Cuando el cuerpo es una obra al extremo que no deja a ningún espectador indiferente/Desde la performance, Natacha provoca mil sensaciones, incluso perturbadoras y es considerada (tanto por nosotros como por los curadores que consultamos) una de las artistas referentes del momento en Argentina/La entrevistamos y le preguntamos de todo/¿Qué temas busca abordar? ¿Cómo logró posicionarse afuera?/Además: su constante interacción en las redes sociales
Hace una década que Natacha se entrega por completa a la performance y no deja de asombrar
Artista imprescindible del mes: Natacha Voliakovsky y su fuerza arrolladora. Por Melisa Boratyn. Fotos: Rodrigo Mendoza.
La primera vez que leí acerca de las acciones de Natacha Voliakovsky (Buenos Aires, 1988) supe que las sensaciones que me habían generado no iban a abandonar mi cuerpo. Sentí una mezcla de impresión, rechazo, fascinación e intriga que me llevaron a querer saber mucho más. Fue así como un día le escribí para poder visitarla en su taller y desde ahí quedé enganchada.
Natacha es de esas artistas que podemos entender como verdaderamente única en su generación. Tal como afirman para esta nota Florencia Qualina y Mariana Rodríguez Iglesias, dos de las más reconocidas curadoras del país. Y por eso la elegimos como nuestra primera «artista del mes».
«Sus trabajos son provocadores, «alertadores», extremistas e incluso incómodos, pero por sobre se enfocan en poner sobre mesa temas muchas veces ignorados, dándonos una posibilidad poco frecuente, la de reflexionar a través del arte y con suerte cambiar para bien…»
Hace una década que se entrega por completo a la performance para plantarse con una fuerza imparable en un terreno que todavía no tiene el reconocimiento que se merece. Sus trabajos son provocadores, «alertadores», extremistas e incluso incómodos, pero por sobre se enfocan en poner sobre mesa temas muchas veces ignorados, dándonos una posibilidad poco frecuente, la de reflexionar a través del arte y con suerte cambiar para bien.
Empecemos por el principio, ¿cuándo fue la primera vez que sentiste que querías ser artista?
Tengo un buen parámetro temporal sobre mi infancia, ya que mis papás se separaron cuando tenía 5 años y recuerdo muchas cosas. Desde el momento cero de esa memoria voluble, quizás con 3 años, ya registraba la sensación de encontrar en el hacer un escape a mi contexto que de a poco se volvió mi lugar de auto-rescate y a medida que crecía lo hacía más y más. De esos años recuerdo muy bien el cambio de espacialidad de las casas y prácticamente no hay en mi memoria un juego que no esté vinculado al arte, especialmente cuando había gente y yo me aislaba con cualquier cosa que encontrara como por ejemplo, me encerraba en el baño y dibujaba sobre papel higiénico.
Hace tiempo que decidiste dedicarte de lleno a la performance de manera muy comprometida. ¿Cómo empezó tu proceso de manifestación a través del cuerpo?
Me inicié dibujando, pintando y agarrando todo lo que tenía a mano. A los siete hice mi primer exhibición en el living de mi casa, donde pegué dibujos en las paredes, puse galletitas en una mesa y di una visita guiada a mi familia y vecinos. Aún así solía sentirme insatisfecha ya que las imágenes no podían cargar los mensajes que necesitaba transmitir. Fue entonces cuando apareció la noción del uso del cuerpo como medio que carga un mensaje, que era por donde todo pasaba, los encierros, los golpes y gritos a los que fui sometida, viajar en ambulancia, ver a diferentes miembros de mi familia internados, peleas físicas en el colegio y un sinfín de situaciones que hacían que mi cuerpo no fuera solo eso sino un campo de batalla que absorbía todo. A medida que fui creciendo surgió además la necesidad económica, ya que hacer arte es costoso y no podía afrontar los gastos. Trabajar con mi cuerpo también fue una respuesta a esa problemática.
Relatás una infancia compleja y por todo esto que compartís entiendo que hay aspectos de esa vida e historia que están inmersos en tu obra, ¿qué indicios podemos encontrar?
