Arquitecta y apasionada por el diseño de Interiores, experimentó en distintos rubros, obtuvo distintos reconocimientos y asegura que todo lo que piensa para los clientes lo hace «en base a la experiencia del usuario»/¿Cómo es su proceso creativo? ¿Por qué piensa que Internet es un arma de doble filo para diseñar? ¿Existe el cliente ideal? / Además: la moda, enemiga del hombre.
Michelle fue fundadora de «Machimbre», su propio estudio creativo, y como arquitecta, trabajó en importantes estudios, antes de volcarse al diseño de Interiores.
«Cuando algo no tiene alma, por más lindo que sea, no dice nada…»: entrevista a la diseñadora de interiores Michelle Parisier. Por Candelaria Penido. Fotos: Alexis García Sánchez (Alesso) para MALEVA.
Vestida en un total black – desde los zapatos, pantalones y remera, hasta la cartera y bolsa que carga -, Michelle Parisier baja de su auto vintage del 81 y se acerca a la puerta del último departamento que diseñó. Una sensación de elegancia, en colores neutros, conquista el espacio.
Michelle es arquitecta y se dedica al diseño de interiores hace más de diez años. Tuvo su propio estudio, Machimbre. Mientras trabajaba en él, dejó que su alma libre gozara. Experimentó en distintos rubros, obtuvo premios y reconocimientos, y descubrió su pasión: ser el puente que ayuda a convertir ideas abstractas en realidades concretas.
«Hoy en día hay mucha información dando vueltas, mucho Pinterest, mucho Instagram. Y el problema es que las cosas que se ven ahí, no se ven igual en la realidad. Hay demasiada imagen, demasiada copia, demasiado quiero eso que vi. Eso lleva a la despersonalización de tu cliente…»
Sos arquitecta y diseñadora de interiores ¿cómo te adentraste en estos mundos?
Estudié arquitectura porque quería una carrera amplia. Aunque ejercí un poco, la vida me mostró que lo mío iba por el diseño de interiores.
¿La vida te mostró?
Cuando terminé la facultad, junto con dos socias, creé mi propio estudio y trabajé en él por cuatro años. En Machimbre hacíamos de todo. Diseñábamos desde espacios hasta sillas y carteras. Éramos un laboratorio, no había algo de la profesión que nos definiera aun.
¿Entonces descubriste el diseño de interiores en plena acción?
Sí, me di cuenta que no solo me encantaba sino que lo hacía bien y me era fácil.
¿Estudiaste luego algo relacionado o fuiste aprendiendo en la práctica?
Donde más se aprende es trabajando pero lo fui a estudiar a Nueva York. Estuve allá dos meses, en un curso de verano en Parsons.
Michelle se considera un alma vieja: “a esta época no la entiendo.” Medianoche en París es una de sus películas preferidas y el negro su color. Ama viajar y se siente siempre con una pata medio afuera del país. Uno de sus pasatiempos preferidos es salir a comer – ya sea a restaurantes o casas particulares -, hasta tiene una teoría de la combinación de colores en un plato de comida.
En su universo el dimer (con el que puede regular la intensidad de luz de un espacio), es su mejor amigo y no hay nada más seductor que un lugar que huela bien. Hace un tiempo su carrera dio un giro, su interés ahora radica en descifrar y materializar la identidad de sus clientes: “hacer realidad los espacios que imaginan habitar.”
«Todo lo pienso en base a la experiencia del usuario. Al diseñar estás creando un lugar para que sea habitado, ya sea una casa o un local. Diseño para generar experiencias únicas. Por ejemplo hay medidas que invitan en una mesa, a que te quedes sentado en una post comida por horas y hay otras que te incitan a levantarte e irte apenas terminás de comer…»
¿Qué es lo que más te divierte a la hora de encarar un proyecto?
El desarrollo del concepto. Últimamente me interesa dedicarme al proceso de bajar la idea que el cliente tiene en la cabeza. Diseñar el anteproyecto y después que él lo desarrolle cómo quiera o pueda, con quién quiera. Obviamente puedo llevarlo a cabo, pero no es esa mi prioridad, sino que es el pensar la experiencia lo que más me motiva.
El desarrollo de la experiencia de consumo ha conquistado la mayoría de los rubros. ¿En el diseño de interiores también pasa?
Todo lo pienso en base a la experiencia del usuario. Al diseñar estás creando un lugar para que sea habitado, ya sea una casa o un local. Diseño para generar experiencias únicas. Por ejemplo hay medidas que invitan en una mesa, a que te quedes sentado en una post comida por horas y hay otras que te incitan a levantarte e irte apenas terminás de comer.
¿Cómo es el proceso creativo a la hora de diseñar un espacio?
Siempre empieza por conocer al cliente. Nos juntamos a charlar mientras tomamos un café. La clave está en escuchar. A veces tienen re en claro lo que quieren y otras no. Hay clientes que sólo saben lo que no quieren. Pero en cualquier situación, es importante escuchar sin juzgar. Y obvio proponer, no imponer. Después me pongo a trabajar en distintas propuestas. Armo un board con referencias también y a partir de ahí empieza el viaje.
¿Tenés referentes?
Patricia Urquiola es mi número uno. Una española que vive en Milán y diseña desde cubiertos a pisos, departamentos, hoteles o salas vips de aeropuertos. Es muy creativa. Otras nombres que se me vienen son Luis Barragán, Peter Zumthor, Vincent Van Duysen e Ilse Crawford. Me inspira la gente que está en constante movimiento.
«El proceso empieza por conocer al cliente. Nos juntamos a charlar mientras tomamos un café. La clave está en escuchar. A veces tienen re en claro lo que quieren y otras no. Hay clientes que sólo saben lo que no quieren. Pero en cualquier situación, es importante escuchar sin juzgar. Y obvio proponer, no imponer…»
¿Tu trabajo es solitario o se da en equipos?
