Barcelona tiene fama de ser una ciudad cool, en donde el invierno pasa de coté y hay sol hasta cuando es de noche. Si se están preguntando, cómo es esto posible, se los cuento: siempre hace calor, siempre hay algo que hacer, siempre el aire en Barcelona te hace sentir libre. Libre de compromisos, libre de responsabilidades, libre de lo que sea que sientas que sea un peso porque de un momento a otro, tus prioridades cambian y ya no son ni el trabajo, ni la universidad, ni los proyectos personales, ni la fotografía, ni encerrarse a escribir o a pintar. La prioridad es la música; madre sublime de todas las artes y expresión ante la cual el ser entero se mueve y conmueve.
El último 4 de noviembre a las 21:30hs en BARTS, entró en escena Joanna Newsom, con su cabello eternamente largo y dorado atado en una única cola y un vestido de primavera. Todos nuestros ojos se abrieron como si estuvieran entrando en una especie de realismo mágico de un García Márquez celta: imágenes de un bosque de pinos infinitos en un aire de otoño primaveral aparecían para luego desaparecer y re-aparecer en unos highlands de Escocia o Irlanda. Ahora que lo pienso mejor, diría que sería como Narnia en la Primera Edad del Sol. Por el período de una hora y media en Barcelona se abrió un umbral de tiempo donde todo dejó de girar: Baby Birch, Peach-Plum-Pear y Divers fueron algunos de los temas que se fueron desarrollando en ese escenario y llegaron tan delicadamente a nuestros oídos, como si de un juego de niños se tratara. La música era tan bella que la razón se quedó dormida, dejando lugar a que lo sublime, simplemente, acariciara nuestras almas. Verán, el freak-folk es así de “freaky”, como dirían acá, los españoles.
Al día siguiente, salí volando del trabajo para ir a ver The Cinematic Orchestra al Apolo, venía nerviosa, tenía examen al día siguiente, examen de qué, ya no lo recuerdo, solo recuerdo la sala llena de gente que reía, invitándose cervezas en la barra, dándose besos y mientras hablaban, les brillaban los ojos. El British Nu-Jazz, trip-hop y electrónica los dejó a todos callados, moviendo la cabeza de un lado al otro al ritmo de un bajo y un saxo; otros, los menos vergonzosos, ya hacían un movimiento completo de rotación de pies dejando las notas resbalar por su cuerpo. Era el placer de una buena ducha, de esas que te dan un respiro, de esas que te quedas observando detenidamente como tu piel no absorbe el agua sino que las gotas quedan como perlas sobre el cuerpo; de esas duchas que no querés que terminen nunca porque la sensación que produce el agua en vos es el de un renacer.
En este pedido de que la ducha dure para siempre, el 6 de noviembre, estuvo Nicolas Jaar en el Apolo sacudiendo cuerpos, apagando mentes, liberando seres multicolores por la sala: comenzó a las tres de la mañana para terminar cuando salió el sol. Como si esto fuera poco, veinticuatro horas después en lugar de Nicolas Jaar estuvo Jamie XX, altamente reconocido también por ser parte de la banda londinense the XX. Los seres multicolores aparecieron también esta noche, fieles a lo que estaba sucediendo, Jamie lo dio todo, reproduciendo sus colores por toda la sala; el piso, cubierto de vasos rotos, parecía una playa de cristales que no hacía más que refractar la luz divina que bajaba en aparentes hordas vibratorias del escenario.
Pocas horas antes, frente al Apolo, en la sala BARTS, tocó en un solo acústico el reconocido músico de folk Samuel Beam, mejor conocido como Iron and Wine. Habló con el público como si hablara con sus amigos, simplemente habló, les contó cosas que sentía, creó un momento íntimo entre los oídos de los presentes y su voz. Su figura generaba paz y tranquilidad, hacía, en fin, que todo fluya, los oídos hablaron, pedían canciones y Samuel simplemente tocó por una hora y media un disco compilado por ese centenar de oídos. De una belleza al estilo boy-next-door, su voz cautivó a toda la sala cuando decidió cantar a capella Flightless Bird y retazos de Trapeze Swinger: una serenidad como pocas antes presencié en mi vida. Él, solo en el escenario, un micrófono, dos guitarras, oscuridad – una voz: “So please remember me… Fi-na-lly…”
El 3 de mayo de 2016, en el Palau de la Música estará Yann Tiersen. Después no digan que no les avisé.
Barcelona, como ven, está llena de gracia.
Fotos: Lorenzo Duaso