Conversación al atardecer sobre un montón de temas (y sin filtro) en uno de los rooftops más geniales de Buenos Aires, con una vista grandiosa al obelisco/¿Cómo lleva ser padre por primera vez?/Su personaje en la obra Cabaret/Además: ¿cuáles son sus terrazas y restaurantes preferidos?/¿De qué viaje volvió siendo otro?/¿Por qué asegura que ya no le interesa «pertenecer»? Y Su genial ritual hedonista frente a la embajada de Francia
Mike acaba de ser padre por primera vez, y mientras la rompe en la obra Cabaret
Charlas (bien arriba) en las mejores terrazas porteñas / Primera entrega: Mike Amigorena en Cielo Sky Bar. Por María Paz Moltedo. Fotos: Claudia Salazar.
Mike espera en la recepción del Grand Brizo, sentado y oculto tras unas gafas espejadas que te devuelven tu reflejo aún a varios metros de distancia. «Al no ser cóncavas, puedo ver casi a los costados y atrás» cuenta cuando se las halagamos. Todo en él tiene algo que te sorprende, que no es exactamente lo que esperabas. Subimos a Cielo Sky Bar, la imponente terraza del hotel (con una vista majestuosa a la Nueva de Julio y el Obelisco), y ya parece que nos conociéramos de antes; transmite esa apertura propia de quien no tiene nada de miedo de mostrarse tal cual es a cada instante. Aún cuando la impermanencia, sea parte de su identidad. Sorprendido con la panorámica de Buenos Aires que nos regala el atardecer, y animado, a pesar de no haber dormido dada su reciente paternidad, se sienta a charlar, spritz en mano; a saltar de un tema al otro, de un casillero al otro, como en un juego, con total naturalidad, así como juega a lo que se le da la gana en cada momento de su vida. Empezamos con esta conversación en las alturas, la primera de las entregas de una nueve serie de entrevistas de MALEVA, en los rooftops más bellos de la ciudad.
Acabás de ser papá hace unas semanas ¿Qué sentís que te hizo descubrir esta nueva etapa?
No tengo conciencia, porque ha sido re poco ¿qué te puedo decir? Estoy suspendido. Esa es la palabra, porque lo único que hacés es asistir. No sé mucho del rol de padre aún: lo que hacés es estar tipo vigía; Uno nunca está preparado, pero no es lo mismo cumplir ese rol a mi edad, con mi temperamento, que 15 años atrás, ahora voy a cumplir 48. Es todo lindo, nuevo, lo malo – entre comillas – es que no tenés tiempo. Nació por cesárea, entonces te tapan el campo visual; me acuerdo que corrieron esa cortina, y tuve la sensación de ser espectador en un teatro: abrieron el telón y encontré a Miel, sentadita así, y a los dos segundos empezó a llorar. Mucha sorpresa.
Con respecto a lo que estás haciendo en Cabaret, en el teatro, ¿cómo fue construir el personaje del maestro de ceremonias?
Cabaret para mí es el mundo, la vida, y el maestro de ceremonias, además de ser el narrador, el anfitrión, puede ser cruel, benévolo, puede ser un clown, diabólico, y de repente nazi. Y el que yo creé es como una tesis para mí. Porque puedo hacer todo lo que yo hago: bailo, canto, actúo, toco un instrumento; todo lo que más me gusta y me apasiona. Tengo esa ventaja de «desobligarme» y jugar a lo que tenga ganas siempre. Nunca me traicioné. Me reconozco como un gran respetador de lo que siente. Desde muy chico ya en Mendoza yo veía la posibilidad de cambiar, desde la ropa hasta una actitud. Y nunca tuve miedo en comportarme como una mujer, sacar afuera mi lado femenino. Siempre me reí de mí mismo, entonces le pierdo el miedo a lo que van a decir, o a lo que debe ser. Y eso que soy de Mendoza, tengo ciertas notas conservadoras. Para mi época, no te creas que la pasé tan bien, porque me han tildado de raro, de que no estaba bien, de que era un tiro al aire. Pero el misterio radica en la seguridad en uno mismo. Ya ahora me visto con camisita, pegué la vuelta.
