En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Haruki Murakami, le dicen al protagonista Tooru Okada: “Una cerveza fría al final del día es lo mejor que puede ofrecer la vida”. ¿Alguien diría lo contrario? La sensación térmica clavada en los 30 grados hace que hasta los que son “puro vino tinto” se pierdan ante un seductor porrón dorado. En Maleva fuimos a buscar los rincones veraniegos que mejor acompañan al ritual estrella de la estación.
«En Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Haruki Murakami, le dicen al protagonista Tooru Okada: “Una cerveza fría al final del día es lo mejor que puede ofrecer la vida”. ¿Alguien diría lo contrario?»
No nos cansamos de contar las mil y una atracciones de Camping (Buenos Aires Design, Av. Pueyrredon 2501). Entre la rockola con música armada por SRZ que permite que cada uno elija las canciones que más le gusten desde el celular, las lucecitas, la vista de Recoleta y la atención de los scouts, el primer beer garden porteño es encantador por donde se lo mire y está a punto caramelo en las noches de calor. Las 22hs son la hora del porrón y la fila de cerveza artesanal roja tirada crece a toda velocidad. Para acompañar, mucho mejor que papas y maní hay arroz con atún, milanesa y tortilla de papa entre otros snacks bien caseros que le pasan el trapo a las sobras de la heladera.
Pocos spots de la ciudad tienen la variedad de cervezas que se encuentra en cualquiera de las tres sucursales de The Temple Bar (Costa Rica 4677). Hay opciones tiradas, entre ellas algunas de la casa como la fortachona Temple Barley Wine, importadas como la Grolsch holandesa y la Schöfferhofer alemana y, quizás lo más interesante, cervezas artesanales y regionales de todo el país. Berlinas de Bariloche, Cape Horns de Tierra del Fuego y las Me Echó la Burra, hechas por belgas en Salta. Si bien estar a una cuadra de Plaza Armenia hace que esté demasiado poblado las noches de fin de semana, su patio arbolado no tiene competencia (sobre todo si se lo combina con sus papas fritas x-large). El consejo malevense: hacerse un rato en la semana para conocer al único pub irlandés en casona de Palermo Viejo.
Para conocer a la pareja del verano tuvimos que cruzar al Este. En Manantiales (Está en la ruta 10, km 164), viven un intenso romance hace años la pizza a la parrilla de No me olvides y la Pilsen bien helada. Acá lo que prevalece no es la cantidad de cervezas sino la perfección del plan que tantos eligen para después de la playa. La pizza preferida, crocante y finita, es Florcita volvé con cebolla caramelizada y queso de cabra. Por su estilo rústico y sus cartas escritas a mano, es un refugio entre la topetitud de Punta del Este que viene bien para cortar entre fiesta y fiesta.
La esquina de Malabia y Cabrera está llena de lunes a domingo gracias a la incorporación palermitana más amigable de esta temporada: Jerome BrewPub (Malabia 1401). Se trata de una cervecería de Mendoza que aterrizó en una casona con patio delantero y terraza con linda iluminación que se bancó muy bien el invierno (¿será la pócima del agua andina?). Las cervezas de la casa llegan dos veces por semana desde la fábrica de Porterillos así que la disponibilidad cambia dependiendo del momento. Siempre hay para elegir entre diez y pueden tocar la Double Ipa, aún más fuerte que las Ipa tradicionales, la roja Kriek y otras clásicas entre negras y rubias. Ese factor “ruleta rusa” incentiva la premisa del amor de verano de no encariñarse y estar dispuesto a probar cosas nuevas.
Los malevenses somos muy urbanos pero sabemos disfrutar de una buena escapada a las amables playas argentinas. Cariló es de nuestras preferidas, sobre todo por el refugio de su bosque altísimo y fresco que equilibra los días de sol sobre la arena. Los que lo conocemos hace años, vimos como la pequeña ciudad de duendes creció a convertirse en un centro con todas las letras. A la oferta, este 1ero de enero se suma 1516, el primer bar multimarca de cerveza artesanal de la zona. Se ubica en el Paseo Felicitas y busca atraer con sus platos patagónicos, sus etiquetas de todo el país y, por supuesto, su contexto frondoso. El dato de color es que el nombre viene de que en ese año el Duque Guillermo de Baviera decretó que la cerveza, para ser considerada como tal, debía tener agua, malta de cebada y lúpulo. El que se enamore de alguna, también podrá comprarla y llevársela a la casa.