Con un escenario muy verde, el Parque 93 aloja varios eventos por año, además de la amplia oferta gastronómica a su alrededor
“Qué chévere” me respondió el taxista cuando le conté que era mi primera vez en Colombia al buscarme por el aeropuerto de Bogotá. Y que sea mi primera vez implicó aprender que las calles se dividen por números, que es casi religioso saludar con una sonrisa a quien te encuentres y no existe no decir gracias (se ofenden mucho sino). Que es ilegal que la policía ingrese a la Universidad Nacional de Colombia, que el voto no es obligatorio y, de hecho, mucha gente nunca votó en su vida (la madre de nuestro guía, por ejemplo). Supuso, también, pelearme un poquito por la potestad del dulce de leche – o arequipe, como le llaman ellos – al descubrir que es igual de común que acá y que ellos también lo presentan como un dulce nacional. Implicó comer frutas que no sabía que existían, caminar calles salidas de un cuento, entender que el clima no se divide por estaciones, conocer el museo del oro más grande del mundo, y enamorarme del arte callejero que se convirtió, desde el 2007, en el sello de la ciudad.
Pero, entre muchas otras cosas, implicó descubrir y sorprenderme por una ciudad que, además de sus rincones históricos y pintorescos (que, muchas veces, tienen monopolio de su reputación), hay zonas súper de moda que explotan por sus propuestas muy modernas. Tres áreas contiguas que se diferencian por tan solo una letra pero que son, nada más ni nada menos, las responsables e impulsoras de la transformación de esta ciudad a una mucho más canchera. Con propuestas foodies – de las que les hablamos en la primera entrega –, de moda, para ir de tragos, salir a bailar, o disfrutar de algún evento al aire libre, Bogotá concentra, en pocas cuadras, distintos polos de vibras jóvenes que no podés dejar de visitar en tu viaje a la renovada capital colombiana.
La zona más trendy de todas. Restaurantes como el preferido local, Andrés DC, o el referente chocolatero, República del Cacao (recomendación: si estás ajustado de presupuesto no entres, porque el olor a chocolate es irresistible) son algunas de las opciones gastronómicas. Pero acá la oferta no se agota ahí, más bien todo lo contrario: hay muchísimos bares – recomendamos Ovejo o Bogotá Beer Company – y, más que nada, espacios para bailar. Un dato: en Bogotá, por ley, todo cierra a las 2 de la mañana (o 3 si son un poco tramposos). Por ende, a las 10 de la noche ya empieza a sonar música al mango en varias de las discotecas.
Con respecto a la tercera pata de esta zona, el shopping, la escena se vuelve bastante internacional. Con tres centros comerciales principales – El Retiro, Atlantis y Andino – lo más divertido, en realidad, es perderse por las calles (o, por lo menos así lo hice yo por ser muy despistada) y entrar a los locales sobre las veredas. Zara, Forever 21, H&M o Bershka son algunas de las marcas que se plantan con tiendas de tres pisos, magnitud digna de las de Estados Unidos. También hay otras más de alta costura, como Luis Vuitton o Dolce& Gabbana, especialmente en el Centro Comercial Andino. Y hasta de la danesa, especializada en tecnología musical y audiovisual Bang & Olufsen.
Sí, la G es de gastronomía. Y, si lo lleva en su nombre, es por algo: esta zona con aires de barrio residencial reunió, en tan solo dos años y poco más de 10 cuadras, increíbles y muy variadas propuestas foodies. Tendencias, distintos orígenes, opciones gourmet, espacios geniales, todo se fusiona en el mismo lugar. Lógicamente, también pasó a ser una muy elegida por los turistas, y la oferta hotelera que hay reconfirma el concepto. Porque bien sabemos que se viaja también con el paladar, ¿no?
Ya dijimos que lo especial es la diversidad en la oferta, con restaurantes de distintas cocinas del mundo – china, española, francesa, italiana, peruana y más –, o locales especializados en desayunos, helados, parrillas, sea food, o café. Haciendo especial foco en este último: acá está el famoso Juan Valdez Orígenes que les mencionamos en la primera entrega, con jardín vertical y tres pisos de un espacio hiper canchero para probar el café más famoso del país. Para los que busquen una opción de alta gama y gourmet, un restaurante muy famoso y premiado es Rausch.
Un parque verde – y cuando decimos verde no es como una clásica plaza porteña, acá hablamos de la vegetación colombiana que es otra historia – se convirtió en escenario musical y teatral, foco de propuestas foodies, y más. Todo comenzó como una propuesta para recuperar el espacio público en 1995, y hoy es un referente local en todo sentido: gastronómico, cultural, y una zona muy elegida para vivir por quienes puedan pagar los precios más elevados.
Con el característico paisaje montañoso detrás, el amplio espacio verde con entorno urbanístico es un escenario lindísimo para caminar o, por qué no, aprovechar la nueva movida pro bicicletas que hay en la ciudad y estrenar pedales por la zona. Si querés vivir alguna experiencia más local, podés chequear el calendario de eventos del parque para no perderte el que más te divierta. Pero otra característica de la zona es su gran oferta gastronómica: desde el primer Starbucks de la ciudad y varias cafeterías más, hasta hamburgueserías, y distintos restaurantes – generalmente, de comida rápida o simple – con toda la onda. ¿Un dato? Si buscás un buen lugar para bailar salsa, vas a tener que encarar para este lado también. A media cuadra del parque está Galería Café Libro, un bar donde no suena otra cosa que no sea este típico ritmo y donde los locales van a bailar la música que los marcó desde sus orígenes, junto al vallenato, claro.
Foto destacada: Flick R Creative Commons Jimmy Balkivocius