«Subimos a Cielo Sky Bar, la imponente terraza del hotel Grand Brizo (con una vista majestuosa a la Nueva de Julio y el Obelisco), y ya parece que nos conociéramos de antes; transmite esa apertura propia de quien no tiene nada de miedo de mostrarse tal cual es a cada instante. Aún cuando la impermanencia, sea parte de su identidad. Sorprendido con la panorámica de Buenos Aires que nos regala el atardecer, y animado, a pesar de no haber dormido dada su reciente paternidad, se sienta a charlar, spritz en mano…»
A nivel musical, ¿qué estás haciendo?
Estoy haciendo mi segundo disco solista con electropop que me encanta, la estética esta buena, ¿viste que estoy cantando con cuernos’. Lo asemejo a la naturaleza y los vínculos, porque todo lo demás ni idea. Sigo con Jubilandia, canto en geriátricos; es un antídoto, vos das una inyección de vida y eso a vos te convierte en inmune a todo, salís de ahí caminando por el aire. Yo tengo una afinidad por la gente grande.
Ya que estamos en una terraza. ¿Alguna que te fascine de Buenos Aires o del mundo?
Mi propia terraza. Es un balcón aterrazado con césped. Tengo un banco donde me siento a tomar una copita de champagne y veo todo Jorge Newbery, Chacarita, el 39. En España, una en frente de la plaza Santa Ana. Otra que vi, el balcón de Graciela Borges: ves todo el río, vive en Figueroa Alcorta y Tagle, se ve todo Libertador, y cuando está despejado se ve Colonia. Tengo fiestas, tengo amores en terrazas. Me acuerdo el Hotel Fasano de Río de Janeiro, que se ve Ipanema desde la terraza.
¿Qué rincón o barrio porteño es tu preferido para pasear sin rumbo?
Me gusta mucho 9 de julio y Libertador, Retiro me encanta.
¿Qué rincón porteño te lima?
Congreso. Hay mucho ruido, las veredas son muy angostas, los colectivos te pasan muy cerca, ves la furia de la gente manejando; te conecta con un lugar citadino que es muy difícil disfrutar. Lo único que hacés es caminar rápido para salir de ahí y terminar los trámites.
«No sé mucho del rol de padre aún: lo que hacés es estar tipo vigía; Uno nunca está preparado, pero no es lo mismo cumplir ese rol a mi edad, con mi temperamento, que 15 años atrás, ahora voy a cumplir 48. Es todo lindo, nuevo, lo malo – entre comillas – es que no tenés tiempo…»
Frente a una barra,¿qué te pedís siempre?
Una copita de champagne.
¿Qué trago o bebida ya no te pasa?
El fernet con coca, no lo puedo ver más. Sí el fernet solo. Me pone perfecto.
Buenos aires me encanta que últimamente…
Vivo en olivos. De Chacarita me fui, y eso me encantó.
Buenos aires no me gusta que últimamente…
Ves menos espectáculos que antes.
¿Qué es un plan sí o sí para vos?
Ir a comer afuera. Voy a Adorado Bar en Olivos, a Asato, uno de sushi y La Nelly, una parrillita al lado del río en el Puerto de Olivos; nos vamos con Miel y Sofía con el cochecito.
¿Qué es un no plan si te lo proponen?
Ir al teatro. No me motiva estar tanto tiempo atento, me desconcentro, me cuelgo y no entiendo nada. No tengo la capacidad de la atención constante. Me pasa lo mismo con los libros.
«Mi ritual hedonista de la semana es comprarme un habanito suelto o un café creme, todos los días, y me lo fumo en frente de la Embajada de Francia. En ese barrio crecí, apenas llegué a Buenos Aires estaba en una pensión en Tucumán y Esmeralda y me iba caminando para aquel lado porque me encantaba, y un amigo vivía ahí…»
¿Tu plato preferido e irresistible?
