Juan Tessi es un artista ecléctico. Su obra ha dado grandes giros en los últimos años y es por eso que parecía un candidato ideal para pensar en una muestra que se llevara a cabo en el espacio contemporáneo de la planta baja del Malba, que designa esta sala a propuestas actuales y nos permite disfrutar de muchas exposiciones de artistas locales jóvenes y en pleno desarrollo de sus carreras. Desde MALEVA recorrimos la exposición junto a Lucrecia Palacios, su curadora, quien con entusiasmo nos explicó el «detrás de escena» de esta experiencia única.
Desarrollada en dos instancias «Juan Tessi. Cameo» propone una manera novedosa de abordar el arte contemporáneo y el concepto de exposición tradicional. Es así como, con el objetivo de utilizar todos las áreas del museo e introducir a la tecnología como mecanismo de expresión, Juan y Lucrecia decidieron abordar espacios ocultos y desperdigar la obra hacia el garage, las oficinas o los pasillos que habitualmente no serían considerados como lugares de exhibición.
¿Cómo surge la idea de la muestra?
Esta sala es un espacio que presenta proyectos contemporáneos específicos. Cuando el director nos invitó a participar, con Juan comenzamos a recorrer el museo por completo pensando de que manera podíamos abordarlo y relacionarlo con la pintura. Juan es dos artistas en uno ya que tiene una faceta figurativa y virtuosa, diferente a la que hoy vemos, que abandona para meterse a trabajar de manera mas experimental y pensar en su obra desde otro lugar. Por otro lado, él siempre había trabajado con elementos que mediatizaban a la pintura y que construyen imágenes de modo tecnológico, por lo que sumar ese aspecto a la muestra parecía interesante. Durante estos recorridos lo que mas llamaba nuestra atención era ver como existe un aparato muy fuerte que se mueve en función de la seguridad del museo y que como visitantes no vemos. El área de seguridad produce imágenes a través de las cámaras, por lo que hay una producción de contenido de imágenes no artísticas enorme. Eso fue lo que elegimos trabajar.
Lucrecia no está segura si es la primera vez que se abren estos espacios alternativos, como el garage, las oficinas o los depósitos al público en pos de una exposición. Recuerda que una vez se hizo una muestra de teatro que en una instancia pasaba por el comedor de los empleados. Sin embargo como espectadora es la primera vez que yo veo algo así y la idea de generar una interacción completa con «lo prohibido» del museo me fascina.
¿Cómo fue trabajar con la otras áreas del museo? ¿Cómo se incorporan con el aspecto curatorial?
Esa parte fue muy linda porque tuvimos mucha suerte de poder trabajar de cerca y en relación con ese «otro museo». Como dice el artista Santiago Sierra «el museo es como un aparato, un dispositivo que opone tiempo de ocio con tiempo de trabajo» y es muy cierto, ya que hay mucha personas trabajando para que la gente disfrute cuando viene a ver una muestra o una obra. El área de curaduría y los artistas estamos mas vinculados con la parte de ocio, pensando todo el tiempo en el visitante, pero hay otra parte que no piensa en eso, sino en como se mueve el espectador o como entran los proveedores y entender ese aspecto fue lo mejor. Junto a Luis Limeres, el intendente del museo, fuimos entendiendo estas cuestiones y agudizando la mirada.
¿En qué momento empieza Juan a pensar en la tecnología a la par de su obra?
Pienso que desde siempre pero desde diferentes dispositivos, no creo que Juan no entienda a la pintura sino como una tecnología.
Seguimos recorriendo la muestra y busco indicios que me permitan entender donde está esa tecnología oculta, cuando frente a una de la pinturas Lucrecia me explica:
« Algunos de los títulos de las obras son logaritmos alfanuméricos que si indagáramos nos llevarían a un sitio web donde nos encontraríamos con una imagen porno gay. ¿Cuál es la relación entre esa imagen y la que estamos mirando? en realidad ninguna. No vamos a encontrar equivalencias, pero si entender que la experiencia de la pintura de Juan esta atravesada por imágenes que son producidas por medio tecnológicos».