Algo que atraviesa todo mí trabajo es el estado en el que me encuentro al momento de realizar una acción, ya que prepararme para estar en presencia me obliga a tocar mis fibras más profundas y vuelvo a sentir cosas de antes como si sucedieran ahora. Cuando llego a esa instancia sé que estoy lista para realizar una performance. En el estadio práctico hay aspectos como la resistencia física y psicológica que tienen un ancla directa con lo que me toco vivir en relación a agresiones. Mi papá tenía una peletería donde yo veía las pieles de los animales sin los cuerpos y solía acompañarlo a las curtiembres. Es por eso que me vinculo desde muy chica con cuestiones relacionadas a la piel, el pelo y el olor de no-lugares como los frigoríficos. Por otro lado a raíz de temas vinculados a la salud de mi familia, me encontré muchas veces dentro de ambulancias y salas de espera que se volvieron mi lugar de juego. Todo eso tiene una relación clara con la intervención corporal, lo quirúrgico y las referencias en mi obra en vinculación a esos elementos.
«Hoy tengo una nueva mirada sobre el contexto en el que nací y del que vengo. Hay gente que cuando se va no se siente ni argentinx ni latinx y a mí me pasó lo contrario, salí de mi país y me sentí más de acá que nunca y entendí todos los aspectos de mi personalidad que me constituyen como tal…»
Entre otras cosas te ánimas a hablar de temas que pocos abordan como la belleza, el género, el feminismo y tus acciones tiene un recorte político muy explícito. ¿Cuándo te das cuenta de que es hora de hablar de ciertas cosas que se están discutiendo (o no) a nivel social?
Mis obsesiones tienen que ver con cosas que me afectan directamente como ser humano. No me gusta llamarlas causas humanas por que siento que me deja de lado, como si estuviera mirando todo desde afuera y no es así. Hay cosas que me atraviesan más y otras menos pero es una obsesión cargada de cosas personales y la necesidad de querer cambiar algo, cuando en realidad como artistas no podemos hacer eso. Aún así mí objetivo es abrir el diálogo y generar preguntas.
¿Y cómo es la etapa de investigación y gestación?
El proceso tiene una pata teórica y una proyectual ya que estudié arte y diseño a la par, por lo que mi operativa tiene que ver con investigar, resaltar algunas cosas, descartar otras, hasta que el proyecto cobra forma. Articulo la pieza y después diseño un sistema de entrenamiento para poder pasar de lo conceptual al cuerpo, que se empieza a hacer presente y termina encarnándose. Ahí es cuando ocurre el switch y todo cambia.
«Uso mis redes para llorar, luchar, compartir mis grietas emocionales, dar y recibir amor. Es un espacio donde puedo militar y por más que intenten callarme voy a seguir intercambiando ideas y opiniones. Muchos de los temas que abordo son los de todas, como por ejemplo el hecho de que en 100 días hubo 96 femicidios en Argentina…»
Para desarrollar tus performances te has sometido a operaciones quirúrgicas, desnudos y extracciones de sangre en público entre tantas otras cosas. ¿Cómo preparás tu cuerpo para realizar estas acciones tan arriesgadas?
Al principio no sabía cómo prepararme ya que no había ninguna formación vinculada a lo artístico que podía ayudarme y eso me frustraba. Lo que necesitaba no estaba en una carrera de artes visuales ni tenía que ver con la danza o el teatro. Después de años pude aplicar el sistema proyectual que mencionaba ya que como existe una obra debe existir una lógica que haga el mismo sentido y tenga la misma coherencia en el desarrollo y entrenamiento. Hace ocho años que llevo a cabo mi propio método de entrenamiento que se llama N.V Method y tengo alumnos de todas partes del mundo que lo aprenden porque se trata de algo muy específico relacionado a la performance.
A diferencia de la mayoría de los artistas que hacen performance en Argentina vos tuviste la posibilidad de empezar a posicionarte afuera. ¿Sentís que estudiar y hacer residencias en países donde la performance tiene otra acogida y ocupa un lugar de mayor relevancia cambió tu mecanismo de trabajo?
Esta pregunta me hizo pensar en todos mis viajes y el proceso de quedar en convocatorias internacionales pero no en los que otorgaban fondos para poder hacer el viaje, mientras que acá no quedaba en nada, por lo que se generaba una disonancia constante y durante años trabajé en otros campos para poder hacerme esas posibilidades, además de poder mantenerme. Las oportunidades que finalmente llegaron me dieron confianza, cambiaron la perspectiva sobre mí trabajo, me permitieron ver nuevas realidades y generar intercambios con otros artistas y contextos socio-culturales. También aprendí que muchas causas por las que luchamos en Argentina suceden en la mayoría de los países del primer mundo aunque no lo sepamos.
Y el estar afuera, ¿generó algún impacto en relación a tu identidad nacional?
