El CMD es el Centro Metropolitano de Diseño y está ubicado en el corazón de Barracas. Es el centro de diseño más grande de Latinoamérica y en Buenos Aires, la institución cultural más importantes desde la creación del Centro Cultural Recoleta en los 80. Antes, el CMD era el antiguo Mercado de Pescado hasta que en el 2010 el arquitecto Paulo Gastón Flores ganó el concurso para reciclar el edificio. Ahora, es la sede del Festival Internacional de Diseño, lo fue de Casa Foa, de Open House Buenos Aires y eventos que tienen al diseño y al emprendedorismo como ejes del desarrollo económico. Porque para eso se creó el edificio.
Un día cualquiera, por los alrededores del CMD caminan los muchachos de los camiones de descarga que se preparan para almorzar, los cafeteros que sirven café de termo y carrito, la señora que baldea la vereda y los hypsters que llegan en bicicleta a este edificio ícono del Distrito de Diseño de la ciudad. Uno de ellos es Enrique Avogadro. Avogadro habla rápido y camina más rápido todavía, mira su teléfono y usa anteojos redondos de techi neoyorkino. Le gusta leer, ir al teatro, andar en bicicleta, viajar por el mundo. Está a cargo del crecimiento económico de la ciudad a través del emprendedorismo y el diseño y da charlas TED, y de todo tipo.
Escribís sobre economía creativa, ¿qué es la economía creativa?
Es aquella que tiene al talento como insumo principal. Es un sector de la economía fundamentalmente urbano, por la aglomeración que se da en las ciudades. A mi la ciudad como artefacto siempre me pareció increíble como lugar de encuentro, de interacción, de hibridación, de contagio de tendencias que se da, y que Buenos Aires tiene por suerte, por ser una ciudad fundamentalmente de clase media, del encuentro en la calle. Hay otras ciudades que no son así, sobretodo en Latinoamérica, que están muy amuralladas. Si vas a San Pablo, por ejemplo, es una gran ciudad cosmopolita pero tras las rejas, digamos. Acá, salvo Puerto Madero que para mi es un desastre en términos urbanos, después vas a cualquier barrio y lo que tenés es el edificio que da directamente a la calle, de gente en la vereda, es una ciudad de transporte público. Y la economía creativa, de alguna manera, florece en estos espacios. Las industrias tradicionales tienden a irse de las ciudades, entonces como Gobierno te interesa estimular las industrias creativas porque son las que van a crear empleo en el futuro, porque está asociado a lo que la gente hace o le interesa hacer. Nosotros hacemos foco en las industrias culturales y creativas, audiovisual, diseño, música, libros, pero también todo el estímulo que le ofrecemos a los emprendedores.
¿Qué tipo de estímulos y quiénes son en el fondo los emprendedores? A veces suenan como ese colectivo de personas que está alejado y que tienen ideas brillantes y contactos para conseguir inversiones millonarias.
Es un capítulo aparte, pero emprendedor no es sólo el que tiene la idea para un proyecto, sino el que quiere cambiar la realidad. Y no es una discusión solamente de lo que habitualmente se ve en los medios como el emprendedor global, como el caso de Mercado Libre, que está buenísimo claro, pero también una movida que nosotros estimulamos mucho de startups, de un ecosistema de aceleradoras de proyectos, de gente que ya mira al mundo como su mercado. Emprendedor es cualquier que quiera desarrollar su proyecto.
«Buenos Aires tiene por suerte, por ser una ciudad fundamentalmente de clase media, del encuentro en la calle. Hay otras ciudades que no son así, sobretodo en Latinoamérica. Por ejemplo, San Pablo es cosmpolita pero todo es tras las rejas de los edificios. Y en ciudades como Buenos Aires es donde más florece la economía creativa…»
Estos temas suenan inmensos y complejos, ¿bajados a tierra dónde los ves? ¿Cómo se baja a la pequeña escala?
Por un lado, la economía creativa que surge en Estados Unidos y Europa, a partir de un libro de Richard Florida que se llama “The rise of the creative class”, plantea que el talento es el bien más escaso. Él verifica que en las regiones donde hay mayores masas de talento, hay mayor riqueza y son ciudades con más oportunidad de empleo. Entonces lo que empieza a pasar –está pensado igual para Europa y EE.UU donde hay más movilidad y la gente se muda más de región– es que en general, la gente talentosa en el sentido más amplio, la clase creativa, tiende a migrar a esas ciudades donde hay más oportunidades. El riesgo es que hay ciudades que se van languideciendo, la gente emigra de ciudades como Detroit que nunca se recuperó de la crisis automotriz, y se va para Nueva York, Portland u Austin, que son ciudades que van ganando en términos de posibilidad de atraer talento. Entonces, lo que te interesa como ciudad es ser muy atractiva para el talento porque querés que se generen muchas oportunidades.
