"SOY UN TORBELLINO": ROGELIO POLESELLO

Polesello en el comedor de su casa de Belgrano
«Soy un torbellino»: Rogelio Polesello. Por Gonzalo Sánchez Segovia. Fotos y video: Jacinto Freixas.

La risa de Rogelio Polesello (74) resuena en las salas de su casa-estudio en Belgrano. Viste zapatillas naranjas, pantalón violeta, camisa azul tornasolada, un pañuelo multicolor alrededor del cuello y lleva el pelo blanco peinado hacia arriba. En cada rincón acumula objetos curiosos que encuentra en sus caminatas por Once y el Barrio Chino, y que más tarde lo pueden inspirar para alcanzar el efecto óptico o el color que busca en algún cuadro o escultura. Juguetes, maniquíes, pulseras de mostacillas, etiquetas de botellas, pilas de diarios y revistas se apilan sobre todas las mesas y sillones. También cuadros –suyos y de otros artistas–, esculturas y piezas más pequeñas. “Soy un acumulador. Junto cosas porque me gusta, como un loco. Soy un torbellino, por eso tengo tanto despelote”, explica a Maleva.
El artista habla mucho y sonríe más, es un anfitrión excelente y muestra su obra con entusiasmo. “Ahora estoy empezando a ordenar un poco mi dormitorio, mis cosas, y pronto voy a entrar al estudio, porque hay cosas que las quiero cambiar, que ya no sirven. Tengo un quilombo y no tengo tiempo de ordenarlo”. Hace unos meses, su rutina de pintura diaria fue interrumpida por una operación complicada que le exigió reposo, entonces aprovechó para preparar varios proyectos. 

Polesello se la pasa sonriendo y riendo: es un gran anfitrión

 

«En cada rincón acumula objetos curiosos que encuentra en sus caminatas por Once y el Barrio Chino, y que más tarde lo pueden inspirar para alcanzar el efecto óptico o el color que busca en algún cuadro o escultura. “Soy un acumulador. Junto cosas porque me gusta, como un loco. Soy un torbellino, por eso tengo tanto despelote”, explica a Maleva.»

 
Diseñó la pintura de un Audi para el coleccionista de autos Jorge Gómez (ya había intervenido un Porsche y una moto Harley Davidson), ideó una escultura que será instalada en un museo bajo el agua en Cerdeña, Italia, y otra para el Museo del Parco en Portofino. También supervisó el montaje de la obra con la que ganó el concurso Arte y Deporte: el Espíritu Olímpico, organizado por el Comité Olímpico Argentino (será inaugurada el 4 de septiembre en la Plazoleta Barón Pierre de Coubertin, en Cerrito y Juncal) y unos dibujos para los ventanales de un nuevo edificio en Lima y Humberto Primo. “Es alucinante. Lo más gracioso es la proyección que se hace adentro cuando pega el sol y se reflejan todos los dibujos. Me muero de ganas de verlo, es lo más interesante”.
¿Qué buscaste mostrar con la escultura para el Comité Olímpico Nacional que se inaugura esta semana?
Quise dejar constancia del movimiento olímpico, por eso me inspiré en el logo del Comité Olímpico Internacional, los anillos. Lo que hice fue darle cuerpo, utilicé todos los colores para darle velocidad, por eso son óvalos. Quedó fantástica. Tiene 2 metros de alto.

Su casa también es su estudio

 
Pero sobre todo prepara una gran muestra en el Malba para 2014, en la que buscará resumir más de 50 años de trayectoria artística. “Mi idea es que la muestra cuente desde el inicio hasta las obras de acrílico. Quiero juntar los primeros proyectos, dibujos y bocetos, con lo más nuevo, y tengo ganas de abrir la pared de la sala para que la exhibición se pueda ver a través de las esculturas de acrílico. Todavía tengo que elegir un curador y fotos para el libro. Es un laburo tremendo, pero estoy con muchas ganas de hacerlo –cuenta–. A veces no duermo pensando en cómo va a ser. Encima tengo todo apilado, todo tirado por ahí”.
Siempre se habló mucho de tu imagen pública.
Sí, siempre salí mucho. Me encanta ver la obra de otros artistas. El placer no sólo está en lo que uno hace como artista sino también en ver lo que hacen los demás. Ahora salgo menos porque me cuesta más, pero voy a ver cosas que me interesan. Soy muy cordial con la gente, tomo un taxi, me pongo a hablar con el tipo y terminamos amigos.

