ASÍ ES LA ESPECTACULAR RETROSPECTIVA DE JEFF KOONS EN EL WHITNEY MUSEUM (MALEVA EN NEW YORK)

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Cuatro pisos enteros del Whitney Museum dedicados a la retrospectiva del artista magnate Jeff Koons
 así es la eSPECTACULAR RETROSPECTIVA DE JEFF KOONS EN EL WHITNEY MUSEUM. POR VALENTINA RUDERMAN (TEXTO Y FOTOS, DESDE NEW YORK)

Este verano, el Whitney Museum de New York esta convocando más gente que nunca y no es porque la temperatura haga imposible pasar la tarde en el Central Park comiendo bagels (apenas llega a 25 grados celsius) sino por una razón doble: el museo se despide de su locación en el Upper East Side con una retrospectiva de 4 pisos del artista mas caro del momento, Jeff Koons. La exposición más grande que el Whitney le haya dedicado jamás a un artista.

¿De quién estamos hablando? Del creador de esculturas pop que pueden ir de cachorros de 13 metros de altura hechos de flores, como Puppy del Guggenheim Bilbao, a una caja-globo de edición limitada de Dom Perignon, pasando por una foto de la Cicciolina desnuda. Y que tiene el record para un artista vivo en una subasta por su «Ballon Dog (orange)» que fue adjudicado en Christie´s por 58 millones de dólares. En «Jeff Koons: a retrospective» se puede ver el camino que lo llevó a ser una sensación con el que todas las marcas quieren colaborar. Hasta el 19 de octubre se exhibe en Nueva York, pero seguiremos escuchando hablar de ella ya que del 26 de noviembre al 27 de abril estará en el Centre Pompidou de París y del 5 de junio al 27 de septiembre de 2015 se muda al mencionado museo de Bilbao. Maleva estuvo en Madison Avenue y recorrió en detalle cada sala de la exposición del año (y más allá). A continuación: la crónica.

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«Play Doh»: parece plastilina pero es material de relleno que se usa en las obras

 
Teniendo al Met y su inmensidad y al MoMa con sus siempre atractivas exposiciones temporales, el Whitney  muchas veces termina apartado de los “must see” de Nueva York. Sobre todo en verano, cuando no es necesario refugiarse de la nieve y las calles piden a gritos ser recorridas. Pero esta temporada es diferente: Jeff Koons hizo que hasta los ascensores del museo (en los que caben 30 personas) no den abasto. La primera instrucción es subir al segundo piso para poder seguir en orden cronológico la carrera del artista, un “chico bien” que se obsesionó con el impacto de la publicidad y la propaganda colorida.
El hall al que se llega está equipado con aspiradoras sin estrenar, las cuales él describe como “virginales”, puestas en pedestales como si fueran esculturas griegas con siglos encima. Esta primera etapa de su trabajo (The New) incluyó carteles que promocionaban los electrodomésticos y causaban que el público preguntara dónde podía conseguirlos, llevando al límite la frontera entre consumo y arte. En una pequeña sala contigua se puede ver un jardín de flores inflables que poblaban su primer departamento en Nueva York, donde la consigna era el color y el poder de lo efímero.
La siguiente etapa de su trabajo, quizás la más intrigante, es Equilibrium, donde trabajó con materiales especiales para sostener pelotas de básquet en el aire dentro de peceras. En las paredes se lee: “El equilibrio es el estado primordial de lo eterno que se refleja en un momento exacto”. A Koons lo obsesiona aquello que dura para siempre y su contraste con lo que se percibe tan solo por un segundo.
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Aspiradoras «virginales», forman parte de la primera etapa de la carrera de Koons

 
En el tercer piso, las puertas del ascensor se abren para dejar al espectador cara a cara con una escena casi pornográfica del artista con la Cicciolina, la estrella italiana con la que estuvo casado entre 1991 y 1998. Made in Heaven es un afiche de una película que nunca se hizo, y refleja el deseo de Koons de ser más que una mente creativa en un taller (todo lo contrario, siempre fue muy criticado por pasar poco tiempo trabajando en sus obras y delegar demasiado en su equipo). Siempre quiso fama, como Andy Warhol pero con más dinero en el banco. Este enorme cartel formó parte de una serie del mismo Whitney y estuvo colocado en una de las calles del Soho. Con o sin un toque irónico, tuvo sus deseados quince minutos de fama masiva en uno de los puntos turísticos más visitados de la Gran Manzana.
El fetiche narcisista se puede ver en otras de las salas, en las que se mezclan espejos de colores para que el espectador se observe y se sienta parte de la obra (Easyfun), con esculturas del torso desnudo de Koons y fotografías no aptas para niños de su matrimonio con la estrella italiana.
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Koons con su ex esposa, la Cicciolina, con quien estuvo casado entre 1991 y 1998

 
El salón que rompe con lo anterior como ninguno, es el que contiene su serie Banality: una mezcla entre la obra de Ron Mueck y “Querida, encogí a los niños”, la película de 1989. El visitante se siente una hormiga rodeada por adornos que bien podrían estar en la sala de estar kitsch de una abuela o en las góndolas de una tienda de recuerdos de la costa argentina quedada en los 80. Todos son enormes y están puestos uno al lado en el centro de la sala para que el visitante pueda inspeccionarlos desde todos los ángulos posibles. El punto de estas obras para Koons fue volver a la manera más pura de belleza, “lo lindo” como lo contemplamos en nuestros años más inocentes, antes de que irrumpan las concepciones de estética de la adultez. Cuanto más prolijo, más pastel y más suave a la vista, mejor.
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La serie «Banality»

 
El último piso del edificio Marcel Breuer es el que contiene sus etapas más mainstream, Antiquity y Celebration, con sus figuras gigantes de globos de acero inoxidable que imitan a los perros salchicha y los corazones de helio que se ven en cada cumpleaños de niños del mundo. En el centro de la sala más grande, se posa una pila altísima de lo que parece plastilina y no es más que el material que se usa para rellenar las obras.
Después de pasar por su etapa de collages y coqueteo con el consumo pop, las series de Popeye, Elvis y Hulk, la retrospectiva cierra con esculturas clásicas griegas, romanas y paleolíticas, re diseñadas con tecnología de punta. Para lograr la consistencia perfecta y el reflejo exacto, usó una máquina de rayos x normalmente aplicada a procesos médicos. Las estatuas no solo se destacan de la media por sus detalles sino porque generan la sensación de estar a punto de derretirse, aunque se mantendrán así por décadas, probablemente siglos. Volvemos el equilibro de la pelota de básquet. Es que eso es Koons: colores brillantes para los más chicos, pornografía, inversiones inmensas y perfil bajo frente a la prensa. Una mezcla que cuesta procesar pero termina generando una experiencia inolvidable.

 
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