Belleza e Ironía en un palacio porteño: últimos diez días para ir a la muestra «Versalles» de Nahuel Vecino en el Decorativo de Buenos Aires

Rococó sudamericano. Un convenir de la historia del arte. Todo ocurre en Versalles, la nueva y gran exposición del artista argentino Nahuel Vecino, curada por Patricio Orellana y coproducida por Facundo Garayalde y Micaela Carlino.

Foto: gentileza para prensa de Grupo Mass. PH: Josefina Tomassi. 

Belleza e Ironía en un palacio porteño: últimos diez días para ir a la muestra «Versalles» de Nahuel Vecino en el Decorativo de Buenos Aires. Por Camila Pomar Noacco para MALEVA.

El título elegido no es aleatorio. Entre guiño y guiño señala una retórica propia de Nahuel, su capacidad de llevar espacios y tiempos pasados al presente mediante el recurso de la toponimia. Versalles alude al Château homónimo; también a la pintura francesa del siglo XVIII y XIX, cristalizada en el Palacio Errázuriz, donde la muestra se extiende, y a muchas de las obras expuestas, como la naturaleza muerta Anguila, flores y monedas fuera de curso legal, que remite a la que pintara Manet y el artista viera en el Museo de Orsay. A su vez, Versalles habla de algo más, del barrio del oeste porteño -nombrado en honor al palacio francés por el ex intendente José Guerrico – volviendo al corpus de obra contemporáneo y terreno, tal como ocurrió en la muestra Pompeya, celebrada en 2008 en el Centro Cultural Recoleta.

En palabras de Orellana: “Vecino crea escenas que fusionan delicadeza y risa corrosiva en un ´rococó sudamericano´ con el que explora — y cuestiona — la relación entre la pintura y el Palacio, es decir el poder. Naturalezas muertas, desastres de la guerra, alegorías metafísicas, seres mitológicos y héroes suburbanos se conjugan en viñetas que conforman un relato fantástico y, al mismo tiempo, una carta de amor a la pintura y una apuesta por su relevancia para el presente”. Sencillamente, toda una condensación posible únicamente para quien el arte y la cultura comienza en los momentos tiernos de la infancia, pues los padres de Vecino, impulsores de su carrera, eran artistas y, en efecto, amigos de aquellos quienes hicieron a los años 60, como Manuel Peralta Ramos, Luis Alberto Spinetta o Fernando Noy.

Foto: gentileza para prensa de grupo MASS. PH: Agostina Gálvez. 

«Belleza e ironía. Tradición y disonancia. Referencias clásicas y escenas propias del presente. Asociaciones inarmónicas se afinan con elegancia, se tornan cercanas, se vuelven “vecinas”. La pintura se reinventa. Nahuel lo logra sin seguir el consejo paterno de la disrupción, del alejamiento de las enseñanzas de Miguel Ángel. Allí su rebeldía. Vecino y el matrimonio Errazuriz, formado por Matías y Josefina, fueron separados por la distancia de un siglo. Pero de haber sido coetáneos, sus pasiones comunes los hubieran unido…»

El diseño museográfico planteado por Iván Rösler, sin lugar a dudas, consagra el nuevo horizonte de Grupo Mass: la gestión de propuestas artísticas de alto impacto, en este caso, consiguiendo relacionar multidireccionalmente la producción de Nahuel con el entorno del Decorativo mediante cuatro grandes núcleos colmados por más de setenta piezas.

El primero de ellos, un gran cubo blanco. Desplegado en Hall Renacimiento, se inspira en la idea misma del concepto palacial a la vez que en el espacio expositivo moderno, donde las paredes blancas e impolutas dan lugar a obras prolijamente colgadas e iluminadas, aunque, paradójicamente, en este caso colgadas en multitud, a la manera decimonónica.

Enfocándose en la dualidad entre el adentro y afuera del hôtel particulier – y de la institución arte -, el espacio invoca el Salón de los Rechazados y la tradición asociada al derrotero de la pintura francesa en los albores de la modernidad. En este sector, donde se presentan series al óleo que Vecino realizó durante los últimos años y la escultura en bronce El desprecio, da la bienvenida una máscara africana llamada Malraux’s dream.

Elegida como tapa del catálogo, editado por Gerardo Jorge con comentarios de autores como Daniel Santoro, la misma, comprime el sentido y el espíritu de la exhibición. Pues escritor, poeta, viajero y ministro de cultura de Charles De Gaulle, André Malraux, fue artífice del libro El museo imaginario, donde la idea enciclopédica del siglo XX, el relevamiento y ordenamiento de las grandes culturas, los grandes maestros, los grandes hombres, el arte africano, el arte americano y la antigüedad clásica, dan concierto desde la tonalidad europea. Vecino, en cierto punto, se inserta como parte de esa tradición y, fascinado por tal develamiento de lo exótico, hace lo suyo, pero desde un puerto sudamericano y consciente del agotamiento del descubrimiento de lo desconocido dada la globalización.

