#CALLEMALEVA
Debajo de copas de árboles infinitas y edificios antiguos, la calle Federico Lacroze en Belgrano se sabe hacer notar como territorio de aperturas cool y joyitas de barrio. Aires tranquilos y una vibra muy local combinan naturalmente con spots foodies nuevos, y transitan la magia innegable de esta calle desde Libertador hasta Cabildo. Y, en un recorrido muy malevense, salimos a descubrir sus mejores coordenadas. Desde espacios súper trendy hasta tesoros escondidos que merecen ser destacados – e ilustrados –, compartimos con ustedes cinco coordenadas de esta calle genial y entrañable que tiene Buenos Aires.
Moderno, canchero y, sobre todo, delicioso. Así es este nuevito espacio sobre la calle en cuestión: un universo para adictos al queso. En todos sus tamaños, colores y versiones, expuestos en su mejor perfil y junto a sus acompañantes preferidos. Y no vamos a hablar del aroma porque es intransmisible. Los venden en picadas – las hay armadas para 4, 6 y 10 personas – y en todos sus formatos. Algunos sí los probaste, otros todavía no, pero todos tienen un lugar en su mostrador: tybo, camembert, brie, azul, gouda, provolone, y más. Incluso, si sos muy exquisito y tenés un pedido particular, hacen quesos por pedido, con nuez o saborizados, por ejemplo. Junto a ellos, sus acompañantes perfectos: los fiambres. De nuevo, la lista es extensa y sofisticada.
¿Un dato? Hay degustaciones de queso, junto a varias etiquetas de Catena Zapata. Obviamente, los tips del maridaje vienen incluidos. Además, tienen pensado incluir, en un futuro cercano, mesas para sentarse y probar sus delicias ao vivo, incluso incorporando recetas de sándwiches.
Con menos de un año de vida, esta hamburguesería temática supo ocupar un gran – y concurrido – espacio sobre Federico Lacroze. Porque se agarraron de una historia un poquito famosa como la de, ni más ni menos, Breaking Bad. Lo de poquito era irónico. Entrar y que la cara de Walter White retratada en tiza sobre la pared te reciba, pegada a la frase “Jesus Christ, Marie, It’s a Heisenburger”, va a hacer sentir a cualquier fanático como en casa. El menú y sus títulos siguen el concepto, donde las hamburguesas y las papas se llevan todos los pedidos. ¿Las más famosas? La Hangover – con cole slaw, cheddar, bbq ribs, bacon, aros de cebolla, kétchup y mostaza – y la Walter – una beef burger envuelta en panceta (sí, leyeron bien) con cheddar, cebollas asadas, lechuga y tomate –. Las papas también son una bomba, porque las hay con cheddar, crema de quesos, pesto de albahaca, tomates secos, y más. También, alternativas como ensaladas y wraps para los valientes que decidan ingresar estando a dieta.
Lo que antes era una tradicional cafetería de barrio – clásico de café con leche, medialunas y el diario de la mañana – hoy se convirtió en un rincón neoyorkino con toda la onda. Y decimos neoyorkino no solo por la ambientación industrial o los dibujos en las paredes, sino, más que nada, por sus detalles. Chocolates con un diseño muy trendy y café importados de Brooklyn (entre otras cosas) – porque su dueño vive allá – hacen de esta, una vuelta de tuerca más canchera al espacio. Abrieron hace un par de meses y desde su fachada que dan la pauta de que ahí, los aires son renovados. Una carta extensa que se destaca, en primer lugar, por sus opciones mañaneras, entre las que encontramos platos cool como, por ejemplo, avocado toasts ($80), granola casera con yogurt natural y frutas ($105), carrot cake ($80) y una buena oferta cafetera y de jugos naturales. Su segundo highlight es el menú de almuerzo, donde sándwiches, tartas, ensaladas, sopas y más llenan la panza de varios locales que ya se encariñaron con la nueva propuesta del barrio.
Take away en su mejor versión. Tostado ya se instaló como una gran opción para probar cosas ricas, frescas y al paso, pero sobre Federico Lacroze, el concepto de “to go” nunca fue tan real (ni canchero). Una barra sobre la calle cual quiosco ofrece no golosinas, sino productos de lo más tentadores para quien anda apurado y con hambre. Una gran versión “expendio” de la marca. Ensaladas – súper tentadora la Noodle Style ($160), con noodles de zucchini, fideos integrales, maní tostado, calabazas asadas, tomates cherry, parmesano y espinaca baby –, sándwiches de todo tipo (el que más sale es el Lomito Parma ($110) con parmesano, tomate, queso crema, ciboulette, lomito y pan baguetín amapola), y wraps para la hora del almuerzo. ¿Lo mejor? Ofrecen opciones de menús por precios súper accesibles, como una ensalada + limonada a $207.
Pero no se quedan ahí, porque cubren los antojos de cualquier momento del día – healthy o no tanto – desde aguas naturales, chia pudding, mix de frutos secos en botella o yogurt con cereales y fruta; hasta brownies y postres en pote con capas de dulce de leche que, evidentemente, tientan lo suficiente. Ah, y lo de “Café Club” no está de más, porque las opciones cafeteras no escapan ningún Tostado, mucho menos uno de take away. De todas formas, si te sobran algunos minutos y querés un lugar donde sentarte para disfrutar de lo pedido, también hay mesas.
Así como existen cafeterías de especialidad, también existen librerías de especialidad. Definitivamente no tan trendy como las primeras, estos nichos libreros sobreviven entre repisas llenas de magia e historias únicas. Así pasa con esta librería diminuta pero cautivante. Impresiones antiguas con tapas descascaradas, primeras ediciones y versiones en alemán, francés, italiano e inglés son algunas de las maravillas que llenan este desorden fascinante.
Si sos un apasionado de la lectura, la historia y lo antiguo, no hace falta seguir explicando por qué es una coordenada para visitar. Y si no sos tan del palo, igualmente no se es inmune al aroma a libro y la belleza de sus repisas coloridas. Abrieron hace nueve años y, como se imaginarán, sus clientes suelen ser fijos. Más que nada académicos que tienen una inquietud puntual sobre alguna edición inédita y se acercan a pedir ayuda. Porque, por más pequeño que sea el local, el tesoro editorial que contiene es enorme.