¿Qué es una ciudad atractiva en estos términos? ¿Porqué Buenos Aires atrae?
Buenos Aires ya lo es por naturaleza. Es una ciudad creativa por donde se la mire, levantás una piedra y aparece algo, de hecho no es casual que la elijan muchos estudiantes extranjeros para vivir porque tiene una calidad de vida fenomenal. Ser atractiva para el talento implica: tener una vida cultural activa, ser diversa y ser gay friendly es muy estimulante para atraer talento.
En un barrio de las características de Barracas, con su identidad y su folclore, este edificio parece estar en el medio de Berlín. ¿Qué se hace desde el CMD y cómo se integra?
Hay que adaptar todos estos conceptos a nuestra ciudad, a nuestro país, en el que hay un 30% de la población por debajo de la línea de pobreza y acá entra en juego el contexto. Creo que la economía creativa sirve para generar una mayor igualdad e inclusión social. Acá vienen cinco mil personas por año a capacitarse y la mayoría viene de la villa 21-24 que está acá pegada. Tenemos una escuela de indumentaria, una de muebles, una de marroquinería, una de alta costura, es decir, enseñamos oficio que después sirven para buscar trabajo. En la industria de la moda es un buen ejemplo. La cadena de valor es inmensa y hay que desarrollar cada etapa, no sólo al diseñador en la pasarela, sino al tallerista que tiene que capacitarse o armar una cooperativa.
«Creo que el mundo del consumo está cambiando porque está apareciendo una nueva conciencia del consumo de las cosas. Estamos yendo de una economía de tener algo a una economía del acceso, yo ya no tengo más auto, cuando necesito acceso a uno alquilándolo. Te ahorrás gastos.»
Hablás de la colaboración como marca de época, ¿Qué significa?
Para mi es central porque justamente la innovación se da en frentes diferentes y la colaboración se va a dar como esa forma de conectar esa inteligencia colectiva. Para mí además la colaboración está asociada el mundo del consumo. Creo que el mundo del consumo está cambiando porque está apareciendo una nueva conciencia del consumo de las cosas. Estamos yendo de una economía de tener algo a una economía del acceso, yo ya no tengo más auto, cuando necesito acceso a uno alquilándolo. Te ahorrás gastos. Por supuesto está la contracara del híper-consumo, el usar y tirar. Entonces la colaboración surge en los dos ambientes, en el consumo, la colaboración te permite una actitud más responsable, y en el trabajo, si la flexibilidad es la marca de época, la colaboración está dada porque vos vas a empezar a hacer proyectos con equipos con arreglos más flexibles, el lugar de trabajo ya no es tan importante sino como lo es tener un espacio de co-working para conectarte con colegas. Entonces hay una nueva cultura colaborativa que está surgiendo.
¿Cómo debiera ser la ciudad del futuro?
Yo insisto siempre: pensando en su identidad. De hecho en la economía creativa el tema de la identidad es central. Hay una vieja globalización que es que todos tenemos el mismo Starbucks, la nueva globalización plantea que todos queremos seguir conectados con el mundo, pero con lo que nos hace únicos. Y a la vez al mundo le interesa lo que es original de tu ciudad, de tu barrio.
¿Cuáles son para vos las características bien propias de Buenos Aires?
Con mis colegas siempre debatimos si Buenos Aires es una ciudad innovadora o creativa. Para mi somos las dos, pero sobretodo creativa. La creatividad presupone cierta dosis de caos y Buenos Aires es eso finalmente. Tengo la suerte de viajar mucho por la región y por el mundo, por trabajo y por placer, y me siento mucho más cómodo en ciudades de países en desarrollo. Me gusta más Estambul que Londres y más Medellín que Washington. Hay algo del caos en el que nosotros prosperamos, como ciudad, como país. Para mí es una de las características de esta ciudad. La idea del principio, de una ciudad de clase media donde está todo entrecruzado. Es una ciudad que hoy en el Siglo XXI tiene una identidad mucho más interesante que en el siglo XX, producto de las crisis que fuimos atravesando. Antes nos pensábamos como una ciudad europea olvidada en Latinoamérica, y con la última crisis, nos demostró que no, que no somos una ciudad europea. Y tampoco somos el concepto de estar vestidos con ropa andina, no somos ni eso ni lo otro, somos un país de inmigración europea, latinomericana, hemos invisibilizado bastante nuestras raíces afroamericanas, pero somos esa mezcla. Diría que es una ciudad donde hay talento, creatividad y caos.
