Las anfitrionas: Victoria Benvegnú y Luisa Uriburu
La idea es simple: unir a artistas conocidos o desconocidos entre sí, e invitarlos a pasar un rato entre tragos, marcadores, pinturas, hojas, aerosoles, música, y cosas ricas para comer. Para compartir un momento artístico no se necesita más que eso. El ciclo ya es tendencia en las principales ciudades del mundo, y solo faltaba que Victoria Benvegnú y Luisa Uriburu, creadoras de House of Prints, el primer club de serigrafía artística, lo trajeran a Buenos Aires. Seis ilustradores reconocidos de la escena local se reunieron un lunes a la tarde cualquiera para dibujar y conectarse a través del arte.
Una puerta bordó se abre y hace que los colores se multipliquen, viajen, se transformen. Esa es la primera impresión que da este espacio gigante escondido en un PH de Barrio Norte. Al fondo del pasillo surge la magia de Victoria Benvegnú y Luisa Uriburu: House of Prints. Un club de serigrafía artística para diseñadores, ilustradores, artistas y principiantes que crearon desde hace tres años, donde se dedican a reproducir obras de arte en serigrafía, con extrema pasión y dedicación. Ambas se conocieron por medio del artista Claudio Roncoli; Luisa trabajaba con él y Victoria (diseñadora de de indumentaria, la master printer) serigrafiaba sus obras.
De tanto compartir y «flashear» juntas -como ellas lo cuentan- descubrieron el poder de la serigrafía: «es una forma de acercar el arte a la gente, y que no parezca imposible comprarse un cuadro. Al serigrafiarla, la obra pasa a tener mucho más valor que una lámina cualquiera, porque está firmada por el artista, y tiene un trabajo manual muy metódico, con muchos pasos». Esta fue la razón que las llevó a contactar a cada vez más artistas para serigrafiar sus obras con horas y horas de trabajo manual, superponiendo shablón por shablón hasta llegar a la obra más perfecta (sí, en serigrafía la perfección es alcanzable). Hoy tienen una tienda online donde exponen y venden al público aficionado obras de artistas como Roncoli (con quien empezó todo), Ramiro Smith Estrada, Paz Jovits, Matosaw, Ramiro Valdata, Patricio Díaz Croce, Martín Ron, Falu Carolei, Japo Yamasato, Chucho, Diego Galindez, Pasco Pascale, Paula Benvegnú, y más. En este espacio también dan workshops, cursos de serigrafía y organizan eventos para celebrar el arte de diferentes formas.
«De tanto compartir y «flashear» juntas -como ellas lo cuentan- descubrieron el poder de la serigrafía: «es una forma de acercar el arte a la gente, y que no parezca imposible comprarse un cuadro. Al serigrafiarla, la obra pasa a tener mucho más valor que una lámina cualquiera, porque está firmada por el artista, y tiene un trabajo manual muy metódico, con muchos pasos.»
“Podés ir a lugares o estar en movidas vacías, por así decirlo, donde nadie tiene nada para decir, sin embargo hace un tiempo que no paramos de conocer gente nueva, con miles de ideas y proyectos como nosotras, gente que nos suma, con quienes podemos intercambiar la pasión por lo que hacemos” cuenta Victoria, mientras superpone shablones para dar vida a una de las obras de Falu. Se ven colores frescos, intercalados con una precisión extrema. Ellas se nutren de artistas, y los artistas van hacia ellas para acercar su obra al público y darle un valor agregado. Esa es también una de las consignas de HOP; que vayas a buscar una obra que te gustó, y al mismo tiempo seas parte de ese proceso, que veas cómo funciona el «vivo» de la serigrafía. En eventos con ilustradores, muestras con bandas en vivo o DJ’s, podés ver una obra colgada y otra que está «renaciendo». Es tal vez esa la magia de esta técnica: la obra serigrafiada no se reproduce, renace, es algo nuevo.
Todo comenzó con un video que vieron Victoria y Luisa, que resumía la experiencia de un Drink and Draw en Viena, organizado por un graffitero de allá. Si bien ellas sabían que esta movida existía en ciudades como Nueva York, DF, Londres, Berlín, Madrid, Barcelona, y otras más, fue esa referencia la que las sorprendió y las inspiró para implementar la idea en Buenos Aires con ilustradores y graffiteros reconocidos de la escena local. «El nombre Drink and Draw no nos convence mucho, estamos haciendo un brainstorming para ponerle otro», aclara Luisa por las dudas. La idea es precisamente lo que el nombre indica: convocar ilustradores, gente que se la pasa dibujando día y noche, que tatúa o pinta murales, y reunirlos para tomar algo, charlar, dibujar y que pasen cosas. Al llegar se encuentran con una mesa llena de marcadores Posca, tintas, acrílicos y hojas, y otra con Whisky Jameson, cervezas y algunas delicias como guacamole y hummus para comer preparadas por las mismísimas dueñas del lugar.
«La idea es precisamente lo que el nombre indica: convocar ilustradores, gente que se la pasa dibujando día y noche, que tatúa o pinta murales, y reunirlos para tomar algo, charlar, dibujar y que pasen cosas. Al llegar se encuentran con una mesa llena de marcadores Posca, tintas, acrílicos y hojas, y otra con Whisky Jameson, cervezas y algunas delicias como guacamole y hummus.»