¿Qué fue lo último que viste?
Fue ir a la exposición de Yayoi Kusama al Malba. Me encantó. Es impresionante la cantidad de gente que fue. Lo que pasa es que ella es muy conocida, es un personaje que vivió el Nueva York de los setenta, la época de Warhol, tiene un gancho realmente importante, tiene mucho talento. Esos primeros dibujos que hay cuando entrás son maravillosos, las cajas con espejos, las luces. Ella vive en un hospicio, no quiere salir, se ve que se cansó. Yo no sé si aguantaría ese aislamiento, pero me parece genial. La volví a descubrir cuando hizo la colección para Louis Vuitton. Hizo todas las carteras con los circulitos.

“A veces no duermo pensado como será mi muestra en el Malba (en 2014). Tengo ganas de abrir la pared de la sala para que la exhibición se pueda ver a través de las esculturas de acrílico. Todavía tengo que elegir un curador y fotos para el libro. Es un laburo tremendo. Encima tengo todo apilado, tirado por ahí.»

¿Harías algo así?
Me encantaría, siempre tuve ganas de hacer algo. Tengo una tela Louis Vuitton que nunca llegué a tocar. Me decían: “Vos tenés que ponerle colores”. Después Takashi Murakami lo hizo y yo no me animé, no tenía tiempo.

Cristos, esculturas, juguetes. Polesello se admite «un acumulador de cosas»

 
Polesello no tenía más de catorce años cuando jugaba con pedazos de vidrio que usaba para mirar los dibujos que hacía su mamá. Le llamaba la atención la ilusión que se producía cuando la luz del sol atravesaba los vidrios. “Jugaba y veía lo que estoy haciendo ahora. Los dibujos eran como calidoscopios”. Más tarde se convirtió en un pionero del arte óptico y cinético en Latinoamérica.
En 1965, la Cámara del Plástico convocó a varios artistas para hacer una muestra en el Museo de Bellas Artes. Mientras un ingeniero les mostraba los materiales, entre ellos el acrílico, Polesello tuvo una idea: usarlo para crear un efecto distinto. “Se me ocurrió unir un poco la teoría de Lucio Fontana, de querer ir a través de la imagen, de la obra, e incorporé la trama de los lentes de aumento a las piezas de acrílico. Al principio las hacía chiquititas. Después produje un montón de cosas que están en todo el mundo. El acrílico fue muy importante para mí obra”.
¿Cómo llegaste al arte óptico y cinético?
Estudiaba en Bellas Artes, me recibí en 1958, y en ese momento llegó una gran exposición de Víctor Vasarely, que para mí era una locura total. Nos influyó en todos, a Le Parc, a Minujín. Trabajé mucho en diseño gráfico y utilizaba las tramas que se usan en la impresión. Así empecé.

«Fui a la exposición de Yayoi Kusama al Malba. Me encantó. Es impresionante la cantidad de gente que fue. Lo que pasa es que ella es muy conocida, es un personaje que vivió el Nueva York de los setenta, la época de Warhol. Ella vive en un hospicio, no quiere salir, se ve que se cansó. Yo no sé si aguantaría ese aislamiento.»

¿Qué artistas te gustan?
Hay muchos. Me gusta Rothko. Max Bill es un artista que me interesa mucho. De acá hay varios, me gusta Pablo Siquier. Soy un fanático que va a ver la obra de otro artista.

Exposición en el Malba en 2014, escultura olímpica, etc, etc, Polesello, a sus 74 años, no para

¿En cuánto se vendió tu obra más cara?
Alrededor de los 70 mil dólares en Sothebys, en Nueva York. Me pareció fantástico, era de una coleccionista venezolana. Marcó un record. Pero lo importante es que las obras están en todo el mundo. Me encanta, y por eso tengo muchas ganas de hacer la muestra del Malba, porque sé que la voy a llevar a otros lugares. Es más, tengo ganas de hacer una fundación con todo esto, porque tengo mucha obra que realmente me gusta.
¿Es difícil para un artista desprenderse de una obra?
No vendo todo, algunas cosas me interesan, otras no. Últimamente me he puesto un poco amarrete, no sé si es por la vejez, tengo 74 años, y me quiero quedar con todo. Porque sé que no lo vuelvo a hacer.