Una metáfora de Rayuela en los silos de Puerto Madero
El pasado jueves 6 de septiembre, la primavera se adelantó. Como una curiosa y oportuna analogía al florecimiento cultural y artístico que estaba por vivir la ciudad, el sol brilló como no lo hacía hace meses sobre los históricos silos de Puerto Madero, por una semana intervenidos. Quienes no tenían anteojos, achinaban los ojos y leían en vos alta: “¿Quién posee qué?”. Un mural gigante, en los colores de la bandera argentina, parecía gritar aquello que tenía escrito y resumía en una simple pregunta uno de los principios de Art Basel: el arte es de todo el mundo.
Aquel fue el escenario en el que se dio inicio a la semana Art Basel Cities: Buenos Aires, un programa en el que, del 6 al 12 de septiembre, la ciudad se convierte en un museo sin puertas, una galería sin invitación y un lienzo gigante en el que 18 artistas despliegan sus obras para el deleite porteño y extranjero. “Descansen que van a ser 6 días agitados”, rió Enrique Avogadro, Ministro de Cultura porteño, en una acertada advertencia. Segundos más tarde, se escuchaba por lo bajo y a través de modestos auriculares la traducción al inglés; aquella mañana Puerto Madero escuchó todos los acentos, francés, inglés, danés, – más de 300 visitantes arribaron a tierras criollas con el solo objetivo de presenciar esta semana. Pero fue con acento italiano que la curadora Cecilia Alemani inauguró Rayuela (Hopstcoch), la exhibición que tomaría la ciudad por siete días. El nombre, tomado prestado de la famosa novela lúdica de Julio Cortázar (o “Shulio Córtazar”, como simpáticamente lo pronunciaba) es nada menos que una metáfora de la manera en la que se puede recorrer la muestra: saltando de una exhibición a otra, sin orden lineal, visitando la ciudad a través de los ojos de los artistas.
“That’s it for my spanish”: tras algunas palabras en spanglish de los directivos de Art Basel y Horacio Rodríguez Larreta, la cacería comenzó, era hora de salir a las calles en búsqueda del arte. Aquel primer día, la agenda era ajustada. En un recorrido exclusivo con los artistas visitamos algunos de los puntos principales. Iniciamos por la ex cervecería Munich que alberga hasta este miércoles las obras textiles de Pia Camil y Vivian Suter. Dentro, Camil desplegó “La cortina de remeras Gaby” (2016) que es, literalmente, eso mismo. Una cortina compuesta de remeras de segunda mano –en las que todavía podemos introducir nuestras cabezas- originalmente producidas en Latinoamérica, vendidas en Estados Unidos con logos corporativos para luego ser descartadas y revendidas en los países donde se originaron. Una reflexión sobre la colonización económica. Fuera, Vivian Suter nos esperaba con sus pinturas sobre tela, de color tan estridente como su brillante cabellera colorada. Sus lienzos, instalados a la intemperie sin ninguna protección ni marco, cuelgan en el porche del antiguo edificio. Así, la naturaleza y sus efectos –incluso un huracán- se convierten en co autores íntegros de las obras.
El museo de la Cárcova fue la siguiente parada, punto clave en el circuito de Art Basel que alberga tres artistas hasta este miércoles. Al entrar, es imposible no detenerse aunque sea unos segundos para admirar al gigantesco David, quien siempre se llevará todas las miradas. A su alrededor y a lo largo de toda la sala, las pinturas de Santiago de Paoli –apodadas “Tiempo Libre”- se encuentran en un diálogo constante y coherente con la colección del museo. En el fondo, cruzando el encantador jardín del museo aguarda la sala de litografía, en uso como nunca antes. Allí, la artista Mariela Scafati exhibe sus pinturas en once agrupaciones que recuerdan la morfología humana. Sentadas sobre las pesas, acostadas sobra las máquinas, estas hacen eco de la historia del museo como centro de educación, a donde la artista también acudió. La tercer artista que conquista La Cárcova es Narciza Hirsch y su proyección continua de sus primeros films experimentales realizados entre los sesenta y ochenta, revelando un capítulo clave en la historia de las vanguardias argentinas.
Lo mejor para el final, como se acostumbra. El último ítem en nuestra agenda era visitar el Faena Arts Center, institución asociada al programa Art Basel que decidió traer una muestra más que única. Naama Tsabar, originaria de Israel pero radicada en Nueva York, nos esperaba en una amplia sala luminosa, rodeada de guitarras rotas. “Melodies of Certain Damage” es el nombre de esta exhibición para la que destruyó guitarras jamás tocadas y así como cayeron, las reconstruyó y volvió a hacer funcional, símbolo de esperanza en tiempos tumultuosos. En sus performances, artistas argentinos resignificaron la musicalidad de estos instrumentos reconstruidos, en un espectáculo tanto visual como sonoro. Un imperdible que solo duró dos días. Y es que esta es la magia de Art Basel Cities. Exhibiciones efímeras, performances que solo perdurarán en el recuerdo y una ciudad invadida por el arte con el solo propósito de despertar una pasión –quizás dormida en algunos- por la cultura y la expresión.
A no desesperar, todavía quedan tres días para terminar de recorrer las muestras. ¿Cúales son los imperdibles de los últimos días? He aquí una breve –pero poderosa- lista MALEVA salvavidas:
Una serie de performances participativas que culminan en la suelta de doscientos globos de helio cuyas cuerdas de una milla toman rutas espontáneas en el cielo, en un misterioso homenaje al artista francés Marcel Duchamp. Un paisaje aéreo y una fiesta colectiva.
Siete flautistas se pasean por los entreveros del idílico Jardín Botánico, usando máscaras especialmente diseñadas por el artista para acrecentar su sentido del olfato. En este estado, improvisan una melodía en sintonía con su entorno y el cantar de los pájaros.
Sesenta performers recorren el espacio como un enjambre esquivando a los asistentes. Esa es la – no tan – simple propuesta que esta reconocida artista rumana presenta en Rayuela. Experta en coreografías compuestas de “ambientes performáticos”, Pirici guiará a los performers que se moverán, y sonarán (haciendo eco de nuestra herencia cultural), desde sonidos de las olas del océano, hasta el hit de Depeche Mode “Enjoy the Silence”.
Últimos días para visitar este proyecto colectivo en el que artistas y estudiantes de arte fueron invitados a diseñar y construir tumbas dedicadas a personas que todavía están vivas, sean amigos, amantes, héroes o personajes de ficción. Un cementerio en los Bosques de Palermo, un paisaje siniestro, a la vez conmemorativo e irónico, que subvierte las tradiciones, las jerarquías, el paso del tiempo y la muerte.
Con las obras textiles de Pia Camil y Vivian Suter de fondo, esta semana cierra con la reactivación del ex “beer garden” en las terrazas de esta vieja cervecería.
Fotos: gentileza Art Basel