Ante esta reflexión comprendo que en el caso de Tessi, como en tantos otros, todo deriva de otra cosa, sólo que aquí él nos deja las pistas para que sigamos indagando y encontremos la imagen detrás de la imagen.
¿Cómo fue la reacción del público en la primera instancia, cuando podían recorrer todo el museo?
Pudimos identificar dos clases de reacciones, el público que hacía la visita guiada, miraba y preguntaba y los que al ingresar a la sala no entendían lo que estaba sucediendo por lo que les costaba más reaccionar. Para acceder a los espacios ocultos había muchas mediaciones como el texto de sala, las charlas y eventos, además de los recorridos. También se podían ver las obras a través de las imágenes de las cámaras que mostraban estos lugares ocultos y estaban instaladas en la misma sala. De esta manera el espectador participaba de varias maneras, sin embargo la realidad es que la primera parte de la muestra era más ambigua mientras que en la segunda, a pesar de que se proponen diferentes maneras de abordaje no hay duda de que lo que se está viendo es una muestra.
Continuando el recorrido le pregunto a Lucrecia si puede elegir una obra que represente la muestra completa.
«No sé si podría elegir una porque justamente lo que me parece interesante es que ninguna obra es representativa de la muestra, ya que Juan intentó que ninguna pintura se pareciera a la de al lado, casi como si no hubiese un mismo autor detrás de los trabajos. Lo que me gusta además es que todas fueron hechas a la par de sus recorridos por el museo y para esta experiencia».
Nos detenemos frente a una obra cinética, una pintura que se mueve por medio de un mecanismo y que Lucrecia describe entre risas como el hijo que Julio Le Parc y Tarcila do Amaral no tuvieron. Estéticamente tiene relación con la emblemática pintura de ella, «Abaporu» (1928), mientras que los colores, al igual que la paleta de la mayoría de las obras, tienen mucha relación con las pinturas modernistas de la colección permanente del museo, algo que al parecer lo inspiraron.
Por último caminamos hacia una obra que desde el inicio captó mi atención. Son tres pinturas minimalistas, planos de colores sobre pies metálicos, lo que indica que pueden moverse a pesar de que nadie lo está haciendo. «Juan empieza a trabajar sobre la metáfora de que la superficie pictórica es igual a la piel, con lo cual los cuadros terminan convirtiéndose en cuerpos» explica Lucrecia.
«Además en esta muestra se trabajó el espacio y el tiempo y sumado a que hay un nuevo programa educativo para adolescentes, Juan desarrolló un workshop en donde les enseñaba a los chicos a pintar un cuadro, entonces en cada visita ellos le daban a las pinturas una capa más y luego los sacaban a pasear en un especie de procesión. Todas las acciones se basaban en un serie de instrucciones que Juan dejó detrás de los cuadros. Por otro lado está la historia oculta. En la misma planilla se narra la historia de Elena y Nicolai, dos dictadores rumanos que dominaron por años el país y estaban obsesionados con ser filmados todo el tiempo», incluso en su juicio final y su eventual fusilamiento, que irónicamente puede encontrar en YouTube.
Detrás de lo que parece una simple pintura se le da apertura al espectador para que participe, atreviéndose a ir más allá de la superficie. Estas imágenes son el resultado de la interacción entre los chicos, el artista, la obra y nosotros como público.
Muestras como esta nos invitan a comprender las nuevas formar de vivir el arte, porque «Juan Tessi. Cameo» puede abordarse de muchas maneras diversas, sólo hay que animarse a hacerlo.
ASÍ ES LA MUESTRA DE JUAN TESSI EN EL MALBA (RECORRIDA JUNTO A SU CURADORA) / POR MELISA BORATYN
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