Pintura, bordado y hasta «cripto-arte»/¿Quiénes son los artistas jóvenes que nos sorprenden en tiempos de pandemia?¿Cómo es la búsqueda de cada uno? La sensualidad, la memoria y la fantasía entre la búsqueda de sus obras/¿De dónde son y de qué tratan sus muestras actuales?/El testimonio a MALEVA de cada uno de ellos
La muestra «Villa Celina» de Celina Eceiza en Moria Galería: potencia, fantasía e interrogantes desconocidos.
Arte en reset: estos son los cinco artistas argentinos sub 35 que asombran y desafían al circuito local. Por Melisa Boratyn.
En el año 2020, las redes sociales fueron un gran aliado para estar al tanto de lo que muchos artistas estaban creando, pero incluso ahora que volvimos a recorrer museos, premios, talleres y galerías para reencontrarnos con el arte cara a cara, esta continúa siendo una de nuestras herramientas favoritas. Es por eso que desde MALEVA les presentamos a cinco artistas sub 35 que descubrimos o con los que nos reencontramos durante la «era-pandemia», que asombran y desafían al circuito local con sus producciones.
1) Celina Eceiza (Tandil, 1988): la fantasía a través de lo cotidiano y una perspectiva novedosa (que hacía falta) / Con muestra individual en Moria Galería
Cuando Celina empezó a agrandar sus obras no podía saber cómo estaban quedando, ya que el living de su casa donde trabajaba era más chico que las producciones. Luego de un tiempo se instaló en un taller de techos altos que se encuentra en Moria galería, donde hace pocos días inauguró su última muestra individual «Villa Celina». Ella se describe como una persona repleta de una energía que vuelca en el hacer de sus bordados, patchworks, esculturas y dibujos, donde conviven lo laborioso y lo torpe con la misma potencia, algo que percibirán ni bien ingresen en esta inmensa instalación que analiza la historia de las culturas, la fantasía a través de lo cotidiano, el género, lo mítico e incluso interrogantes desconocidas que aparecieron durante la etapa de construcción. Las obras de Celina son vivencias que nos contienen y acercan al arte desde una novedosa y necesaria perspectiva. Quizás en su visita se encuentren con ella, ya que confiesa que le gusta «aprovechar este momento de pandemia que si bien afectó negativamente en muchos aspectos a la actividad, también nos permitió interactuar con más tiempo, tranquilidad y escucha».
2) Nina Kunan (Buenos Aires, 1990): sensualidad táctil y lúdica en sus accesorios confeccionados a mano / «Arrepentida» es su espacio digital
Por medio de accesorios confeccionados de forma manual, Nina transforma objetos cotidianos e ignorados. La primera vez que vi una de sus obras en Instagram quedé intrigada ya que se trataba de una serie que había desarrollado en diferentes espacios públicos, donde cosas tan absurdas como la baranda de las escaleras del subte, estaban decoradas con una vestimenta sexy y elegante. «Estas acciones funcionan como un señalamiento que ronda lo sensual, lo táctil, lo gracioso, el cariño y la propuesta de un juego» me explica en un mail. En paralelo, durante el verano del 2020 Nina le dio vida a «Arrepentida», un espacio digital donde transforma algo que le es orgánico en un medio de vida, impulsando la compra de dildos, accesorios y arneses a través de un espacio de placer que abre las fronteras para explorar otros límites y estéticas de la sexualidad. Quizás en un futuro cercano veamos más de esto fusionado en su obra, mientras tanto para aquellos que buscan explorar nuevas posibilidades a través de objetos pensados con detalle y amor, no dejen de visitar su tienda (https://www.instagram.com/arrepentida_/)
3) Julian Brangold (Buenos Aires, 1986): pionero del «criptoarte» (del que mucho se va a hablar en los próximos años)
Hacía tiempo que Julián estaba abocado a las nuevas tecnologías cuando hace unos años fui a visitarlo a su estudio y me costaba entender algunas de las cosas que me explicaba. Es que él ya tenía la cabeza en el futuro y por eso durante el 2020 aprovechó el encierro para abocarse por completo al arte digital, encontrando otras comunidades e iniciándose en el mercado del criptoarte, algo de lo cual vamos a estar hablando mucho en los próximos años, pero que en Argentina recién se empieza a explorar. Esto le permitió armar una comunidad de artistas junto a los que desarrolla nuevos proyectos colaborativos. En sus próximos trabajos busca indagar en torno a la idea del vagabundeo o deambular de un avatar digital que no tiene dueño, un personaje sin rumbo, que no ha sido creado por alguien ni tiene una intención específica. Ya veremos hacia dónde nos llevan estas nuevas exploraciones.
4) Antonella Agesta (Temperley, 1993): apasionada por la pintura en sus universos (aparentemente) caprichosos
Antonella forma parte de una camada de artistas apasionados por la pintura que necesariamente se re-inventa con cada generación. Lo que más me gusta de sus trabajos es que crea universos aparentemente caprichosos, donde le otorga protagonismo a elementos que no parecen importantes pero que nos empujan a un gran viaje fantasioso. Esos objetos provienen de otros tiempos y lugares y si bien sentimos que ya las conocemos, tienen una profunda singularidad que las vuelve únicas. Hoy Antonella se encuentra pensando una serie que pone el foco en el retrato y los amuletos, así como también experimenta con la opción de incluir personajes. Con respecto a como le impactó el 2020 cuenta que «pintar fue una manera de estar conectada con el presente y que el contexto fuera más liviano», haciendo circular sus pinturas de forma virtual y recibiendo a personas en su taller. Pueden ver su trabajo en la muestra del Premio Fundación Andreani que se inauguró el 6 de marzo en el barrio de La Boca (Av. Pedro de Mendoza 1981).
5) Julia Padilla (Buenos Aires, 1991): en busca de sensaciones olvidadas
Quienes visitan la muestra también se encontrarán con «Undergo«, una pieza con la que volví a conectarme con las obras de Julia y que nos invita a sumergirnos en el inconsciente, a través de objetos semi-animales / semi-robóticos armados con materiales opuestos como lo orgánico y lo industrial, lo frío y lo cálido, lo duro y lo blando, con uniones poco habituales como una hoja seca sobre una estructura metálica, lo que le da a las cosas una nueva identidad. «Genero empatía desde un acercamiento intuitivo hacia los materiales, híbridos extraños que en la intimidad develan una sensación familiar. Creo que cada objeto puede despertar recuerdos en el cuerpo y recuperar sensaciones olvidadas relacionadas con una memoria ancestral» me cuenta. Además por estos días Julia se encuentra trabajando en su próxima muestra individual «pariente» que inaugura el 27 de marzo en Fundación El Mirador y que contará con la curaduría de otra joven artista, Laura Ojeda Bar.
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Fotos: son todas gentileza de los cinco artistas mencionados.
Galería:
Por Celina Eceiza
Por Nina Kunan
Por Julian Brangold
Por Antonella Agesta
Por Julia Padilla