Un mundo subterráneo y neoyorkino, así es Uptown, el bar que trajo cada detalle de Nueva York a Palermo
Todo lo que traiga un pedacito de la ciudad que nunca duerme a tierras porteñas nos encanta. La energía vibrante, las luces de neón, el Street art, la comida rápida, los conceptos, la música. Nueva York es mística y enamora a quien ponga pie sobre ella. Por esto, no es raro que se la trate de replicar. Lo que sí es más raro, es que algunos lo lograron muy bien.
Viajar a New York sin subir a un avión es posible en algunos rincones de Buenos Aires. Tanto la comida como la ambientación funcionan como pasajes de ida a esta ciudad mágica y especial que tanto amamos. ¡Animate a conocerlos!
Y sí, más vale que iba a encabezar la lista. Porque desde el vamos que Uptown fue pensado en torno a la gran manzana. Cada detalle refleja algún aspecto de la ciudad que enamora a todos. Para empezar, ingresar al bar es bajar escaleras y caminar por pasillos subterráneos con azulejos y carteles que son una viva representación de los característicos subtes neoyorkinos. El pasillo termina al llegar a un subte – de verdad – y atravesarlo (no sin antes sacarse una foto dentro, por supuesto). Del otro lado, un micromundo a lo New York con una barra que se roba todas las miradas. Una onda un poco hípster, otro poco glam, y un toque cool hacen la receta perfecta para teletransportarnos.
Pero no se trata solo de la ambientación. Los tragos de autor y la amplia carta gastronómica también tienen su impronta, divididas por icónicos barrios. Para tomar, podés elegir dentro de las opciones del Central Park, “tragos frescos y herbáceos”. Los clásicos están en el sector del Times Square, y los premium en el Rockefeller Center (el Morphine, por ejemplo, con Woodford Reserve, Almíbar de chai tea, jugo de limón, jugo de jengibre, whisky y almbumina). En el Brooklyn bridge están los clásicos con una vuelta de tuerca – tremendo el Brake, con ron, licor, jerez, y ristretto nespresso – y al Soho le tocan las creaciones de vanguardia, obvio. En este último capítulo, la estrellita es el 212 Vip Rosé, con Absolut, Chandón Rosé, cordial de sandía, jugo de limón, y un toque del perfume que lleva su nombre.
Si de comer se trata, hay de todo. Little Italy se adueña de las pastas, Midtown ofrece platos bien yankees como una hamburguesa o hotdog, en el Lower East Side está el sushi – que sale bastante -, y también hay alternativas más carnívoras en el Meatpacking. La lista sigue. En definitiva, una opción más que completa para quienes extrañan la vibra neoyorkina.
De nuevo, la intención e inspiración neoyorkina fue la génesis de esta pizzería. Encarado desde los colores, las luces de neón, el estilo street art, los grafitis y la osadía del diseño, Hell’s trajo un rincón que se acerca a Nueva York tanto desde el concepto como desde la estética. Pizza por slice, generosa y con mucho queso derretido, es la vedette del menú. Aunque ahora también incorporaron unas XXL, porque la pizza también se come de a varios y se pide para compartir. El combo incluye birra y sidra tirada.
Sus creadores, Danilo Ferráz – de 1893 y Morelia -, Marcelo Boer, dueño de La Mar, Juan Martín Ferraro, fundador de Sushi Club, y Matías Cabrera, especialista en comunicación; supieron traer una propuesta de espíritu joven y urbano, lleno de luces, colores y buena street food. Un pasaje de ida entre amigos al Soho Neoyorkino. Si buscás tentarte, las variedades en el menú también traen combinaciones de la gran manzana. La Hells, de la casa, incluye jalapeños, mozzarella ahumada, salsa chipotle y, si la querés más potente, está la opción de agregarle bacon. La Obama también es una de las preferidas, con mozzarella y pepperoni. Y, para los más jugados, la BBQ Chiquen Pizza es la opción predilecta: mozzarella, pollo desmenuzado, cebolla morada, queso cheddar y salsa barbacoa. ¡Ah! También suena hip hop para terminar de darle el toque. ¡Nueva York desde todos los sentidos!