Un bife de cuadril con mostacholes con manteca. Como eso y me tengo que ir a dormir pero me encanta. Un buen guiso de mondongo bien hecho. Los mejillones a la provenzal, la milanesa con huevo frito. El asado de tira con papas fritas de Gardiner, los cuerda de guitarra con estofado de La Parolaccia.
¿Un plato que te deprime si lo ves llegar a tu mesa?
Un Crepe: los odio, el pañuelito ese te lo tiro por la cabeza. Qué embole. La baba esa que traen adentro -es horrible la comparación-.
¿Una ciudad del mundo que te voló la cabeza sin que lo esperaras?
Cádiz, una ciudad al sur de España. Me encantó por su gente, sus playas, el acento, las comidas, la atmósfera gitana. Me encontré con una ciudad llena de historia.
¿Alguna ciudad que te haya decepcionado?
Londrina en Brasil. Fui a un festival de teatro y era horrible. Cali en Colombia también, me pareció horrible la ciudad.
¿Cuál es tu ritual hedonista de la semana?
Me compro un habanito suelto o un café creme, todos los días, y me lo fumo en frente de la Embajada de Francia. En ese barrio crecí, apenas llegué a Buenos Aires estaba en una pensión en Tucumán y Esmeralda y me iba caminando para aquel lado porque me encantaba, y un amigo vivía ahí. Me acuerdo cuando se inauguró el Hyatt, ahora Four Seasons, cuando vinieron los Guns and Roses. Me fumo el puchito y recuerdo todo eso.
«Desde muy chico ya en Mendoza yo veía la posibilidad de cambiar, desde la ropa hasta una actitud. Y nunca tuve miedo en comportarme como una mujer, sacar afuera mi lado femenino. Siempre me reí de mí mismo, entonces le pierdo el miedo a lo que van a decir, o a lo que debe ser. Y eso que soy de Mendoza, tengo ciertas notas conservadoras…»
¿Tu momento más estresante de la semana?
Por pelotudeces me estreso: tengo que ir al súper, después a la obra social y creo que no voy a llegar, entonces corro. Después decís, “flaco, pará un poco”. Los trámites me estresan. Manejar también. Pero se sobrelleva. Bajo un cambio y chau.
¿A dónde volvés una y otra vez?
A Madrid, porque de ahí soy. Soy vasco, navarro, entonces en el primer momento que conocí Madrid dije, “ah, mirá, de acá soy”. No dejaría de ir nunca.
¿De qué lugar te cansaste?
De Nueva York. La última vez que fui me abatató un poco. Fui en julio, un calor que no se disfruta.
Te la pasarías comprando todo el día…
No me da tanto placer comprar. Compraría una droga que te desobligue de todo. No estaría bueno estar a los pastillazos todo el tiempo, pero, algo que me haga sentir que no hay culpa, que tenés todo y no es necesario más nada. Comprarme un temperamento; una pastilla que sea más profunda que el MD o el éxtasis, que te haga más comprensivo, o que te haga tener más gusto por la naturaleza, los cuadros, lo que vos necesites. Algo más homeopático.
¿Hiciste homeopatía?
Sí, hice, ni me acuerdo si funcionó. Hice todo. Pero la vida me enseñó que pasa todo por la cabeza. Por la aceptación al garrón y el desapego al éxito. Yo me considero un tipo que tiene todo. Pero nunca nada te va a satisfacer todo el tiempo, por más que pidas y lo tengas ya. Si vos tenés conciencia de eso, cuando no lo tenés, decís “bueno, esto va a pasar, es lo que tengo que vivir ahora”.
