«Bacalao Malbec en Mendoza: así viví 48 horas que me volaron la cabeza junto a dos cocineros estrella de Barcelona y Ale Vigil…»

«En primera persona (y a flor de piel) una experiencia que probablemente viva una sola vez en la vida…»/ Noche única: 13 pasos de un blend de cocinas “6 estrellas” y vinazos, de esos de los que casi no quedan botellas/ El día siguiente: guerra de paellas catalanas en un paisaje que parece de cuadro.

Los gemelos Torres y Ale Vigil, anfitriones de una noche donde desbordó el goce.

«Bacalao Malbec en Mendoza: así viví 48 horas que me volaron la cabeza junto a dos cocineros estrella de Barcelona y Ale Vigil…» Por Lenchu Rodríguez Traverso.

Miraba alrededor y sacaba fotos mentales del momento. Mientras le llenaba la copa de vino a Sergio – el hermano mayor de los Torres por solo 5 minutos – veía cómo Ale Vigil, Javier (el otro gemelo), sus equipos, amigos y familia cantaban Soda Estéreo a todo volumen. El paisaje soñado y lluvioso de Estancia Uspallata, con sus montañas en esa paleta terrosa más bien norteña y el viñedo sobre la ladera terminaban de darle un carácter onírico. Recuerdo cerrar los ojos con fuerza para intentar grabar el álbum de emociones de las últimas 48 horas. Se estaba terminando ese viaje express pero que condensó una de las experiencias más espectaculares de mi memoria: dos días en Mendoza, compartiendo y degustando las creaciones de 3 gigantes de la gastronomía mundial.

Sobre los divertidos gemelos Torres.

«Se pusieron unas sombrillas sobre el fuego y arrancó el show: no solo cocinarían sino que también iban a competir. Empezaron las apuestas. Uno es mejor con el arroz, pero el fuerte del otro son las carnes. Una arrancó bien y la otra parecía más bien una sopa. Esa hora fue un stand up de cocina; los hermanos en el escenario haciendo el trabajo y el resto, el coro de risas espectadoras, observando y alentando…»

No es raro imaginar al chef 3 estrellas Michelin como una figura solemne y distante. Es más, diría que es la expectativa común. Pero puedo afirmar que no hay nada más alejado de los hermanos Torres que esas cualidades. Apenas crucé las primeras palabras con ellos recibí una ola de calidez que, tengo que admitir, me sorprendió. Quizás es esa misma calidez familiar – la de la cocina de la abuela – que los inspiró a crear “Cocina Hermanos Torres”, su proyecto en Barcelona que alcanzó lo máximo en el barómetro foodie: la triple estrella Michelin. 

Pero fue el sábado en Estancia Uspallata donde me hicieron reír fuerte en varias ocasiones. Es que son como dos niños, alternando entre la camaradería y la rivalidad, y en la competencia de paellas de esa tarde lo llevaron a su máxima expresión.

Sobre el reto de paellas catalanas.

Ni bien me contaron lo que haríamos ese día, me agarró un subidón de ansiedad. ¿Paellas en vivo? ¿Y preparadas por dos chefs catalanes que tienen estrellas Michelin? ¡Anótenme! Lo insólito fue que la realidad superó a la expectativa y lo vivido lo recuerdo como de película.

Presenciamos una granizada mendocina y, cuando dejó de caer piedra pero continuó el agua, se pusieron unas sombrillas sobre el fuego y arrancó el show: no solo cocinarían sino que también iban a competir. Empezaron las apuestas. Uno es mejor con el arroz, pero el fuerte del otro son las carnes. Una arrancó bien y la otra parecía más bien una sopa. Esa hora fue un stand up de cocina; los hermanos en el escenario haciendo el trabajo y el resto, el coro de risas espectadoras, observando y alentando.

Cuchareamos las paellas – peleando por el socarrat – hasta que solo quedaron las ramitas de tomillo. Nadie se percató de que eran las seis de la tarde. Creo que no existe el horario ideal para este tipo de plan. O si. Todo momento.

Sobre un Ale Vigil cálido y familiar. 

El “día de campo” del sábado tuvo un tinte bien familiar, como el clásico y adorado asado de domingo. Compartimos plan; el grupo de cocina de los hermanos, un equipo de Casa Vigil, algunos periodistas y la familia directa de Ale. Muchos venían de varios días de ese rally juntos así que se respiraba confianza.

Pero yo, la más nueva del grupo, no dejaba de sorprenderme con la imagen del “Messi del vino” en un clima de relajada familiaridad. Giuliana lo abrazaba con esa devoción de hija mujer que tiene adoración por su papá. Su sobrina chiquita pasaba mimada de brazo en brazo mientras Juan, su otro hijo, pulía sus dotes de guitarra con los músicos de la bodega. Y él, preguntándonos de a uno – pero sin estrés sino con genuina hospitalidad – si la estábamos pasando bien. Lo mismo María Sance, su mujer. Una familia con profunda calidez y cercanía. Nada de ponis ni palmeras. 

Sobre la magnífica cena “6 estrellas” en Casa Vigil.

Hasta ahora solo hablé del sábado en Estancia Uspallata, pero el evento que me llevó a Mendoza, en realidad, fue la espectacular cena del viernes en Casa Vigil. Para dar cierre a su semana compartida, los dos restaurantes combinaron equipos, sumaron al de Elena y prepararon un menú de 13 pasos para cincuenta invitados, llevándonos lentamente en un viaje sensorial por Mendoza, Buenos Aires y Barcelona. Todo se fue desarrollando bajo una cortina de luces que nos envolvía en ese aura estelar y nos susurraba al oído: “disfrutá, que no vas a vivir una noche igual”.

Trucha, azafrán, chivo, mollejas, papas andinas y los mágicos tomates mendocinos representaron a nuestro país, mientras que lo catalanes trajeron un guiso de bacalao – sublime –, cochinillo ibérico y nos hicieron un homenaje sorpresa: un petit four de fernet. La bajada de los platos parecía un ballet coreografiado y, una vez que lo teníamos en frente, esperábamos ansiosos a que aparezca Pablo Sacerdotte – director del resto barcelonés – a explicarnos qué estábamos por comer, con su cuota de carisma y humor.

No me olvidé del vino, jamás. Fuimos probando una lista interminable de selecciones de Ale, con joyas de las que quedan ya muy, pero muy pocas botellas. Fue genial ver avanzar la noche y, a la par, las mesas cada vez más estalladas de copas. “A Ale no le gusta que las levanten si el comensal no se lo pide”. En su mesa – que terminó recibiendo al grupito de fin de fiesta – conté al pasar unas 50 copas. Cuando hay talento, calidad, flamenco y vino… ¡olé! Pues hay que disfrutarlo. 

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Galería:

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Las fotos: son gentileza de prensa de Casa Vigil.