Una de las muestras más originales que se haya expuesto en el Malba y una experiencia inmersiva y casi teatral/Entre metaversos, la tecnología que deshumaniza, y preguntas incómodas sobre el capitalismo chino/Hasta el 17 de febrero.
En el ingreso a la muestra: el avatar Oz, un ser híbrido, parte humano, parte máquina, parte pulpoUn
Cao Fei – artista china (y visionaria) sensación en el mundo -, toma el Malba y lo convierte en escenarios de videojuegos, cines y fábricas con límites difusos. Por Candelaria Penido para MALEVA. Fotos: Tadeo Bourbon (gentileza prensa Malba).
Inauguró El futuro no es un sueño de una de las artistas más importantes de la escena del arte contemporáneo global. En ella se lucen nueve proyectos que incluyen más de treinta obras. Videoinstalaciones con montajes inmersivos en donde el espectador disfruta de una experiencia casi teatral conectando con las piezas expuestas desde un lugar particular.
Se rompe la idea típica de museo con obras que cuelgan de las paredes. Se luce el amor, se problematiza la idea de identidad y se invita a deambular en los márgenes.
Por más de que China —su país de origen—, pueda ser un país que nos quede bien lejos con una cultura completamente diferente, con su arte Cao Fei logra tocar temas globales.
«Las creaciones de esta artista giran en torno a cómo la tecnología afecta nuestra experiencia como seres humanos; de hecho destapa la vivencia humana deshumanizada gracias al rol de las plataformas digitales. La clave de su trabajo se encuentra en lo híbrido: entre realidad y ficción…»
En esta muestra producida por la Pinacoteca de São Paulo —la primera en el país y la segunda en Latinoamérica—, se presentan obras que abarcan desde sus comienzos hasta la actualidad; organizadas en cuatro núcleos: “Fabricación y globalización”, “Pasado y presente del mundo virtual”, “Memorias del socialismo y ciencia ficción” y “Urbanización y distopía”.
Las creaciones de esta artista giran en torno a cómo la tecnología afecta nuestra experiencia como seres humanos; de hecho destapa la vivencia humana deshumanizada gracias al rol de las plataformas digitales. La clave de su trabajo se encuentra en lo híbrido: entre realidad y ficción, entre pasado-presente-futuro, entre lo que sucede de un lado de la pantalla y lo que sucede del otro, entre el objeto de trabajo y el sujeto detrás de él, entre lo ficticio y lo documental. Difumina los límites y nos invita a pensar.
Recorrer las tres salas del segundo piso del museo palermitano es una experiencia que te lleva de viaje, te traslada en tiempo y espacio. En la primera sala, nos vemos inmersos dentro de un videojuego; para ser más precisos parecería que hemos ingresado a Second Life, una plataforma interactiva, un juego online muy popular en la primera década de los 2000, donde —como su nombre lo indica—, se otorgaba la posibilidad de crear una segunda vida. Como si fuese un mix entre los Sims y una red social, sus participantes no solo creaban su avatar con la apariencia y personalidad que les gustara, sino que podían armar una casa, formar amistadas y vivir romances.
«El trabajo de curaduría nos aleja de lo que estamos acostumbrados a ver en el Malba y sorprende. El diseño y disposición de las salas plantea de forma verosímil este juego entre diferentes estados temporales. Brilla la oscuridad, las pantallas se suspenden en la nada, las luces fluorescentes encandilan nuestros ojos; los elementos escenográficos trascienden la pantalla y condicionan la experiencia, convirtiéndola en una inmersiva que nos deja las emociones a flor de piel…»
Cao Feo hizo todo eso y más. Con su avatar —China Tracy “una Barbie cyberpunk” describió Pollyana Quintella, la curadora brasileña—, la artista no solo creó su casa, sino una ciudad inmensa en donde distintas personalidades del mundo del arte eran invitadas a participar y realizar eventos artísticos dentro de ese cosmos digital.
Se enamoró y registró el romance, fue entrevistada en un programa de televisión de la “red de cable virtual para los residentes de Second Life”, en conclusión… se armó otra vida. En esta primera sala, Fei aborda el tópico de la identidad haciéndonos reflexionar sobre quiénes somos dentro y/o fuera de la pantalla, qué tan lejos se encuentran esos extremos, cómo nos gustaría que nos vieran, qué tan real es nuestro ser. Nos enfrenta a la realidad: hoy nuestra identidad es híbrida.
Cruzamos unas cortinas plásticas azules e ingresamos a un universo industrial donde priman los pisos de goma antideslizantes, las cajas, las paredes de azulejos rotos, las persianas metálicas, zonas delimitadas por cintas amarillas con negro, unas pequeñas cuchetas de metal que dan cuenta de la calidad de vida de los trabajadores de fábricas chinas, donde las jornadas laborales se extienden de 16 a 18 horas.
En esta segunda sala la artista se cuestiona sobre la influencia de la tecnología en las condiciones de trabajo. Nos acerca una serie de videos y fotografías que giran en torno a fábricas chinas y sus trabajadores. Fluctúa entre películas con finales felices, sueños que nunca serán cumplidos, bailes que bien podrían suceder en Guangzhou – su ciudad natal -, o en el China Town de Nueva York, y robots que controlan a la vez que son controlados. Una narrativa que nos acerca a su forma de crear donde “en un mismo proyecto mezcla lo que es documental y lo que es ficcional. Le interesa discutir estos contextos sociales pero también el soñar y pensar el lugar de lo onírico”, le contó a MALEVA la curadora en la recorrida por la exposición.
«En esta segunda sala la artista se cuestiona sobre la influencia de la tecnología en las condiciones de trabajo. Nos acerca una serie de videos y fotografías que giran en torno a fábricas chinas y sus trabajadores. Fluctúa entre películas con finales felices, sueños que nunca serán cumplidos, bailes que bien podrían suceder en Guangzhou – su ciudad natal -, o en el China Town de Nueva York, y robots que controlan a la vez que son controlados…»
En la tercera sala, el límite entre pasado y futuro se desintegra. Por un lado nos encontramos con Doutopia, una nueva ciudad digital que está construyendo esta vez en el metaverso chino, junto con su nuevo avatar Oz, un ser híbrido: parte humano, parte máquina, parte pulpo. Por el otro, la reproducción de un cine histórico de estilo soviético de la periferia de Pekín. Dentro se proyecta Nova, una película retro sci-fi donde mezcla elementos del pasado con un futuro imaginado mientras retrata la historia de amor prohibido entre dos científicos, uno de cada nación, que se convierte en una tragedia cuando su hijo queda preso dentro de una pantalla.
La mezcla entre pasado y futuro lo indica también el uso tanto de las pantallas verticales —que priman hoy en nuestro consumo digital—, y las horizontales. Ambas son válidas y proponen códigos culturales diferentes. “Algo muy característico de la obra de Cao Fei es la manera en que trata el tiempo histórico, siempre mezclando el pasado y el futuro resultando en una discusión alrededor de la idea de futuro: ¿no será tal vez más un producto de nuestro presente que el futuro en sí? – explicó Quintella -. El video es su principal medio, lo trabaja como objeto artístico.”
El trabajo de curaduría nos aleja de lo que estamos acostumbrados a ver en el Malba y sorprende. El diseño y disposición de las salas plantea de forma verosímil este juego entre diferentes estados temporales. Brilla la oscuridad, las pantallas se suspenden en la nada, las luces fluorescentes encandilan nuestros ojos; los elementos escenográficos trascienden la pantalla y condicionan la experiencia, convirtiéndola en una inmersiva que nos deja las emociones a flor de piel.