Hace muchos años cuando comenzaba mis primeros pasos en esta interminable carrera del vino empecé a escuchar acerca de una feria que se organizaba en el lugar más célebre en elaboración de vinos: Bordeaux, Francia. Ciudad que cuando la visitó HM Queen Elizabeth la definió como “La verdadera esencia de elegancia”. Y no tengo dudas que tenía razón porque que cuenta con el binomio de buen gusto y tradición. En el 2007 recibió la clasificación de World Heritage y éste año se convirtió en Europe Best Destination.
El centro de la ciudad es fabuloso, con edificios del siglo dieciocho, harmoniosos y con una buena lavada de cara en los últimos años que le ha vuelto a dar brillo. Es muy fácil de recorrer, se encuentra a orillas del río Garonne, con una explanada ideal para caminar, andar en bici o simplemente sentarse a beber una copa de vino. También hay una opción para los fanáticos del picnic, junto al Miroir D`Eau o espejo de agua, que refleja el espléndido Palais-de-la-Bourse. Su gastronomía es buena por donde se la mire, todos los productos son frescos y se valora mucho su lugar de origen.
«El viaje se inició organizando una degustación en el office del avión para seis personas, recorrimos las zonas de Rioja y Ribera del Duero degustando en mismísimas copas de degustación. No sé si ya se habrá realizado algo similar, pero para mí fue la primera degustación que dirigí a más de 10.000 metros de altura.»
En forma paralela a la feria se organiza una fiesta gastronómica, similar a Masticar, llamada L´Epicuriales, en Place Quinconces (pleno centro de la ciudad). Desde las 11am hasta la 1pm uno tiene posibilidad de probar platos de los mejores Chefs de la ciudad a precios muy accesibles entre 10 y 20 euros. Cuanta también con una versión cosmopolita con varias opciones de tapas, comida fusión y cajún.
Mi Wine Tour comenzó así, tomamos un vuelo que salió al mediodía por una compañía española, siguiendo las recomendaciones me paré a cada rato para estirar las piernas. Como no me cuesta hacerme de amigos me puse a charlar con una señora en la cola del avión. Mientras tanto, un oficial de abordo nos escuchaba y en un momento nos interrumpe – ¿trabajan en la industria del vino? – a lo cual le respondí que sí y que viajaba a Vinexpo, la feria más importante en el mundo del vino. Me dijo que si queríamos nos podía traer para degustar los vinos de la clase Business. Y así fue: el viaje se inició organizando una degustación en el office del avión para seis personas, recorrimos las zonas de Rioja y Ribera del Duero degustando en mismísimas copas de degustación. No sé si ya se habrá realizado algo similar, pero para mí fue la primera degustación que dirigí a más de 10.000 metros de altura.
«Para los sommeliers, enólogos , bodegueros y gente que trabaja en la industria vitivinícola argentina es como someterse a un master o curso intensivo. Tu memoria olfativa debe estar más receptiva que nunca. La explanada y posibilidades que uno tiene son enormes. Les cuento algunas de las degustaciones a las que asistí: Porto y Chocolate, Vinos de la DO italiana Bolgheri, y una degustación con cientos de vinos biodinámicos.»
Luego de ésta pequeña intro de la belle Bordeaux y de la degustación realizada a más altura en el mundo, volvamos a mi tema: la visita a la feria Vinexpo que se realiza cada dos años y en la cual participan todos los países productores de vino y otras bebidas. Son cuatro días de agenda full time. En primer lugar visitás la feria y por la noche llueven los agasajos entre copas de vino: foie gras, crevettes, magret de canard y estricta black etiquette. Este año, vi pasar al mismísimo François Hollande, presidente de Francia, delante de mis narices, así que imagínense de qué modo influye a Francia y me animaría a decir, a la industria mundial del vino.
Para los sommeliers, enólogos , bodegueros y gente que trabaja en la industria vitivinícola argentina es como someterse a un master o curso intensivo. Tu memoria olfativa debe estar más receptiva que nunca y la planificación de tu visita es esencial. La explanada y posibilidades que uno tiene son enormes. Les cuento algunas de las degustaciones a las que asistí: Porto y Chocolate, Vinos de la DO italiana Bolgheri, y una degustación con cientos de vinos biodinámicos.
Como he vivido en Londres y trabajado en la industria del otro continente, una amiga francesa a quien llamo Coco (Lorraine), nos invitó a un cocktail que organizaba la AOC Chablis. Este nombre, tan mal utilizado en nuestro país, es la cuna del mejor Chardonnay del mundo donde su suelo, llamado Kimmeridgian, miles de años atrás fue un océano y cuenta con antiquísimas conchillas marinas, piedra caliza y suelo calcáreo. Esto se manifiesta en un vino con notas a manzana verde, peras y un velo mineral con recuerdos marinos que vibran en tu paladar.
«Son cuatro días de agenda full time. En primer lugar visitás la feria y por la noche llueven los agasajos entre copas de vino: foie gras, crevettes, magret de canard y estricta black etiquette. Este año, vi pasar al mismísimo François Hollande, presidente de Francia, delante de mis narices, así que imagínense de qué modo influye a Francia y me animaría a decir, a la industria mundial del vino.»
