Desde que abrió hace casi una década, la galería de arte ODA tiene un compromiso con la conciencia ambiental.
Cómo agua sobre piedra, Nicolás García Uriburu y Josefina Robirosa en la galería Oda: así es la muestra «ecopoética» que reúne a dos íconos del arte argentino. Por Camila Pomar Noacco para MALEVA.
“A quien retorna en busca de su antiguo buscar, la noche se le cierra como agua sobre una piedra, como aire sobre un pájaro, como se cierran dos cuerpos al amarse”, escribió la poetisa Alejandra Pizarnik. “Me gusta la literatura”, confiesa el curador Daniel Fischer a MALEVA, y en Alejandra Pizarnik, encontró el marco ideal para reunir a dos artistas argentinos hasta entonces bifurcados en espacio pero no en conciencia: Josefina Robirosa y Nicolás García Uriburu. La primera, mujer autodidacta y multidisciplinaria. El segundo, artista plástico internacional y arquitecto egresado de la UBA. Ambos, estrellas de la vanguardia local de los años ’60, comprometidos y marcados por la misión de conservar el planeta.
“Me gusta la literatura”, confiesa el curador Daniel Fischer a MALEVA, y en Alejandra Pizarnik, encontró el marco ideal para reunir a dos artistas argentinos hasta entonces bifurcados en espacio pero no en conciencia: Josefina Robirosa y Nicolás García Uriburu…»
De esto se trata la exposición actual (hasta el 13 de diciembre) en las salas de la galería Oda, en el barrio de Tribunales (Paraná 759) fundada en 2015 por la fotógrafa y arquitecta Laura San Martín. Los muros abandonan el cubo blanco para apropiarse de los verdes y renovar así del comprimoso fundante de la galería con la conciencia ambiental. Y que es aquello que motiva la organización de la muestra – «Cómo agua sobre piedra. Ecopoéticas del ambiente» -, y se transforma en un espacio natural, un guiño al accionismo de Nicolás sobre las aguas de Venecia y las del Río de la Plata, pero también, en un punto de encuentro y fusión, un vértice donde dos creativos se aúnan, como dos cuerpos al amarse.
Por momentos se pierde la noción. ¿Quién es quién? Troncos con púas instalados desde el suelo hacia lo alto, «Todos los fuegos y el fuego». Uno es del hombre de las intervenciones, el otro, de la dama de la sonrisa eterna, de la figura esbelta, de la «niña bien», nieta de Alvear, convertida en psicodélica. Manos distintas, pero resultados que se confunden por sus tonos fuego e infernales, en medio de una naturaleza que proclama atención.
Las obras, una reunión de óleos, dibujos, esculturas, instalaciones e incluso tapices, sobre los cuales el director de la casa de subastas Cubo, Santiago Martín Grondona resaltó que son «de los más codiciados en el mercado de hoy». Se evidencia una nueva búsqueda de pensamiento. Se alejan de las ideas del biólogo Ernst Haeckel y su concepción decimonónica del concepto de ecología, donde lo natural y lo humano resultaban categorías dispares, para devolver la sensibilidad a los segmentos, denunciar los abusos de la convivencia, y proponer nuevas relaciones en las que lo artificial se reencuentra en armonía con la fragilidad de la creación.
Bajo semejante tendencia ideológica, Josefina nos presta la delicadeza femenina, con su celebrada serie de bosques frondosos, minados en brumas, y a veces llamas. Con «Víctimas y victimarios», Nicolás, nos lleva al impacto violento, árboles convertidos en esculturas-mobiliario (piezas hasta entonces poco vistas, a sorpresa de Fischer), castigados por los clavos, las sierras y las hachas, consecuencia de la deforestación.
«Bajo semejante tendencia ideológica, Josefina nos presta la delicadeza femenina, con su celebrada serie de bosques frondosos, minados en brumas, y a veces llamas. Víctimas y victimarios, Nicolás, nos lleva al impacto violento, con árboles convertidos en esculturas-mobiliario (piezas hasta entonces poco vistas, a sorpresa de Fischer), castigados por los clavos, las sierras y las hachas, consecuencia de la deforestación…»
En la exposición la figura humana se halla ausente, explican los anfitriones. Su presencia es indirecta, a excepciones de algunas piezas de Robirosa, donde los protagonistas se vuelven un paisaje mismo, dejando sonar el mensaje de la exhibición: entre flashes y periodistas, Laura San Martín y Daniel, posicionan al hombre como guardián del planeta, con la responsabilidad de proteger y preservar el equilibrio.
Galerista y curador callan. Aplausos. Se invita al recorrido. Tras unos pasos y palabras cruzadas junto ellos, los artífices de esta escena resuelven con emoción: “tal como supieron proclamar nuestros artistas revolucionarios, seres y entorno se hallan aquí interconectados”.
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Fotos: son gentileza para prensa de Galería Oda y grupo MASS.