Todo empezó con un envío incógnita: un pequeño cofre naranja –posiblemente esa, la primera y única pista- con combinación a develar vía Twitter y un llamado a “vivir una experiencia para todos tus sentidos”. Ambiciosa propuesta, pero el desafío estaba planteado. Cuando se reveló el primer misterio –quedarían unas cuántas sorpresas más, afortunadamente-, el código parecía ser demasiado sencillo, pero en realidad ahí se enlazaba la siguiente pista. El “3-2-1” que abría el cofre de la felicidad prometida no fue una elección al azar. Ni tampoco el cortaplumas suizo que había adentro. Entre el papel, también naranja, estaba una invitación que, siguiendo la línea, era poco usual. Un evento que proponía arrancar al atardecer, seguir con un fogón y amanecer con brunch.
«De ahí en más, como el concepto indica, todo fue detalle: la llegada fue al atardecer, y como para abandonar cualquier vestigio de estrés urbano, con cabalgata incluida. Ahí esperaba un universo particular, donde la primera parte del transporte fue la música, con SRZ en las bandejas y su selección especial para un sunset perfecto…»
En el medio, más que pernocte, acampe, pero distinto: la propuesta –tendencia mundial mediante-, era la de hacer glamping. Glamp… ¿qué? Si, G-L-A-M-P-I-N-G. La fusión perfecta entre conectarse con la naturaleza que permite hacer el camping, pero con detalles de glamour obligados. La primera impresión del término es que, es difícil imaginar un estilo boy-scout fashionista, pero el glamping no es nuevo. Nació hace más de una década y empezó a practicarse en la sabana africana, uno de los destinos turísticos más hostiles pero a la vez más deseados por viajeros de alto presupuesto. Los ricos que hacían safaris de varios días, a la vez querían los mismos estándares de lujo a los que estaban acostumbrados a lo largo de la travesía. El concepto logró trascender la selva para instalarse en casi cualquier rincón del globo. Y la mejor parte: esa era la invitación dentro del cofre naranja, y en el sentido de la combinación estaba otro secreto develado. “Tres partes de espumante, dos partes de Aperol, una parte de soda”. La fórmula infalible para el Spritz de la marca anfitriona, el cóctel italiano que sería la bebida insignia durante todo el evento.
El lugar elegido fue ideal. Un lodge en General Rodríguez, a solo sesenta minutos del caos urbano. Lo suficientemente cerca para movilizar a la selecta lista de invitados –no más de una treintena de periodistas, influenciadores y personalidades- y lo necesariamente lejos para cambiar el paisaje citadino por verde y aire de campo, y expandir la glamping-experience. De ahí en más, como el concepto indica, todo fue detalle: la llegada fue al atardecer, y como para abandonar cualquier vestigio de estrés urbano, con cabalgata incluida. Ahí esperaba un universo particular, donde la primera parte del transporte fue la música, con SRZ en las bandejas y su selección especial para un sunset perfecto.
«El atardecer fue perfecto y copa en mano: se lucieron los Aperol Spritz de Mona Gallosi – que además ideó una selección de deliciosos tragos sin alcohol-, el tapeo de Fernando Trocca y su equipo –campestre en clave glam, con mini choripanes y choclos asados…»
Le siguió con los anfitriones y embajadores de lujo de la marca: la bartender Mona Gallosi tras la barra, Agustina de Alba con su sommellerie exquisita y como broche, Fernando Trocca en la cocina. De fondo, una pequeña laguna y el ‘campamento’: imponentes tiendas blancas –diseñadas por el director de arte Tomás Garrahan-, que oficiaban de habitaciones de lujo para dormir bajo las estrellas. De la vida de camping sólo algunos detalles, que se empeñaban en encontrar siempre el delicado equilibrio entre lo rústico y el glamour: colchones inflables, si, pero montados sobre bases firmes, con sábanas impecables, mantas y un cover de microtul sobre la cama para evitar los mosquitos –porque si, aunque lo olvidáramos de a momentos, estábamos al aire libre-. Al pie de la cama nada improvisada, más sorpresas y un survival-kit acorde a las circunstancias: mochila de lona y detalles de cuero de la marca de diseño Gorrión, linterna suiza y una pequeña joya de colección: la cámara retro Diana F+ de Lomography.
«La noche siguió con la guía de un astrónomo y un telescopio para descubrir constelaciones y planetas. Salpicados por el parque, unos livings invitaban a recostarse bajo las estrellas y ver Casablanca, proyectada en un cine al aire libre. Así, entre Spritz y música, todos a dormir para coronar la experiencia glamping, donde las carpas resultaron el refugio perfecto.»
El atardecer fue perfecto y copa en mano: se lucieron los Aperol Spritz de Mona –que además ideó una selección de deliciosos tragos sin alcohol-, el tapeo de Fernando Trocca y su equipo –campestre en clave glam, con mini choripanes y choclos asados-, y todo ‘climatizado’ con el sello de SRZ y su música. Y como no hay campamento sin fogón, la sorpresa siguiente fue escuchar a Leo García repasar hits y clásicos, sólo con su voz y su guitarra, alrededor del fuego. Mientras tanto, Trocca y equipo empezaron a repartir el risotto de vegetales pensado especialmente para la ocasión. Post cena, cuando ya parecía que no podía haber más sorpresas, la noche siguió con la guía de un astrónomo y un telescopio para descubrir constelaciones y planetas. Salpicados por el parque, unos livings invitaban a recostarse bajo las estrellas y ver Casablanca, proyectada en un cine al aire libre. Así, entre Spritz y música, todos a dormir para coronar la experiencia glamping, donde las carpas resultaron el refugio perfecto.
«A la mañana siguiente, al desayuno se le sumó un suave despertar, con masajes, reflexología y terapia de cuencos tibetanos al lado de una piscina de ensueño. Todo para llegar relajados al cierre del evento y el momento más “Aperol” de todos: un brunch preparado por Trocca –que se lució con un riquísimo salmón rosado a la sal- y la esperada degustación de cocktails con vinos y espumantes a cargo de Agustina de Alba.»
A la mañana siguiente, al desayuno se le sumó un suave despertar, con masajes, reflexología y terapia de cuencos tibetanos al lado de una piscina de ensueño. Todo para llegar relajados al cierre del evento y el momento más “Aperol” de todos: un brunch preparado por Trocca –que se lució con un riquísimo salmón rosado a la sal- y la esperada degustación de cocktails con vinos y espumantes a cargo de Agustina de Alba, que invitó a probar y a jugar, anotando sensaciones de cada una de las combinaciones especiales que eligió para preparar los Spritz. Para mitigar la tristeza de abandonar el “universo glamping”, pasado el mediodía, la despedida del lugar fue con las instantáneas del evento en la mano –todo lo que se subía a las redes con el hashtag #glamping se imprimía en el momento- y la promesa de recibir en unos días las fotos de las Lomo reveladas a la vieja usanza. Una forma vintage –pero siempre irremplazable- de inmortalizar de algún modo una experiencia inolvidable.
Fotos: gentileza Aperol.