Para mí hay que trabajarlo en equipo. Tener a alguien con quien hablar, con quien intercambiar ideas, alguien que te refute. No creer que siempre vas a tener la razón de lo que estás diseñando, pero yo lo hago sola.
¿Por qué?
Porque no sé delegar. Ese es el problema del profesional que salió de la facultad y creyó que se podía poner su estudio. Trabajé igual después de Machimbre en el equipo de la arquitecta Paula de Elia. Aprendí una barbaridad. El master que quería hacer lo terminé haciendo con ella en la práctica.
¿Te quedaste con ganas de estudiar más?
Sí. Estoy mirando para ir a hacer un master afuera. Quiero ir a nutrirme con otras ideas.
¿Tenés una ciudad en mente? ¿Un lugar ideal?
Creo que ese lugar es Nueva York, lo amo. Pero si me decís que encuentro algo en un pueblito de Italia que me motiva porque diseñan muebles espectaculares, allá voy.
¿Existe el cliente ideal?
Sí, pero este va mutando según las maneras de ser de cada diseñador. Para mí, la cualidad más importante es el respeto. Este a veces se pierde y es lógico, porque uno al querer su casa o su local terminado se olvida que detrás hay personas y no máquinas trabajando. Por eso para mí cuando no hay respeto es un punto de inflexión. Igual, el respeto va de los dos lados. Ya que uno como profesional también tiene que tenerlo con los gustos del cliente, su tiempo y dinero. A veces me pasa que este me pide cosas que tal vez no van de la mano con mi gusto personal y ahí está el desafío interesante. Me gusta investigar nuevos estilos, ver qué es realmente lo que te identifica como cliente.
«Hay lugares sin alma. Me pasa mucho últimamente en los cafés de especialidad en Buenos Aires. Creo que la experiencia no solo pasa por que se sirva un café rico. Creo que faltan ganas de ver las cosas de una forma distintas, más allá de lo que la pantalla te muestra o el otro hizo…Creo que la moda es el enemigo del hombre…»
¿Cómo es ese vínculo para vos poder aportar lo tuyo sin alejarte de lo que el cliente propone?
Tiene que ser muy fluido porque no sólo tengo que conocerlo, sino entenderlo. La clave es tener reuniones seguidas, vernos una vez por semana, como para no perder el swing.
Hace un rato hablabas de que te entusiasma investigar nuevos estilos. ¿Tenés uno predilecto a la hora de trabajar?
Me parece que está bueno animarte a moverte de tu lugar de confort, porque sino repetís diseños. De hecho me divierte buscar clientes distintos. Por ejemplo, ahora estoy trabajando en un proyecto donde el espacio va a girar alrededor de la estética de los años 60. Tiene entonces una paleta de colores súper amplia. Y al principio al dueño le preocupaba mi estilo, me decía que yo era mucho más net que él, pero ahí está la esencia de mi quehacer.
¿Qué te inspira a la hora de crear?
Las cosas lindas. La música clásica, los boleros y el tango. Me inspiro mucho en Internet, más allá que crea que es una herramienta de doble filo, el algoritmo me acompaña y hay muchos diseñadores y diseños que me atraen y despiertan cosas. El arte, los cuadros y museos. Mirar cómo artistas de otra época elegían los colores o materiales. Leer o mirar películas donde la fotografía y puesta en escena estén bien hechas, qué placer. La proporción… De hecho yo siempre digo que un buen cocinero sabe combinar los colores en los platos. No podés tomar por ejemplo un helado de vainilla con crema, tal vez están buenos los gustos pero no así juntos. Hay fealdad que me parece bella. Hay cosas feas que aun así son necesarias porque generan atmósfera. Cuando algo no tiene alma, por más lindo que sea no dice nada. Mi inspiración también va por ahí, cómo hacer que los lugares hablen y tengan historia.
¿Se te ocurre algún lugar sin alma en que hayas estado?
Me pasa mucho últimamente en los cafés de especialidad en Buenos Aires. Creo que la experiencia no solo pasa por que se sirva un café rico. Creo que faltan ganas de ver las cosas de una forma distintas, más allá de lo que la pantalla te muestra o el otro hizo.
Hay muchas modas de consumo que agotan…
Creo que la moda es el enemigo del hombre.
Michelle Parisier define como eclécticos a sus diseños y a su día como un incesante ir y venir en el auto cargando materiales y muestras. Aplicó su interesante mirada en locales como los de Natalia Antolin o Camila Romano, a oficinas y miles de casas y departamentos. Para ella su profesión no solo la lleva a pensar espacios, sino que su accionar es de lo más versátil. Va desde elegir floreros hasta pensar cómo se ordenan los libros en una biblioteca; desde la medida de una mesa al color de una vela.
¿Por qué decías que Internet es un arma de doble filo?
Hoy en día hay mucha información dando vueltas, mucho Pinterest, mucho Instagram. Y el problema es que las cosas que se ven ahí, no se ven igual en la realidad. Hay demasiada imagen, demasiada copia, demasiado quiero eso que vi. Eso lleva a la despersonalización de tu cliente. Siento que es algo que está pasando en la sociedad entera. Veo a los seres humanos como robotitos que han perdido el eje y están muy pendientes de lo que hizo o no hizo el otro, lo que tiene o no el otro. Eso hace muy difícil el disfrutar de tus espacios porque pedís algo que no te representa pero lo descubrís recién cuando lo tenés en vivo.
¿Qué es para vos el diseño de interiores?
Para mí es un mundo paralelo. Un lenguaje que permite recuperar la inspiración y creatividad. Una herramienta para poder diferenciarte.
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