Decir un destino para ir de vacaciones no es tan simple. Hoy MALEVA te propone un recorrido único. Porque la costa azul de Francia tiene todo lo necesario para rendirle honor a la palabra “vacaciones”. La temporada de verano es la época ideal para adentrarse en el paraíso francés. Hacia allí fuimos en pareja (y con un niño de un año). ¡Toda una aventura! que repetiría una y mil veces más. Nuestro recorrido empezó en Marsella. Allí alquilamos un auto con el fin de visitar cada uno de los puntos de este bello paisaje costero. La Provenza es sin duda una zona única, llena de paisajes de foto, buena gastronomía y cultura de la más variada.
Comenzamos por un lugar de ensueño: Aix-en-Provence, la ciudad de las fuentes. Cuna de los óleos y acuarelas de Cézanne, esta localidad es un viaje a la su vida. La primera recomendación sobre este lugar es dejar el auto en las afueras. Sus calles empedradas son muy angostas y llegar caminando a la parte antigua de la ciudad es lo ideal. Vale la pena dejar vehículo en cualquiera de sus parking lejos del centro turístico y recorrer cada rincón del casco histórico. La elegancia de sus localcitos convive con un patrimonio arquitectónico que te sorprende a cada paso. Mercados de flores, plazas con vegetación impoluta y restaurantes pequeños con alfombras en las veredas y mesitas de película. Aix es una joya para disfrutar.
El próximo destino sería St Máxime. A poco más de 100 kilómetros por una carretera de paisajes típicos de la región, se encuentra este destino. La ciudad está ubicada en el corazón del golfo de Saint Tropez, uno de los destinos favoritos de la Riviera Francesa. Allí sorprende la cantidad de veleros aparcados en sus costas y la sensación de vacaciones y verano que se respira en cada esquina. Música, flores, gente sonriendo. La ciudad tiene 11 kilómetros de costa y una playa más linda que la otra. Allí dormimos en un hotel a dos cuadras del mar. Cenamos crepes en un restaurante mínimo a la luz de las velas y al día siguiente recorrimos el centro. Sus calles en subida y bajada, su peatonal, la amabilidad de su gente ¡Sainte Máxime es verano en su máxima expresión! Las calles ofrecen todo lo que uno necesita: puestitos con pizza y polenta casera, jugos naturales y frutas. Al mediodía tomamos un barco hacia la famosa Saint Tropez.
Es uno de los centros turísticos más importantes de la Costa Azul. Lo mejor es llegar en barco y evitar las rutas repletas de autos en temporada alta. Allí convive lo top de lo top con gente joven en ojotas y traje de baño en busca de las playas de arena blanca y agua para refrescarse. Saint Tropez propone un bello patrimonio histórico con sus callecitas antiguas y una increíble vista. Un mercado provenzal tradicional con sus puestos de pescado fresco, un museo de pintura alucinante, playas y una peatonal con bares con terraza con vista al mar, cuyas fiestas terminan de día. Una mini Fifth Avenue neoyorquina atraviesa la localidad de punta a punta. Dior, Luis Vuitton, Gucci y Fendi son solo algunas de las firmas internacionales allí instaladas. Lujosos veleros anclados al borde de un puerto que rodea un set de película. Su arquitectura sorprende. Los turistas aumentan la población de la ciudad unas diez veces en verano y es el lugar elegido para vacacionar por el set jet europeo. El viaje rutero siguió: el siguiente destino sería Mentón, en el límite con la bella Italia.
En la ruta hacía Mentón hay varias paradas obligadas, Fréjus es una de ellas. A media hora de ruta de Sainte Maxime se encuentra esta localidad. Llegar allí es como viajar en el tiempo por un momento. Fréjus alberga el mayor patrimonio histórico de la región. Todo el casco de la ciudad convive con ruinas romanas: un arena, los restos de un antiquísimo acueducto y un teatro. A ellos se le suma la arquitectura medieval de un baptisterio del siglo V uno de los más antiguos del país. Imperdible.
A 5 kilómetros de Fréjus se encuentra Saint Raphaël un pintoresco destino que supo ser un pueblo de pescadores. Arribando a la ciudad, la ruta nos regala un paisaje perfecto: la vista panorámica revela un mar azul profundo. La Corniche d’Or lo llaman sus habitantes. Saint Raphaël es en la actualidad, el destino turístico elegido por artistas y el jet set. Las fachadas de sus casas son coloridas, prolijas y alegres.
Uno se imagina Cannes como la meca del cine, y sin duda, lo es, entre muchos otros atributos. En esta ciudad todo es bello. Sus calles, su avenidas sus edificios, todo respira glamour. La Croisette es el famoso boulevard que rodea el mar. En cada cuadra emergen palacetes de la Belle Époque, vegetación tropical y tiendas de lujo. No solo su arquitectura y paisaje costero ameritan mil selfies, las playas en Cannes también son perfectas. Arena blanca, mar azul y detrás una ciudad que brilla de día y de noche.
Totalmente alejado del glamour de Cannes o Saint Tropez, esta villa es sin duda EL imperdible de la costa azul. Esta población se encuentra en lo alto de un acantilado y nos regala una vista panorámica alucinante Calles de piedras mínimas rodean la población ubicada a 427 metros de altura. Calidez sobra. Mini galerías de arte, un jardín con especies exóticas, una iglesia barroca, las ruinas de un castillo y una vegetación enredada en piedras hacen de este destino una joya del mediterráneo.
Un dato: Fue en Eze dónde el filósofo Friedrich Nietzsche, escribió y terminó «Así habló Zaratustra»
El gran premio de Montecarlo supo darle a Mónaco la fama que se merece, glamour y más glamour. El principado, es una ciudad estado que, por extensión, es el segundo país más pequeño del mundo tras el Vaticano. Está situado en una península de curvas recortadas bruscamente que se adentra en el mar unos 800 metros. La zona más célebre de Mónaco, es Monte-Carlo, ubicada en lo más alto. El nombre lo recibe gracias a su famoso casino, que fue inaugurado por Carlos III para evitar la quiebra del estado monegasco. El éxito de este casino permitió décadas después abolir los impuestos.
Mónaco tiene ingreso per cápita más alto del mundo debido a su especial régimen fiscal que atrajo numerosas fortunas a su territorio. Sus habitantes no pagan impuestos y este status de riqueza se respira en cada esquina del principado.
Pasamos toda una tarde recorriendo en auto sus pendientes. Caminamos los alrededores del casino y observe en detalle cada una de las lujosas vidrieras de Monte Carlo. Es muy divertido observar los turistas en ojotas mezclados con los stilettos de las mujeres que bajan con seguridad de los autos de lujo que llegan al casino y algunos paparazzis perdidos. Digno de una película.
Ideal para coronar este viaje de ensueño por la costa azul. Menton nos dio todo lo necesario para terminar el recorrido de la manera más linda. Calles tranquilas un mar de costas calmas y una línea de restaurantes bordeando el mar ideales para observar el mediterráneo. En “La perla de Francia” todo es color. Sus construcciones son una oda europea a nuestro Caminito. En esta ciudad fronteriza, no solo se mezclan los idiomas sino también las culturas y eso es lo que la hace única.
Cenamos al lado del mar para despedir un recorrido inolvidable por la Costa Azul y pensando “hay que volver”, porque los lugares mágicos siempre tienen más cosas para descubrir.
La foto destacada corresponde a la increíble playa de Calanques de Port Pin