Hoy tengo una nueva mirada sobre el contexto en el que nací y del que vengo. Hay gente que cuando se va no se siente ni argentinx ni latinx y a mí me pasó lo contrario, salí de mi país y me sentí más de acá que nunca y entendí todos los aspectos de mi personalidad que me constituyen como tal y eso me hizo sentirme muy segura con esa identidad, desde un lugar cultural, no nacionalista, ya que no creo en las fronteras ni las banderas.
«Hace ocho años que llevo a cabo mi propio método de entrenamiento que se llama N.V Method y tengo alumnos de todas partes del mundo que lo aprenden porque se trata de algo muy específico relacionado a la performance…»
Formar parte del público frente a tus acciones es un desafío. ¿Cómo dirías que las personas interactúan con lo que hacés?
Siempre me sorprende que en las acciones que ameritan una participación, el público se encuentra más activo y en general hay gente que ya sigue lo que hago por lo que de alguna manera sabe lo que va a ver. Más allá de ellos el espectador promedio no está especializado y eso es lo que busco y me encanta. Hay muchas personas que me escriben y me cuentan que a raíz de una acción que hice algo en ellos cambió. Saber eso es un montón y cuando sucede, ahora que estoy con el tema de la performatividad futbolera, te puedo decir «yo ya gané». Es lo más gratificante, más que un premio o una muestra, que por supuesto me sirven pero no me llenan. Puedo decir que doy la vida por lo que creo y siento que la gente lo percibe.
Por último quiero preguntarte acerca de tu relación con la virtualidad ya que tenés una relación muy fluida con las redes sociales y generás constante interacción. ¿Qué es lo que te atrae de ese universo?
Uso mis redes para llorar, luchar, compartir mis grietas emocionales, dar y recibir amor. Es un espacio donde puedo militar y por más que intenten callarme voy a seguir intercambiando ideas y opiniones. Muchos de los temas que abordo son los de todas, como por ejemplo el hecho de que en 100 días hubo 96 femicidios en Argentina y esos números son los que se hacen públicos, sin embargo aún no hay estadísticas reales de abusos físicos y psicológicos en los hogares y el aborto sigue ilegal. Son estas las cuestiones las que me llevan a gritar por todos los canales.
Miradas que multiplican sobre nuestra «artista imprescindible»
Hablamos con dos de las voces más honestas del campo de la curaduría actual, Florencia Qualina y Mariana Rodriguez Iglesias, para que cuenten que es lo que más les llama la atención de la obra de Natacha y cuáles son las cualidades que la hacen un caso único.
MARIANA RODRÍGUEZ IGLESIAS: «SI TENÉS LA SUERTE DE PARTICIPAR DE UNA PERFORMANCE DE NATACHA TE VAN A ATRAVESAR MIL SENSACIONES».
«Si tenés la suerte de participar de una de las performance de Natacha, vas a notar como te atraviesan mil sensaciones: asco, dolor, miedo, ira, incomprensión y empatía. Los signos complejos que elabora en sus puestas requieren un espectador capaz de producir un análisis por capas. Lo primero que llega es la provocación (porque el arte es aesthesia, vale decir, todo lo contrario a la “anestesia” de la vida). La provocación en el sistema de signos que diseña no es meramente un golpe de efecto, es la puerta de entrada a las siguientes capas donde nos hace mirar en dirección a temas de la coyuntura social, como el derecho a diseñar nuestros cuerpos con libertad, recordar a la cantidad de mujeres que mueren por abortos clandestinos en nuestro país o especular con las marcas que llevan lxs migrantes, por señalar algunos de sus últimos trabajos.»
FLORENCIA QUALINA: «NATACHA METE EL DEDO EN LA LLAGA. SU OBRA ES DIGNA DE SER ATENDIDA PORQUE TRABAJA SOBRE LOS LÍMITES DEL CUERPO DE UNA MANERA MUY INFRECUENTE».
Creo que no estamos acostumbrados a ver el tipo de obra que hace Natacha, donde a través de un cuerpo-laboratorio se gestan mecanismos de comunicación que logran un efecto de shock, aunque no se trata del shock por el shock, sino de generar algo que nos descoloca.
Soportar una acción y trabajar sobre los límites del cuerpo es algo muy infrecuente y por eso su obra es digna de ser atendida. Ella mete el dedo en la llaga y genera una incomodidad que nos deja parados frente a esta idea de «hasta donde aguanto». Cuando Natacha me habló acerca de su performance con el cuero cabelludo hubo algo que físicamente me causo una molestia. Que una obra te marque un límite así significa que te está señalando cierta imposibilidad, hasta donde podemos con el arte, algo muy propio de la vanguardia.
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