La huella de Gaudí por todas partes
Mi amor por Barcelona fue, digamos, de esos que se dan a primera vista. Sin necesidad de palabras ni gestos románticos, un solo cruce de miradas bastó para enceguecerme para siempre y encapricharme con que algún día, sí uno de esos donde se desata la locura y no hay tiempo para indecisiones, iba a vivir en Barcelona. La flecha ya estaba clavada, solo faltaba que lo que muchos llaman destino pero yo prefiero referir cómo azar me diera esa oportunidad.
Soñé infinitas noches con ir y venir por la Rambla, empacharme mirando obras de Gaudí una, otra y otra vez, y quizás, si la suerte me acompañaba, cruzarme a Messi o Manu Chao dando vueltas por ahí. Me despertaba con ganas de irme de tapas, tomar una cañas bien frías y perderme por el Gótico. Al principio la idea onírica vagó por mi inconsciente sin rumbo y durante años, hasta que un día el azar me golpeó de lleno y me dio no una sino dos oportunidades de vivir en Barcelona. Dos veces ese amor se hizo carne y me regaló veranos catalanes llenos de Barceloneta, paella, vasos de Estrella Damm y noches de Gracia.
No creo ser catalán, ni mucho menos, pero esos doce meses que viví en Barcelona me enseñaron varias cosas sobre cómo encontrarse y desencontrarse en lo que para mi es la ciudad más linda del mundo.
«No creo ser catalán, ni mucho menos, pero esos doce meses que viví en Barcelona me enseñaron varias cosas sobre cómo encontrarse y desencontrarse en lo que para mi es la ciudad más linda del mundo.»
Tuve la suerte de vivir Barcelona en todas sus estaciones y, sin dudas, no hay nada que se compare con su verano. Sí, hace calor y mucho; pero el simple hecho de tomarte un metro y terminar enfrente del mar es la solución perfecta para combatir lo único malo que puede tener pasar julio y agosto en la ciudad que Gaudí eligió para su Sagrada Familia.
Pero no solo la Barceloneta te puede salvar de una tarde o noche calurosa. En la temporada de verano la ciudad se enciende, en serio. Cine al aire libre en castillos y playas, fiestas en lo más alto de Montjuic y festejos en las calles de los principales barrios hasta el amanecer. Además un pequeño viaje en tren te puede sacar del cemento y en pocos minutos terminar en playas como Castelldefels o Sitges.
«No solo la Barceloneta te puede salvar de una tarde o noche calurosa. En la temporada de verano la ciudad se enciende, en serio. Cine al aire libre en castillos y playas, fiestas en lo más alto de Montjuic y festejos en las calles de los principales barrios hasta el amanecer.»
Aprender a mirar para arriba es uno de los grandes desafíos de Barcelona. La ciudad te enseña que cada cuadra, cada esquina y cada rincón tiene algo que te puede dejar con la boca abierta. Las fachadas del modernismo catalán, con Gaudí como máximo exponente, se mezclan por toda la ciudad. Colores, formas extrañas y dibujos en lo que podría ser la próxima puerta de tu casa.
Pero además en los últimos años Barcelona intentó recuperar el mote de capital del graffiti y en paredes de barrios como el Raval o Gracia te podés encontrar con murales inmensos de algunos de los artistas más reconocidos del mundo. ¿Quién no querría tener una pintura colgada en una ciudad como esta?
«En los últimos años Barcelona intentó recuperar el mote de capital del graffiti y en paredes de barrios como el Raval o Gracia te podés encontrar con murales inmensos de algunos de los artistas más reconocidos del mundo.»
Es cierto que Barcelona todos los días te ofrece algo nuevo para hacer. Pero es verdad también que esas cosas por las que uno se desespera cuando viene tres o cuatro días, se terminan transformando en un verdadero calvario del día a día. Caminar por una Rambla repleta de gente puede ser de las cosas que más odies en tu vida si por lo único que querés pasar por ahí es para visitar a un amigo que vive en el Raval o si tenés que comprar algo que sólo venden en lo más céntrico del Gótico. La playa de la Barceloneta en verano puede no llegar a tener ni un rincón libre para acostarse, y pasar por lugares como La Sagrada Familia es una verdadera odisea.
