD entrega un sonido mucho más fiel e interesante. Hoy ya casi nadie lo utiliza, pero yo lo rescato” – afirma a Maleva la rubia.»
Ir a tomar algo después del trabajo es un hábito que pasó de los pubs ingleses a los bares del centro porteño, haciendo que se haga borrosa la frontera con el nightclub. Se transformó la vieja consigna según la cual se va “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”.