La ex Constantinopla es ese punto en el mundo donde occidente toca oriente (y viceversa)
“Si el mundo fuese un solo Estado, Estambul sería su capital”, dijo Napoleón. Hay muchas razones para viajar a la falsa capital de Turquía, la vecina exótica de Europa. Es cierto que la mayor superficie de la ciudad es parte de ese continente, pero la diferencia es que Estambul posee una magia única en su especie. Dividida por el estrecho del Bósforo, la cultura otomana es una sinergia entre Oriente y Occidente, entre el mundo moderno y “Las mil y una noches”: el caos urbano convive sin tapujos con la serenidad de los templos, la hiyab con melenas despeinadas, el famoso café o kahve con Starbucks. Estambul es, definitivamente, un bicho raro que sedujo a MALEVA durante tres días.
Siempre es el más intenso, quizá por el entusiasmo inmaculado o hambre intelectual. Aprovechá esa energía para recorrer el centro histórico de Estambul, también llamado Sultanahmet. Visitá la Mezquita Azul, la más importante de la ciudad. Fue construida entre 1606 y 1616 y el interior es alucinante: hay más de 20 mil azulejos -azules, claro- que adornan la cúpula principal, arañas enormes y vitrales, y más azulejos multicolores por doquier.
A pocos pasos se erige la Basílica de Santa Sofía, hoy museo, pero que antaño fue iglesia y luego mezquita. Esa metamorfosis quedó plasmada en sus muros y cúpulas en forma de leyendas, imágenes y adornos tanto cristianos como islámicos. Los últimos taparon las huellas de los primeros con hasta siete capas de yeso, pero hoy, gracias al trabajo de expertos, se exhiben en conjunto en una muestra insual.
Para almorzar elegimos The Green Corner, un café restaurant muy pintoresco al lado de la mezquita y la basílica. Optá por sentarte afuera, si el tiempo está lindo, y ver pasar a la gente, los tranvías y mirar la arquitectura pasivamente. Probá el Testi Kebap, un plato de carne, pollo, cordero y verduras servido en una vasija de barro que el mozo rompe delante tuyo. Un show exquisito.
La parada siguiente es la Cisterna Basílica, también conocida como el “Palacio Sumergido”. No es otro templo, sino un depósito de agua subterráneo que los bizantinos construyeron en el siglo VI para abastecer al palacio real. Esta obra colosal podía guardar hasta 100 mil toneladas de agua. El recorrido es corto y consiste en unas pasarelas sobre el agua que permiten admirar los distintos estilos de columnas y las cabezas de Medusa que sostienen dos de los pilares.
Terminá el día en el Gran Bazar, uno de los clásicos de Estambul. Construido en 1455 (y finalizado definitivamente en 1730), es uno de los mercados más grandes y antiguos del mundo. Está compuesto por más de 80 calles y 4000 puestos que venden desde alfombras, joyas y sedas hasta especias, souvenires y antigüedades. Seguí tu instinto y perdete en el laberinto abovedado, que seguro te vas a sorprender.
El Palacio Topkapi fue la residencia real del sultán y su corte y centro administrativo del Estado hasta mediados del siglo XIX. Son 700 mil m2 de edificios, patios y jardines cuyos lujo y decorado dejan la boca abierta. La vista del Bósforo es alucinante y lo mejor es que podés disfrutarla almorzando en Konyali, uno de los restaurantes del palacio. La visita te va a llevar toda la mañana, y vale mucho comprar la audioguía para entender lo que vas viendo.
A la tarde tomate un ferry por el Bósforo y admirá la ciudad desde otra perspectiva. Vas a ver la Torre de Gálata y de la Doncella, palacios, fuertes y puentes. Los tours duran alrededor de dos horas y hay muchos horarios. Chequeá la página de Turyol, una de las empresas que los organizan y elegí salir desde Karakoy para que cuando vuelvas camines desde ahí al barrio de Gálata.
Este barrio es conocido por su torre, de las más antiguas del mundo. La primera fue construida con madera en el año 528 y luego reconstruida por los genoveses en 1348. Ofrece una vista panorámica increíble de Estambul y marca el centro de un barrio elegido por jóvenes y artistas. Vas a encontrar opciones gastronómicas variadas, cafés, tiendas de música y galerías de arte.
Empezá el día en la plaza Taksim, el equivalente a nuestra Plaza de Mayo. Se la considera el corazón de la Estambul moderna, y fue escenario de protestas y celebraciones durante la corta historia de la república turca. La zona está poblada de hoteles, restaurantes, bares, boliches y cines. No te pierdas ver de cerca el Monumento a la República en conmemoración a Atatürk, su fundador.
Caminá hacia el barrio de Nisantasi, el más glamoroso y europeo de Estambul. Sus edificios son elegidos como residencias por extranjeros, profesionales e intelectuales, atractivos por la arquitectura neoclásica y art nouveau y las tiendas de lujo, restaurantes, bares y pastelerías que hay alrededor. Opciones para almorzar hay cientas, pero te recomendamos Well Done, donde el menú es súper extenso e incluye platos occidentales (para los que quieren descansar el paladar). Ah, y preparate para cansar las piernas, porque si hay algo que abunda en Nisantasi son barrancas.
¿Y qué mejor forma de despedirse de Estambul que relajándose en un baño turco? Durante el siglo XVIII la ciudad llegó a tener más de 150 baños o Hamams, donde no solo se limpiaba el cuerpo y descansaba, sino que cumplían además una función social y cultural. Se trata de una versión más húmeda del sauna, o el paralelo otomano de las termas romanas. La mayoría de los baños tienen espacios exclusivos para mujeres y otros para varones, y combinan cuatro elementos: el calor seco, el calor húmedo, el frío y el masaje (éste ultimo según la entrada). Hay muchísima oferta, pero los que elegimos son el Ayasofya Hürrem Sultan Hamami, el Çemberlitaş Hamami y el Aga Hamami.
Qué comer: manti (pasta parecida a los dumplings), iskender kebap (pan en la base, salsa de tomate, carne roja, yogur, morrón y manteca derretida), karides guveç (camarones hechos al horno en un recipiente de barro similar a las gambas al ajillo pero con cebolla picada, champiñones, tomates, marrones y queso rallado).
Qué tomar: café turco y raki (trago alcohólico de anís servido con agua).
Un postre: baklava de pistacho o nuez.
Un restaurante con vista: Rana by Topaz
Un bar: Halet-i Ruhiye
Un boliche: Lucca