El segundo núcleo se aloja en el gran comedor, en 1916 decorado por el célebre Georges Hoentschel, bajo la inspiración del Salón de Mercurio de Versalles. Aquí, se encuentra todo un grupo de pasteles dominados por una paleta empolvada en la que asoman colores saturados y personajes que combinan lo mitológico, lo onírico de De Chirico y lo cotidiano.

Entre ellos, resalta aquel protagonizado por un ciervo, cita directa a las escenas de caza del siglo XIX, en especial, a la de Alfred de Dreux que pende en uno de los muros del salón y que hace a la portada del libro El nervio óptico, de María Gainza. En la versión de Vecino, Los grandes maestros, un ciervo es hostigado por un perro, junto a una cabeza esculpida sobre un pedestal, una bolsa de compras a rayas y un libro con el retrato de Sergio De Loof, el multifacético artista de los 90. De Loof vivía en una casa de Alejandro Korn, y le había pedido a Vecino que pintara dos papagayos en un mueble, cual chinoiserie. A cada jornada de trabajo lo recibía con la entonación de a Marcha para la ceremonia de los turcos, de Jean Baptiste Lully. De Loof, enseñó al joven Nahuel a jugar a ser el monarca de su propio palacio, a ser Delacroix, a ser un pintor romántico del siglo XIX.

Foto: gentileza para prensa de Grupo Mass. PH: Josefina Tommasi. 

«El diseño museográfico planteado por Iván Rösler, sin lugar a dudas, consagra el nuevo horizonte de Grupo Mass: la gestión de propuestas artísticas de alto impacto, en este caso, consiguiendo relacionar multidireccionalmente la producción de Nahuel con el entorno del Decorativo mediante cuatro grandes núcleos colmados por más de setenta piezas…»

Ciertamente, el trabajo de Vecino devela la nostalgia por el pasado, escapa de las experimentaciones técnicas y expresa encanto profundo por el oficio del pintor y la historia del arte. Como él mismo se definiera, es un pintor que juega a ser otro pintor, observa a los caballos de Géricault y anhela pintar como él, pero el resultado es otro, nuevo y resignificado, es Vecino, en su estado puro.

Una tercera sección, en el jardín de invierno o fumoir, presenta una instalación en la que un cuerpo irónicamente enfardado con delicadeza sostiene el volumen Art Now, clásico del 2000, el cual es forzado a leer. Es el descanso en tortura. Frente al horror de su imagen, eleva la amenaza de la industria creativa y frases como “La guerra eterna no la perdimos”, todo ello acompañado de animaciones en azul egipcio y una estética vacilante entre lo comic y el kitch que, dígase al paso, recuerdan a las porcelanas blancas y azules de la dinastía Ming y la manufactura de Delft.

Por último, el Salón de Baile, remedo sureño y depurado del del Hôtel Soubise, donde se acogen sus trabajos en papel. La visual se vuelve más fluida. Los trazos se multiplican a causa de los espejos. Las sanguinas montadas coreográficamente invocan el imaginario de Los Caprichos de Goya, sus cuerpos mutilados juegan con lo libidinoso, dominando el humor y la melancolía goyesca. Finalmente, un cubo bordeaux e inaccesible, desde cuyas paredes se disponen temples al huevo azules, evocación de los azulejos portugueses que Vecino investiga desde hace años.

Belleza e ironía. Tradición y disonancia. Referencias clásicas y escenas propias del presente. Asociaciones inarmónicas se afinan con elegancia, se tornan cercanas, se vuelven “vecinas”. La pintura se reinventa. Nahuel lo logra sin seguir el consejo paterno de la disrupción, del alejamiento de las enseñanzas de Miguel Ángel. Allí su rebeldía.
Vecino y el matrimonio Errazuriz, formado por Matías y Josefina, fueron separados por la distancia de un siglo. Pero de haber sido coetáneos, sus pasiones comunes los hubieran unido, como están hoy en el corazón del que fuera su hogar, epicentro de Versalles.
Sueño cumplido. Vecino acudía a la mansión desde pequeño. Se perdía y soñaba entre el dorado de las molduras y los reflejos de los caireles. De la mano de su padre recorría los salones que deseaba algún día lo retuvieran. Orgulloso de sí mismo, ahora reina en ellos.

* Visitá la muestra de miércoles a domingo, de 13 a 19 horas, hasta el 29 de junio, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, Av. Libertador 1902. Entrada libre y gratuita.