Aunque de todo lo malo se puede sacar algo bueno: dejar de ser turista en Barcelona significa también descubrir nuevos lugares, barrios y bares para tomar cerveza una tarde de mucho calor. Aparecen en tu itinerario barrios como Gracia o el Born, espacios verdes como el Parque de la Ciudadela o el Park Guel, y noches en el MACBA (Museo de arte contemporáneo y moderno de Barcelona) o la Plaza del Sol.
«Dejar de ser turista en Barcelona significa también descubrir nuevos lugares, barrios y bares para tomar cerveza una tarde de mucho calor. Aparecen en tu itinerario barrios como Gracia o el Born, espacios verdes como el Parque de la Ciudadela o el Park Guel, y noches en el MACBA (Museo de arte contemporáneo y moderno de Barcelona) o la Plaza del Sol.»
Aunque esto pasa en la mayoría de Europa, Barcelona no es la excepción. Cuando uno llega a la capital catalana sea solo, en pareja o con amigos, se encuentra con un pequeño problema con el que no acostumbramos a lidiar en Argentina: los pisos se comparten y de a muchos. Sí, hay que tener suerte para conseguir un espacio propio y único a un buen precio, por eso tanto extranjeros como los propios catalanes deciden ahorrar alquilando un cuarto en un departamento de muchas habitaciones. Eso significa, entre muchas cosas, tener que cruzarte a un “pseudo-desconocido” en la puerta del baño o escuchar portazos en medio de una siesta. Pero también puede ser la puerta de entrada para nuevas amistades, experiencias y amores. Uno nunca sabe quién puede llegar a estar del otro lado de la puerta escuchando música o comiendo unas croquetas de jamón ibérico.
«Cuando uno llega a la capital catalana sea solo, en pareja o con amigos, se encuentra con un pequeño problema con el que no acostumbramos a lidiar en Argentina: los pisos se comparten y de a muchos.»
Es sin dudas una de las ciudades más caras de todo España. Los alquileres temporales, si llegás con apuro y sin trabajo, pueden costarte unos euros más de lo pensado y el día a día puede a veces dejarte sin propina para dejar. El transporte público, uno de los mejores del mundo, es bastante caro y a veces es mejor perderse caminando por las calles o compartir un taxi entre cuatro. Aunque, como todo lugar nuevo al que uno llega, Barcelona tiene sus secretos para no terminar gastando todo el sueldo en los primeros 15 días.
Supermercados como el Mercadona tienen su propia marca y conseguís ofertas que vale la pena aprovechar. Los 100 Montaditos, un bar que tiene franquicias en muchas partes de Europa, te ofrece promociones los miércoles y domingos que podés comer todo lo de la carta a un euro; y sino siempre existe un “paki” abierto que te puede salvar en altas horas de la madrugada.
«Es sin dudas una de las ciudades más caras de todo España. Los alquileres temporales, si llegás con apuro y sin trabajo, pueden costarte unos euros más de lo pensado y el día a día puede a veces dejarte sin propina para dejar.»
Las rebajas de temporada también son una buena opción para hacer compras a mitad de precio y las ofertas de actividades gratuitas pueden ayudarte a pasar un buen fin de semana sin tener que gastar veinte euros en salir de tu casa.
Pero todo se pone en sintonía cuando uno consigue adaptarse a la vida en Barcelona: un trabajo en hostelería te consigue el sueldo “mileurista” que todo español persigue y con eso, sumado a la “no inflación” y gran calidad de vida, se puede pasar meses y meses disfrutando de una de las ciudades más increíbles que tiene nuestro planeta. Y claro, ahorrar un poco para poder seguir conociéndolo.
Fotos: Unplash.