Lo mejor de dos mundos. Bien sabemos que tanto el Street food y la comida al paso como la cocina italiana tienen una gran impronta en NYC (esta última con un barrio en su honor, Little Italy). Con esa identidad nació Core. En pleno microcentro – tal vez donde más se siente la energía neoyorkina en Buenos Aires, ese hermoso caos – un pequeño rincón regala este concepto tan delicioso como canchero y original. Paredes de azulejos blancos crean un espacio chico y acogedor, pero moderno y a puro black and white. Con cocina a la vista, ver cómo se cocinan las pastas es hipnotizante.
No hay casi mesas para sentarse porque la premisa es una: acá pedís para llevar. Como en las películas filmadas en tierras neoyorkinas, la pasta to go es un concepto que surge a partir de este frenesí (un poco divertido). Así como es canchero el vaso de café en mano mientras se camina por la calle, también lo es la novedad de pedir pasta en un bowl y comerla tanto en la oficina como en una plaza o donde quieras. Ahora, ¿cómo funciona? Simple. Elegís la pasta, elegís la salsa, y elegís la bebida. De sémola, fresca – son fabricadas ahí mismo – y al dente. Tipos hay varios: spaghetti, conchiglie, fusilloni, casarecce, y más. Y esa variedad aplica también a las opciones de salsas, donde no faltan las clásicas como bolognesa, pesto (dato, va muy bien con los fusilloni), putanesca, pomodoro o crema.
“Un barrio de Nueva York a la vanguardia del arte inspiró en nosotros un despertar emocional que hace que abramos la casa con las hamburguesas más grandes de Buenos Aires”. Así predica su menú. Razones para incluir a Williamsburg en la lista hay varias. La primera, porque nació como un proyecto neoyorkino. “Surgió de la inspiración estando allá”, nos cuenta Alejo, su creador. Claramente, si lo lleva en su nombre, es por algo. La segunda, porque nada más New York que las hamburguesas, una moda que nos contagiaron hace unos años y nunca dejó de pegar fuerte. La tercera, porque cada creación entre panes fue bautizada tras algún personaje o elemento de esta gran ciudad. La cuarta, porque su segundo local – en el ex Paseo de la Infanta – está abajo del tren, y “nada más Brooklyn que eso”.
La quinta tiene que ver con algo que varios pasan por alto, pero acá cobra especial importancia: la música. En Williamsburg vas a probar una de las mejores hamburguesas de la ciudad mientras suena mucho indie mezclado con un poco de rock. Aunque hay algo nacional en el mix – que se puede escuchar en Spotify – la ambientación y la energía desde los oídos nos lleva a Estados Unidos sin escalas. Y con respecto al toque musical argentino, un adelanto: existe la posibilidad de que incorporen, en su local de Paseo de la Infanta, un ciclo de bandas emergentes. Obviamente, la estética tipo diner norteamericano también aporta a la mística neoyorkina.
Ya les hablamos de pizza, hamburguesas, pasta, y tragos. Ahora llegó el turno de algo muy típico de allá, pero novedoso acá: los bagels. Y estos no son cualquiera, porque fueron creados por un neoyorkino y bien a la neoyorkina. Jacob nació y creció en EEUU, y cuando vino para acá, dentro de la gran oferta foodie porteña, no encontraba los clásicos bagels. Por eso, empezó averiguando cómo hacerlos para consumir él mismo. El resto fue historia: siguió vendiéndole a cafés de Palermo, hasta finalmente poner su propio local junto a su socio argentino.
“Los bagel shops de Nueva York tienen un encanto medio parecido a los cafés de barrio. Son más o menos iguales, cómodos y sencillos”, nos cuenta Jacob, con un acento norteamericano marcado. Y esa era la onda que querían: un mix entre bagel shop neoyorkino y café de barrio porteño, sin más pretensiones. “Pero, sobre todo, buscamos dar la experiencia de bagel posta”. El menú incluye desde sándwiches armados con recetas de la casa, hasta la posibilidad de crearlo uno mismo con los ingredientes disponibles, siendo esta última la principal característica de los bagel shops de New York.
El de panceta huevo y queso es una de las estrellitas si de desayunos en NYC se trata, y lo vas a poder pedir acá. “Hacemos todo lo que podemos de cero en el local, con la materia prima, porque nos interesa que sea realmente todo propio del local”, cuenta Jacob. A tal punto, ¡que hasta las gaseosas que ofrecen son caseras! De nuevo, la esencia newyorkina está en todos los detalles, mismo en la decisión de poner café de filtro y no expresso.
Fotos: gentileza lugares mencionados.