BUENOS AIRES MAD MEN

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Los muebles de Unik y los del living de Don Draper: separados al nacer.
BUENOS AIRES MAD MEN. POR VALENTINA RUDEMAN. FOTOS: JACINTO FREIXAS.

No será la serie con la trama más rebuscada ni los momentos más adrenalínicos, pero Mad Men genera un efecto difícil de explicar. Algo hipnótico, que hace que se apropie del aire que está del otro lado de la pantalla y lo haga más denso. Por eso es que, aunque nos separan 40 años y 8492 km del Nueva York que viven Don Draper y compañía, nos tentó imaginar en qué spots porteños podemos sentir que Roger Sterling podría aparecer en cualquier momento. Esta es la Buenos Aires Mad Men.
Los diners en la serie son espacios de reunión por excelencia, mucho más que cualquier sala de la agencia. Sea Canter’s Deli en Los Ángeles o el restaurante de un Howard Johnson’s al costado de la ruta, la esencia es la misma: comida rápida, café negro y sillones de cuerina. El spot porteño que mejor cumple con estas condiciones, donde en vez de sándwich de pastrami hay de milanesa gourmet, es Farinelli de Arroyo esquina Suipacha: mesas cuadradas con bordes metálicos, saleros y pimenteros colorados vintage y luz que entra recortada por sus persianas americanas bajas.

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Farinelli y su aire a diner americano.

El que quiera sentirse en el living del departamento de Don Draper solo tiene que cruzar la puerta de Unik (Soler 5132). Desde las lámparas que iluminan cada mesa a las sillas de diseñador de la entrada, pasando por las pinturas geométricas, cada detalle nos lleva a lo mejor de los 60. Para la alegría de Don, aquí se beben Old Fashioneds preparados por un profesional y no whiskey del pico. Se sentiría como en casa, pero mejor atendido.

«El que quiera sentirse en el living del departamento de Don Draper solo tiene que cruzar la puerta de Unik (Soler 5132).  Para la alegría de Don, aquí se beben Old Fashioneds preparados por un profesional y no whiskey del pico. Se sentiría como en casa, pero mejor atendido».

 

Al mediodía, los chicos de creative (si se permiten tomarse un recreo) tendrían debates apurados sobre los sándwiches de Café Paulin (Sarmiento 635). Si Matthew Weiner, el creador de la serie, llega a ver la abundancia de madera, la clientela 200% oficinista y su barra en forma de óvalo, se llena de inspiración, se arrepiente de querer terminar la serie y se sienta a escribir una octava temporada.

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La barra de Unik con su lámpara vintage y los Mad Menísimos Old Fashioneds.

«Si Matthew Weiner, el creador de la serie, llega a ver Café Paulin y su barra en forma de óvalo, se llena de inspiración, se arrepiente de querer terminar la serie y se sienta a escribir una octava temporada».

Y después están los bares. En Mad Men, «it’s five o’clock somewhere» es una filosofía más respetada que “all publicity is good publicity”. Se bebe a toda hora y en toda ocasión. Si pensamos que las oficinas de Sterling Cooper & Partners se ubican por el centro, el spot preferido tiene que ser el Plaza Hotel Buenos Aires, lo más cercano que tenemos a The Roosevelt Hotel de Madison Avenue (con las mismas arañas en el hall principal pero con un bar muchísimo más encantador). Además, en su subsuelo con pianista incluido no entra el sol, algo que Roger Sterling apreciaría a la hora de pedirse un Vodka Martini.

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El bar en el subsuelo del Plaza Hotel, donde Roger Sterling podría pasar la tarde entera recibiendo visitas (ph: gentileza Plaza Hotel Bs.As)

Si lo pensamos en términos locales, los Mad Men deberían trabajar en la zona palermitana, donde de las infinitas opciones para beber, pocas cumplen con la premisa de esta nota. En orden cronológico, The Harrison Speakeasy recrea la época de la Ley Seca mucho mejor que cualquier decorado de la serie (que empieza en 1960, pero guarda algunos tintes de la prohibición que terminó casi treinta años antes).  Como ocurre con su guión, ningún detalle del bar rompe la ilusión de haber viajado en el tiempo desde la música, la cristalería y el menú (salvo por el sushi, pero podemos ignorar esa parte).

«Sentarse en la barra de Verne Club con un Opium Fashioned puede crear la falsa ilusión de que Joan va a ubicarse en la banqueta de al lado en cualquier momento»

Otra opción con una vibra similar es Verne Club (Av Medrano 147) con sus sillones de cuero marrón, paredes oscuras y salón apenas iluminado. Sentarse en la barra con un Opium Fashioned puede crear la falsa ilusión de que Joan va a ubicarse en la banqueta de al lado en cualquier momento.

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Verne Club y sus bartenders de moño que caerían ante los encantos de Joan.

En las últimas temporadas, Megan llega para personificar la bohemia chic de los 70. Pero no está casada con un músico folk del Village, sino con Don Draper. Así que más que sentirla en un centro cultural con performances en un patio y óleos amateur en la galería, nos imaginamos a la pareja comiendo en el salón clásico y francés de Rey de Copas (Gorriti 5176), pero pasando a su bar del fondo a la medianoche en donde los adornos antiguos, la barra de madera y los sillones rústicos encarnan esa idea de ruptura que se vive en Mad Men. El flower power está a la vuelta de la esquina.