«Mi terraza preferida es mi propia terraza. Es un balcón aterrazado con césped. Tengo un banco donde me siento a tomar una copita de champagne y veo todo Jorge Newbery, Chacarita, el 39. En España, una en frente de la plaza Santa Ana. Otra que vi, el balcón de Graciela Borges: ves todo el río, vive en Figueroa Alcorta y Tagle, se ve todo Libertador, y cuando está despejado se ve Colonia. Tengo fiestas, tengo amores en terrazas. Me acuerdo el Hotel Fasano de Río de Janeiro, que se ve Ipanema desde la terraza…»
¿Cómo es tu playa perfecta?
Con olas grandes. Trancoso en Brasil, por ejemplo. Ese es el mar más lindo. Tiene olas perfectas, grandes, que podés barrenar, te podés tirar abajo, no te chupa el mar. Odio el Caribe, el estanque ese con agua caliente no me gusta.
¿Una playa de la que huirías?
De una con mucha gente. No me copa tener a alguien muy pegado. Pero fui a Rio de janeiro y es así, y no importa, si lo tengo que vivir lo vivo feliz. Si voy al caribe me tiro con los sargazos, las algas; es la vida misma: si no le encontrás la vuelta al mar con sargazos, no vas a ser mejor en el Mar Cantábrico. Te das cuenta medio de grande.
¿Irías sí o sí a una fiesta que tuviera?
Buena música. Un buen house, no es fácil de conseguir. Si tenés buen gusto por la música,podés ser un gran dj. Pero yo prefiero una fiesta más que un boliche, ya no me siento cómodo. Ya me aturde. Me encanta cuando es una fiesta más nómade, más ecléctica, no con un patova en la puerta. Ya lo pasé eso.
¿Algún artista al que le declararías tu admiración?
Y…Bowie. Algo tengo de él, algo le copié, tal vez fue un estímulo inconsciente para mí. También Prince, Boy George, Freddie Mercury; las cosas que te van abriendo la cabeza.
¿Algún artista que no te mueve ni un pelo tu obra?
Ed Sheeran. Canta hasta con Trump, llena estadios; no hay que menospreciar eso pero, qué se yo. No es que se abre la camisa y se queda en bolas cantando. No sé qué tiene.
¿Y una muestra que te haya volado la cabeza?
Todo lo de Nora Correa, una artista mendocina. Me gusta su gusto, el criterio que tiene, la fineza de sus materiales.
Un pueblo de Argentina al que te teletranspotarías ahora?
Iria a Maipú. Hace bastante que no voy. Cuando voy, me siento lejos, porque ha cambiado, hay edificios donde estaba la casa del Javier, pero cuando veo una esquina que está intacta me muero. Está bueno el cambio, pero siempre sabiendo a dónde vas, qué sos. Yo sabía que si me pongo una corona, es ahora, porque después no soy eso. Soy un pibe que va con pantalones cortos al chino, y de repente me pongo un smoking y me voy al Grand Prix de Baron B. Yo soy impermanente. Que está buenísimo, pero como todo, tiene sus cárceles. Cada elección que tomás tiene una cárcel, no podés no quererla. Bancate la pelusa. Como ser papá. Tiene un costo, pero, ¿te la bancás vivir toda la vida solo para vos?
¿Alguna snobeada que no te banques más?
Ya no me esfuerzo por ser parte. En algún momento vivía para eso, era una estrategia para que me conozcan. Dependía de eso. Pero bueno, mi fin era ser artista.
¿Cuanto tiempo por día le dedicas al whatsapp?
Y yo creo que estaré tocando la hora y media, dos, no soy conciente. Soy un impermanente así que puedo colgar. Si estoy al pedo no le saco la vista, pero después salgo sin el celular.
¿Algún viaje del que volviste siendo otro?
De un viaje a Barcelona. Estaba confundido. Hay un dicho que dice, “si algo bueno te pasa, viajá para festejar. Si algo malo te pasa, viajá para olvidar. Si no te pasa nada, viajá para que te pase algo”. Entonces siempre volvés y ya algo te cambió, después te empezás a contaminar, pero siempre que vuelvo de un viaje hay otro semblante, otro optimismo, mas civilización. Después volvés a convertirte en el mismo reptil que sos. Y hay que viajar otra vez.