Hasta el 4 de julio y en la Galería Henrique Faria podremos conocer esta obra erótica de pop art de una de las artistas argentinas más famosas
Una serie de pinturas realizadas hace 45 años que nunca estuvo tan vigente como hoy. Allá por 1973, Marta Minujín, la reconocida artista argentina (de quien se conocen pocas obras de este estilo), recorrió los cabarets, sex shops, cines porno y fiestas descontroladas de Washington D.C. en su exploración para sintetizar y visualizar un concepto en el que recién se comenzaba a indagar públicamente gracias a los movimientos de liberación de los sesenta: el placer. Un total de 16 piezas creadas en un contexto donde el feminismo irrumpía en el ecosistema político: a principios de ese año, el aborto se legalizaba en Estados Unidos.
Pero en Buenos Aires, la historia fue otra. En noviembre de 1973, Minujín exhibió Ocho óleos de la serie erótica en la galería Arte Nuevo, pero a las tres horas de haber abierto sus puertas, la policía clausuró la muestra. Casi medio siglo después, cuando las barreras de la censura y el pudor se derribaron, seis de las iniciales dieciséis pinturas – las otras diez perdidas entre amigos y la memoria de Minujín – fueron rescatadas por la Galería Henrique Faria (Libertad 1630) del archivo en el estudio de la artista, y expuestas en el momento perfecto. Una Argentina revolucionada por la toma de poder de la mujer. De lunes a viernes, de 11.30 a 19hs. y hasta el 4 de julio, Frozen Sex se puede encontrar entre algunos dibujos a lápiz y dos serigrafías en el nuevo salón con techos vidriados de esta renombrada galería – se mudaron hace solo unos meses –, y junto a material documental de la época.
Rosas, magentas, durazno, rojos y lilas predominan en estos acrílicos cuadrados de más de un metro de alto y de ancho, en donde la influencia del pop art se distingue gracias a la sinceridad brutal que expone gráficamente los componentes del placer. “Los órganos sexuales, pintados por la artista, dispuestos en planos enteros, ocupando toda la tela, intensifican esta operación aunque no mantienen una relación mimética con el original. Si bien el tamaño es exagerado, las formas planas y los volúmenes esquemáticos en distintos rosados nos ahorran los detalles que el close up pornográfico daría en diez minutos”, explica Francisco Lemus en el texto curatorial. “Minujín capturó y encuadró las partes de la intimidad y les agregó un valor exhibitivo”.
Pero esta no es la segunda vez que se exhibe esta serie, sino la tercera. La segunda ocurrió en mayo de 1974 en su ciudad de origen, Washington D.C. bajo el título de Frozen Erotisme. En ese entonces, el crítico Julián Cairol comparó las pinturas con las publicidades de alimentos congelados explicitando aún más los rasgos del pop art presentes en el trabajo de Minujín: “A través de este proceso, la artista revela el instrumento empírico sobre el que se construyó el erotismo, y lo representa como objetos anónimos de consumo. El sexo ya no pertenece al individuo, sino a la cultura.” Sin embargo, una de estas pinturas se expuso aún una vez más, nada menos que en la pre-inauguración de ArteBA 2018, la feria que se realiza cada año en La Rural. Allí, la protagonista de la tapa del catálogo, sin título como el resto, fue adquirida por el Museo de Arte de Lima.
En Henrique Faria celebran artistas no tan contemporáneos y sus primeros trabajos. Festejan épocas pasadas, proyectos olvidados y quizás tiempos mejores. Pero esta serie llega para romper con esta lógica: por más antigua que sea jamás ha sido más relevante. No por nada, el Museo Nacional de Bellas Artes exhibió algunas de las mismas serigrafías – existieron treinta en sus inicios, pero pocas permanecieron en buen estado – en su reciente colección Donación Elía / Robirosa. Curiosamente, al mismo tiempo que Henrique Faria. Una suerte que sorprendió a ambas instituciones y que, solo tal vez, tenga que ver más con una causalidad que con una casualidad.
