Sábado de sol. Media mañana. El día por delante y ganas de disfrutarlo, salir de la ciudad, ver verde, cielo, tomar aire. Desconectar. Sabíamos que el tiempo ayuda a madurar, por eso nos fuimos a explorar el Tren de la Costa hoy, y descubrimos un viaje con el río y el verde, hacia la vida orgánica y bicicletera, el auge de las antigüedades coleccionables, y todo lo lindo del norte ribereño del Gran Buenos Aires. Un viaje de placer por un tren que tiene – con algunas novedades – varias propuestas muy atractivas que le están devolviendo su vigencia como paseo más que válido y no solo para los que sientan nostalgia retro.
1er stop: “Av. Maipú Station”. Pasando la quinta de Olivos nos metimos en la estación Maipú y empezó nuestro viaje. Con sus estaciones al aire libre, llenas de verde inglés, maceteros con plantas y mucho cielo, sus vagones impecables, con aire acondicionado, y ventanales para disfrutar del paisaje. Los trenes salen cada media hora y el boleto cuesta $10 (lo pagás con Sube arriba del vagón), reutilizable en el mismo día las veces que sea al destino inicial. Lo que te permite seleccionar un par de spots para bajar un rato y luego seguir hasta el Delta. Aquí van nuestros recomendados.
Estación Borges, primera parada en la Luna Córnea Bar. Ya no se encuentran andenes tan bien cuidados y con un bar naturista con mesitas afuera para disfrutar de un chai helado o un licuado de maracuyá y frutos rojos como este. Espacioso y muy relajado, con muestras de artistas itinerantes, una antiquísima máquina expendedora de tabaco, libros, curiosidades y variedad de rincones almohadonados.
Los viernes y sábados por la noche tienen bandas en vivo, desde jazz a música celta, y todas las noches y mediodías variedad de platos caseros y minutas, pastas, carnes y tragos. Nos encantó el “Trago Luna Córnea”, cosecha tardía (Tempranillo), naranja y vodka, y el “Mojito del Andén”, ron, limón y menta batidos. Deleite.
Seguimos viaje y pasando Libertador nos volvimos a enamorar de las afueras de la ciudad cuando apareció el río en su máximo esplendor de un lado y puro verde del otro.
En Estación Las Barrancas nos quedamos en Bike & Coffee, deli bar amante de las bicicletas y el buen gusto. Con pastelería propia y decó inglesa, invita al relax y a distenderse con alguno de sus dulces manjares como sus lingotes de cake, macarons multicolores y los exquisitos cheesecakes frutales. Súper bike friendly como su nombre lo evidencia, alquilan bicicletas de paseo con casco incluido por $50 la hora, hacen descuentos a los comensales que llegan pedaleando y ofrecen jugos y licuados nutritivos al paso. Además, tienen menú variado con plato del día. Nos encantó la ensalada de verdes con salmón arrollado con queso crema adentro y morroncitos ($95 con bebida). Todos los días de 8 a 20, lunes cerrado. Cruzando las vías está la Feria del Anticuario de Barrancas con más curiosidades, mucho parque y todo el río.
Y para los clásicos corazones, el eterno Perú Beach con todas sus propuestas deportivas y acuáticas (kite, windsurf, kayak, escalada, roller hockey y más) y el divino restaurant Toien Perú todo renovado hace un año (ahora está más cerca del agua, construido todo en madera, también con amplias mesas de madera, y una terraza genial). Se ofrecen buenos almuerzos como los risotto cakes de hongos con ensalada fresca y semillas, milk shakes, licuados, y cervezas para un atardecer perfecto. Volvimos al tren y de repente nos encontramos en la selva, puro verde de un lado y del otro, y esta vez pensamos en el Tunnel of Love de Dire Straits (“Come on and take a low ride with me girl on the tunnel of love… “).
En la Estación Punta Chica bajamos en la segunda sucursal de Bike & Coffee, un poco más grande y moderna, con sus ventanales y puertas verde agua, mini livings con sillones de mimbre, mesas largas y comunales para compartir en banquetas, enormes lamparones de media esfera iluminando todo el espacio y mesas de madera a la calle y las vías ideales para distenderse a la sombra de los árboles, con un rico café o jarra de limonada batida con pepino, jengibre y menta y algún plato estilo brunch neoyorkino como el bagel de salmón ahumado o unos buenos huevos revueltos. Todos los días hasta las 4pm, Sábados y Domingos hasta las 21, Lunes cerrado. Nos queda pendiente visitar el Bike & Coffee de Colonia, Uruguay, para la próxima nota. Pasamos después por la Estación Marina Nueva, con su Dutch Café con tulipanes en los vidrios y una onda chocolatería suiza, otro delicatessen en el recorrido con variedad de tortas y cafés.
De ahí nos fuimos al imperdible mercado Sabe la Tierra en la Estación San Fernando. Asociación civil sin fines de lucro que convoca a todo tipo de pequeños productores independientes ofreciendo un sinfín de productos orgánicos y sustentables, desde sales del Himalaya, cereales sin materia grasa, crepes sin harina y sin gluten, miel pura de abejas libre de agroquímicos, quinoa inflada, licuados naturales y energizantes, maca peruana, algodón orgánico, productos de limpieza biodegradables hasta prendas de algodón estampadas serigráficamente en la isla. Sabe la Tierra está todos los sábados de 10 a 18 hs. en la Estación San Fernando, los Viernes y Sábados de 9 a 14 en la plaza Amigos de Florida y en marzo vuelven al km 38,5 de Pilar todos los Domingos.
Nuestras perdiciones: la cerveza artesanal “Sentidos” en todas sus versiones: rubia tradicional, roja o negra, y los helados sin lácteos de Machaca, bien raw con leches de coco o almendra y toques de miel de caña, aceite de oliva y castañas de cajú, algunos de sus sabores: cacao, jengibre, durazno, sésamo, banana y cebolla caramelizada. Exquisitos.
Terminamos el recorrido en la Estación final: el Delta. Adentrada en la locura comercial de Tigre, entre Trilenium y el Parque de la Costa, te invita a escapar a la isla en la lancha colectivo o subirte a una canoa y remar por el río Luján, o tomar el tren de regreso y disfrutar éste paseo que vuelve a estar en boga como una perlita más de la ciudad, encantando todos los placeres y sumergiéndote en un viaje orgánico, vintage y natural por nuestro adorado norte.