» Con mis colegas siempre debatimos si Buenos Aires es una ciudad innovadora o creativa. Para mi somos las dos, pero sobretodo creativa. La creatividad presupone cierta dosis de caos y Buenos Aires es eso finalmente.»
Si viajás por placer, ¿a dónde te gusta viajar?
Me gusta la naturaleza, y para eso necesitás cierto tiempo para entrar, no se da de una. En su versión montaña y su versión mar.
Hay como un paralelismo entre todos los temas que tenés en tu cabeza con el lugar en el que trabajás.
Es muy estimulante mi trabajo, en un día puedo ver a un emprendedor de tecnología, después a un diseñador, después a alguien del mundo de la música, a la noche me late la cabeza pero tengo mucha suerte, es como una dieta cognitiva muy rica.
Ya que sos como un experto en consumos culturales, tengo algunas preguntas para saber qué consumís vos. ¿Dos libros?
Un autor clásico es Raymond Carver y me encanta, sus personajes muy urbanos y esa sensación de falsa calma que desencadena después otra cosa. Incluso ahora en el Camarín de las Musas va a estrenarse una obra basado en textos y cuentos de Carver. Y el año pasado leí un libro que me marcó mucho, “El camino del artista”, para estimular la propia creatividad. Escribo todos los días desde el año pasado y es alucinante. Me permití estimular mi propia creatividad. El año pasado me anoté en el Matienzo en un taller de narrativa y hoy sigo avanzando por ahí.
«Yo salgo mucho, estoy todo el día en la calle y voy solo al teatro y a comer. Me gusta el combo teatro restaurante, porque te quedás con la cabeza re estimulada y podés charlar. Reina Cunti, comida hindú, en el Abasto está buenísimo. Me gusta el tapeo de “La esperanza de los Azcurra” y “La casa de Osawa”, de cocina macrobiótica. ¡El otro día Felicitas Pizarro, acá en MALEVA, escribió los lugares que le gustan y me encantó porque los conozco a todos!»
¿Revistas?
The Economist, es el periodismo más inteligente en mi opinión. Sigo mucho a Monocle, escucho la radio, hay un programa “The Stack” sobre revistas de distintas partes del mundo. Acá hay muchas como Haciendo Cine e Inrocks que me gusta leer.
¿Un restaurante o lugar para comer?
Yo salgo mucho, estoy todo el día en la calle y voy solo al teatro y a comer. Me gusta el combo teatro restaurante, porque te quedás con la cabeza re estimulada y podés charlar. Reina Cunti, comida hindú, en el Abasto está buenísimo. Me gusta el tapeo de “La esperanza de los Azcurra” y “La casa de Osawa”, de cocina macrobiótica. ¡El otro día Felicitas Pizarro, acá en MALEVA, escribió los lugares que le gustan y me encantó porque los conozco a todos (VER NOTA: http://bit.ly/1aNLxB6)!
¿Obra de teatro que hay que ver?La mejor obra que vi en cartel hoy es “Terrenal” en el Teatro del Pueblo, es una experiencia teatral en sí misma. “Spam” de Rafael Spregelburd me gustó mucho. A mi me gusta más el off que el on, en el verano fui a Corrientes y no estuvo nada mal el “Principio de Arquímides”. También “Epicrisis” en el Kafka. En el Paseo La Plaza vi “El viento en un violín” de Tolcachir y está muy buena también. Al Teatro del Abasto, al Kafka y al Camarín de las Musas podés ir casi sin mirar la programación y vas a disfrutar mucho también.
¿Un lugar secreto? O un espacio particular, una calle, una esquina, un pasaje.
Hace poco me mudé cerca de la estación Carranza y vivo rodeado de vías. Hay algo de tener que cruzar puentes para llegar que está bueno y te lleva a cosas interesantes. Abajo del puente de Soler hay unos centritos culturales y están geniales ahora en verano. Y ahora menos, pero de vez en cuando me escapo a la Reserva Ecológica, me compro un sandwich en Vito, una cerveza y me voy en bici a mirar el río.