De curvas está hecho el universo
Por María Julieta Vilaplana
Fotos: Facundo Cadavid
El arquitecto político
Personajes como Karl Marx (1818- 1883), Le Corbusier (1887-1965) y Sigmund Freud (1856-1939), tejieron la red de paradigmas sobre la que caería en 1907 Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, quien proclamó y embanderó las filas de estas teorías hasta el último minuto de su vida. 104 años es mucho tiempo. Niemeyer atravesó de manera consciente todos los sucesos históricos del siglo pasado. Luego de la desazón de la primera guerra mundial y en vistas de la segunda, tomó una clara posición política y en 1945 se afilió al Partido Comunista Brasileño (PCB), que hasta entonces se había mantenido en la clandestinidad. Durante la guerra fría, se sucedieron, al igual que en argentina, una serie de gobiernos dictatoriales en Brasil que obligaron al flamante arquitecto a exiliarse en Francia durante veinte años.Volvió a Brasil ya sereno y longevo como para afirmar su posición en el mundo como arquitecto responsable, modernista, comunista y sudamericano. Posición que no sólo ratificó Niemeyer sino el mismo Fidel Castro en 1995, en una visita a su atelier de Copacabana: «Sólo quedan dos comunistas en el mundo, Oscar y yo».
El arquitecto urbanista
Mientras la Europa de Posguerra sufría los avatares a la que había sido sometida y las ciudades clásicas y tradicionales propuestas por las viejas escuelas entraban en colapso, en Latinoamérica se buscaban nuevas respuestas y nuevas maneras de concebir el urbanismo y la arquitectura. Las probabilidades de gestar nuevas ciudades eran escasas debido a la falta de dinero, de técnica y sobre todo, de gestión. Pero fue en Belo Horizonte que el presidente Juscelino Kubitschek le propuso a Oscar Niemeyer y a Lucio Costa la oportunidad de crear una nueva capital de Brasil, en el centro del país, para integrar a todas las provincias del interior que habían quedado afuera del sistema de ciudades desarrolladas sobre la costa. Mandar la capital a Brasilia significaba cambiar Brasil, llevar el progreso al interior. Kubitschek supo empapar de entusiasmo y convicción a todos los actores involucrados. La ciudad fue la primera en concretar el pensamiento internacional de los años 50 y fue el ejemplo de como una conjunción de intereses y de mentes pensantes pueden llevar a cabo un proyecto ambicioso y de gran escala.
En “La vida es un soplo” un film de Fabiano Maciel y Sacha, Niemeyer relata que durante el proceso de construcción de la ciudad iban a trabajar vestidos igual que los obreros, tenían conversaciones variadas y extensas y realmente creían que la sociedad iba a mejorar, que los hombres serian “más iguales”. Pero confiesa: “ Cuando se inauguró la ciudad vinieron los políticos y los hombres de dinero, era lo mismo de siempre, la diferencia de clases, la imposición de dinero, los negocios, todo lo mismo que existe hoy en día”.
La UNESCO declaró a Brasilia Patrimonio Cultural de la Humanidad por en 1987, convirtiéndose en la única ciudad del siglo XX con este reconocimiento. De todas maneras, medio siglo después Niemeyer afirmó que Brasilia fue “una aventura llena de desencuentros”.
El Arquitecto moderno
El hormigón armado trajo infinidad de cambios y posturas en el mundo de la arquitectura moderna, para Le Corbusier significó la planta baja libre, para Niemeyer significó la curva, para ambos, la estructura independiente. En una entrevista aseguró: “Lo que me atrae es la curva libre y sensual. De curvas está hecho el universo”. El lema de la arquitectura moderna era que la forma estaba subordinada a la función. Oscar unió los elementos, funcionalidad, forma y belleza porque para él la forma y la belleza también cumplían una función. Es así, mediante la curva y la investigación de los territorios y las particularidades que el mismo Niemeyer, propulsor de las ideas modernistas comenzó a separarse del estilo internacional de la época y logró una propia identidad y solidez. Criticó a la Bauhaus, a sus normas y a su repetición irreflexiva de patrones, llegó a denominarla “el paraíso de la mediocridad”. Mientras que la arquitectura moderna europea luchaba por la exclusión de las artes y de los ornamentos tan sustentados por movimientos previos como el Art Nouveau, el brasileño incluía a pintores y a escultores en el proceso de diseño: “El artista no viene después, el artista es parte de la obra”. Los murales, los azulejos y las pinturas quedan en evidencia en cualquiera de sus proyectos.
El mismo Le Corbusier, ya desencantado del modernismo puro y funcionalista acepto que se debería rever el tema de las curvas y hasta lo concretó en sus últimos proyectos. Alvaro Siza Vieira, reconocido arquitecto portugués celebró en una conferencia la capacidad de Oscar Niemeyer para crear “intensa alegría” en sus obras y proveerlas de “poderosas atmosferas” y lo atribuyó a Brasil, a su paisaje y a su luz.
Su poca influencia en Argentina
Futuro Puerto de la Música en Rosario
Es difícil descontextualizar su obra ya que es en sí misma la identidad de una nación. A pesar de la vecindad, en nuestro país no existen claros seguidores de Niemeyer, ya que el modernismo se manifestó en argentina de la mano de Mario Roberto Alvarez, que continuó con las líneas puras y racionales de Mies Van Der Rohe, y de la mano de Clorindo Testa, quien expuso el brutalismo del hormigón proclamado por Le Corbusier. Oscar Niemeyer desembarcó en nuestro país a los 101 años con “El puerto de la música” para la ciudad de Rosario, un complejo cultural con sala de conciertos, centro de exposiciones y escuela de música que aún sigue en proceso de gestión desde el 2008. Diversos proyectos quedaron huérfanos en el mundo, como también su oficina frente a las playas de Copacabana, hoy a cargo de su mano derecha, el arquitecto de origen español, Jair Valera. La decisión de la continuidad del estudio depende de sus 5 nietos,13 bisnietos, 4 tataranietos y de su segunda mujer Vera Lucia Cabrera con la que se casó a los 98 años.
Niemeyer fue un arquitecto y es lamentable usar el verbo pasado con alguien que bien sabía conservarse en el tiempo, que supo consolidar sus creencias, que logró revisar a sus contemporáneos y ofrecer nuevas respuestas a viejas preguntas: “Lo importante de la arquitectura es la fantasía”.
En el 50 aniversario de Brasilia reveló en una entrevista: «Me gustaría ser recordado como un hombre que pasó más de seis décadas sobre la mesa de trabajo, preocupado por su arquitectura, pero siempre listo para contribuir a la lucha política, a la superación de este régimen de clases que creó el capitalismo y que desmerece a la humanidad . Como alguien que siempre consideró que la vida es más importante que la arquitectura.»