Hay momentos de la semana que tienen un destino escrito. Por caso, los jueves son geniales para el after office, las noches de viernes exigen buenas citas y tragos, los sábados son perfectos para fiestas con amigos y los domingos son ideales para el cine. Pero si hablamos de un sábado a la tardecita (que es el «yang» del estrés del «ying» del lunes a viernes) entre las cuatro y las ocho, las opciones no son tan obvias. ¿Dónde ir, por ejemplo, si tenés un encuentro de trabajo relajado? ¿O si querés juntarte a charlar con un amigo que no ves hace mucho y una confitería con licuados te parece un marco insulso? Para esa hora híbrida, a medio camino entre el té y el copetín, y que invita por ejemplo a un buen vinito en paz, las propuestas no son tantas, pero que las hay, las hay.
Los imperdibles del sábado a la tarde son:
Cuando empiezan a llegar los días más cálidos, las mesas de afuera de Voulez Bar, en esa codiciada esquina de República Árabe Siria y Cerviño, cotizan alto. Son el hit de los almuerzos, pero no tantos conocen su encanto a la hora de la caída del sol. Conforme la tarde va discurriendo, son el sitio ideal para sentarse, pedir un vino blanco bien frío y charlar de la vida sin apuro ni más presión que decidir el plan de la noche que se avecina. El servicio, atento pero cero insistente, acompañará el ánimo a la perfección.
No importa que tu plan haya sido juntarte a trabajar, en La Esperanza (Sucre 1302), en el Bajo Belgrano, la sensación es que estás de vacaciones. Especialmente, si te sentás en su terraza con sombrillas en una tarde de sol y relajás las obligaciones pidiendo un Campari con naranja. Entre los árboles, con música suave y en las alturas, el lunes se va a sentir muy lejos y tu compañero de trabajo te va a agradecer el (nunca tan literal) buen trago.
La avenida Caseros lleva varios años convertida en un polo gourmet interesante. Las opciones de almuerzo y cena son amplias, pero si lo que buscás es un trago fresco en una tarde apacible de sábado, la recomendación de Maleva es una sola: pedite alguna versión de limonada (la de frambuesa es matadora) en Hierbabuena (Caseros 454). Autodefinido como “deli natural”, su carta de bebidas para la tardecita es un hit basado en lo sabroso de sus frutas. Ideal para esos grupos de amigas con tanto para charlar que terminan con sed.
Belgrano R se caracteriza por sus increíbles casas, sus calles amplias y sus muchos colegios, pero no precisamente por su oferta gastronómica. Por eso, esta recomendación es un hallazgo más que interesante. El café del Centro Cultural Plaza Castelli (Conde 2050) parece importado directo de París. En un patio adoquinado, entre sombrillas blancas y sillas de hierro negro, una fuente de piedra y venecitas aporta la banda de sonido del ambiente y completa el clima idóneo para una tarde de sábado muy amena.
También en el Bajo Belgrano, San Gennaro (Sucre 898) es una de “las” aperturas del año. Es que no hay duda de que sus hamburguesas compiten al podio de las mejores de la ciudad. Sin embargo, para la tardecita no es eso lo que tienta sino más bien sus papas con alioli acompañadas por alguna cerveza bien fría. ¿Dónde? Idealmente en su barra junto a la ventana, genial para desplegar un libro, chusmear una revista o simplemente relajar ahí y espiar cada tanto el partido que la TV del fondo esté pasando.
Leitmotiv (José Antonio Cabrera 5696) sirve almuerzos y cenas, pero es, eminentemente, un bar. Nació como tal y así se demuestra en su carta de tragos originales, pero también en el vuelo de su menú de comida, con opciones que mezclan a la maravilla ambos mundos, como el Julep de langostinos, hecho con langostinos rebozados en salsa agridulce Cynar. Por eso, elegir una de las mesas de su terraza y pedir un buen trago una tarde sabatina puede ser el preludio perfecto de una cita para el recuerdo.
Pequeño pero rendidor. Así es Adorado Bar (Nicaragua 5856), otra linda apertura de este año. Está ubicado en la prolífica calle de Oui Oui, pero se destaca por sobre todas las otras opciones como rincón recomendado para un sábado por su espíritu canchero pero sin pretensiones. De ambientación semi industrial, sus pocas mesas brindan intimidad y son un gran lugar para ponerse al día con algún amigo, sea refrescándote con una limonada (o pomelada) o animándote a abrir el primer vino de la tarde/noche.
Desde la recientemente inaugurada terraza de Oporto Almacén (11 de septiembre 4152), el transcurrir de las últimas horas de la tarde permite ser testigo de un espectáculo con poesía citadina: ir viendo cómo, una a una, las lucecitas de las torres alrededor se van encendiendo y cobrando vida en su interior. Si a eso se le suma en la mano un buen trago como el Ochenta, con bourbon, frutos rojos, menta, limón y azúcar, la receta para el éxito del momento más híbrido del sábado seguro dejará de ser un secreto.
Fotos: gentileza lugares mencionados