Nuestro segundo día estuvo rodeado de esas degustaciones que marcan tu corazón, Alsacia, con sus vinos blancos de Riesling, Muscat, Pinot Gris y Gewurstraminer. Pero la noche se vistió de gala para la gran cita, para mí, llegar a Château Lafite Rothchild fue como convertirme en princesa por una noche. La bodega cuenta con varias alianzas en otros países, una de ellas es Bodegas Caro, que significa CAtena y ROthschild y sintetiza la unión de dos culturas, dos familias y dos cepas, Malbec y Cabernet. Acá hago una aclaración: la zona de Bordeaux se caracteriza por elaborar vinos de corte, blend o assemblages, a partir de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Petit Verdot, Malbec y raramente Carménère. Su base geológica es de piedra caliza, dando como resultado un suelo con alto contenido de calcio. El estuario del Gironde con sus dos afluentes, el Garonne y el Dordogne, son los encargados de irrigar la región. Ellos son los encargados de definir las subregiones, por un lado el Lado Derecho, Entre Deux Meur, el Lado Izquierdo, subdividido en Graves y Médoc.
Volviendo a Lafite Rothschild, ubicado Pauillac, Médoc es una zona rodeada de viñedos, si uno gira sobre su eje a 360º verá solo viñedos y Châteaux. Les cuento que en un momento, pedí entrar a dejar una mochila y no me pude resistir, me recorrí la casa familiar por dentro, de película. Luego de visitar sus cavas y lugares de producción lo que más me impactó fue la mixtura del edificio antiguo, con las gigantografías de fotos de todos los empleados tomadas por la mágica cámara de Richard Avedon.
«Nuevamente comimos a lo grande Tartare de Salmón, Foie Gras y Confit de Canard. Postre, la famosa Tarte Tatin de Manzanas. Durante éstos días lo que ronda en el espíritu de la gente es el espíritu de festejo, comer rico y más aún beber como los dioses.»
Día tres, junto a los Paoulucci, et père et fils (padre e hijo), que son los distribuidores de Clos de los Siete en Argentina, visitamos Chateau Le Gay, la bodega que maneja Marcelo Pelleriti, también enólogo de Monteviejo en Valle de Uco, Mendoza. La pequeña bodega es como una cajita de música o un reloj, sus escasos viñedos divididos en microparcelas descansan en más 150 barricas que se dividen por la expresión que da cada pequeño terroir. A su vez, cada una de ellas está conectada a una computadora que permite manejar su temperatura desde cualquier parte del mundo. Ni hablar de la belleza del petit chateau y la vista plena de sus viñedos. Marcelo realiza dos cosechas por año, una en Argentina, y la otra en Francia con el Chateau Le Gay y Chateau La Violette, todas propiedad del mismo grupo. Ambas distan el uno del otro a solo dos km, ambos insertados en la zona de Pomerol, rodeadas por varias de las bodegas más emblemáticas y reputadas de Burdeos.
En el caso de La Violette, se encuentra en la zona más alta de Pomerol, región de 700 hectáreas, donde se ubican ciento veinte Chateaux. La Violette cuenta con sólo 1,7 hectáreas, de donde se obtienen nada más que 4,000 botellas. Este reputado vino, La Violette 2010, cuenta con 100 puntos Parker y es un 100 % Merlot, de vides muy viejas, plantadas en un suelo arcilloso, con graba y calcáreo (carbonato de calcio), un régimen de lluvias de 800 mm al año. El Chateau Le Gay 2010 es un 85 % Merlot y 15 % Cabernet Franc. De allí partimos Saint Emilion, lugar que no pueden dejar de visitar si están por Francia. Con sus calles empinadas, su color tierra y la vista a los magnánimos viñedos. Nuevamente comimos a lo grande Tartare de Salmón, Foie Gras y Confit de Canard. Postre, la famosa Tarte Tatin de Manzanas. Durante éstos días lo que ronda en el espíritu de la gente es el espíritu de festejo, comer rico y más aún beber como los dioses. Y eso es lo que hacían cuatro empresarios norteamericanos de la industria ubicados al lado de nuestra mesa, bebían un Chateau Ausone, AOC Saint Emilion, de 1955. Sin dudas, ni perezosa y poniendo en mi cara una sonrisa 100% argentina, les pregunté – ¿Can I try that miracle? – el No ya lo tenía, pero su respuesta fue, tomá asiento y me sirvieron una copa. ¡Because I am happy!
«Cuatro empresarios norteamericanos de la industria ubicados al lado de nuestra mesa, bebían un Chateau Ausone, AOC Saint Emilion, de 1955. Sin dudas, ni perezosa y poniendo en mi cara una sonrisa 100% argentina, les pregunté – ¿Can I try that miracle? – el No ya lo tenía, pero su respuesta fue, tomá asiento y me sirvieron una copa. ¡Because I am happy!»
Último round y volviendo al avión de partida donde conocí a dos personas de las cuales uno sabe que nunca se va a alejar y se siente agradecido. Padre e hija, mendocinos, empresarios de la hotelería y también bodegueros, dueños de Huentala Wines. Por su sonrisa, simplicidad y afinidad a los mismos placeres, supe que el destino nos reencontraría. Y así fue que una tarde nos invitaron a seguirlos al atardecer a otra bodega, partimos nuevamente a Saint Emilion, luego de una par de vueltas llegamos a Chateau de Candales, donde la Tonelería Vicard festejaba sus 90 años. La suerte de éste ágape fue que tuvimos la oportunidad de probar varios vinos que utilizan sus barricas y toneles como guarda de vinos. Ah… ¡También comí foie gras!
Caía el sol, las copas brillaban como luciérnagas, brillaban las hojas verdes de los viñedos, en mis oídos sonaba una excelente una banda de rock de los 60. Miré al cielo, y nuevamente agradecí por haber llegado a éste mundo a formar parte de ésta historia, yo y el vino.