En este encuentro las puertas se abrieron un lunes a las cinco de la tarde y a las diez de la noche todavía seguían abiertas. Los artistas convocados fueron: Falu Carolei (dibujante, artista visual y muralista), Lucas Perla (tatuador y graffitero), Mica (muralista e ilustradora digital, también hace obra sobre tela), Pola (ilustradora, hace pegatinas en la calle con pincel), Matosaw (ilustrador) y Choice o Pipol (usa ambos seudónimos; hace dibujos y graffitis a partir de tipografías y símbolos y pasa música en vinilo). Algunos ya se conocían, otros no. Todos tienen una estética muy personal y diferente entre sí. El lugar inspira por donde se lo mire; pisos de colores con salpicones de pintura, paredes llenas de obras serigrafiadas y cuadros gigantes con colores súper power y mixturas de técnicas en las que podés perderte un buen rato; muñequitos intergalácticos, robotitos y frases serigrafiadas como «La vida transcurre, resurrección cotidiana», «Despierten: no se acostumbren al infierno», «Ojalá». Los artistas llegaron y tuvieron una idea colectiva para romper el hielo: tomarse tres minutos para hacer un cadáver exquisito que se transformó, al decir de Matosaw, «en una falopa hermosa, seis hojas explotadas de cosas». En ese dibujo continuado se ve una historia contada con diferentes estéticas, colores, personajes, formas abstractas, un poco de todo.
«Los artistas llegaron y tuvieron una idea colectiva para romper el hielo: tomarse tres minutos para hacer un cadáver exquisito que se transformó, al decir de Matosaw, «en una falopa hermosa, seis hojas explotadas de cosas». En ese dibujo continuado se ve una historia contada con diferentes estéticas, colores, personajes, formas abstractas, un poco de todo.»
Después de esta experiencia grupal, cada uno se sentó a dibujar lo que se le iba ocurriendo mientras la charla fluía; desde anécdotas de graffiteros que tuvieron que cambiar su identidad, y hacer un seudónimo del seudónimo porque ya los habían reconocido y había vecinos enfurecidos buscándolos, hasta historias sobre la infancia (como la de robar golosinas del kiosco de la escuela), pasando por los diferentes mitos que surgen sobre la vida de los artistas, y que se ven plasmados en películas. «Yo para dibujar solo necesito tomar mate», cuenta Mica. «Yo litros y litros de café», agrega Matosaw. Y así, entre conversación y conversación se mezclan pinceladas, trazos, y diferentes materiales: aerosol, tinta, marcadores, microfibras, pintura. Se ve un espíritu del compartir del que todos disfrutan. «El compartir genera cosas», afirma Luisa. Todos concuerdan en que está bueno juntarse a dibujar, porque ellos pasan mucho tiempo solos. «Te ayuda mucho ver las técnicas, los mambos de cada uno, porque a veces al dibujar siempre solo, te cerrás a empezar siempre de la misma manera; por ejemplo yo siempre armo un boceto pero veo que ella empieza con tinta, él con acrílico», señala Lucas Perla, recién llegado de su estudio de tatuajes. Lo que todos comparten más allá de sus técnicas y estilos diferentes es que para ellos dibujar es «el escape», es su pasión, lo que aman.
Choice o Pipol, el dibujante de los dos seudónimos, pasa música y al mismo tiempo genera caras y situaciones con tipografías y números de unos colores amarillos y naranjas estridentes. «Las letras me parecen algo divertido para crear, me gusta porque los símbolos producen sensaciones”; Falu enseña a Mica un poco de su técnica de aerosol, y mientras tanto cuenta que como tenía aerosoles en la mochila porque venía de pintar, está haciendo un dibujo con marcadores, pero el fondo lo hace en stencil con aerosol. «Yo siempre me dediqué a dibujar y esos dibujos ahora los paso a gigante, a murales. Una técnica cuenta de estar encerrado en casa solo y la otra habla de estar al aire libre, con gente; uno es muy quieto y el otro es muy físico y en movimiento. Cuando estoy mucho en mi casa quiero salir a dibujar, y cuando estoy mucho en la calle pintando quiero volver a mi casa». Lucas Perla cuenta que a él le pintó dibujar algo en honor a House of Prints; hizo una especie de logo del club de serigrafía intervenido con muchos colores. Pola creó dos personajes inspirados en Vicky y Luisa; «no se quedaron quietas así que vamos a ver que sale» aclara. Matosaw dibujó una calavera en blanco y negro en pluma y la salpicó con manchas de tinta azul y acrílico. «Yo por lo general siempre que no sé qué hacer, hago una calavera, esto es un secreto de Estado», aclara.
Así pasó el primero de muchos encuentros de Drink and Draw en House of Prints. Unas horas para compartir e intercambiar influencias, anécdotas, técnicas, colores y sabores entre artistas y ver cuánto puede pasar cuando el arte se comparte. Porque también de eso se trata la idea de su club: de reproducir una obra artística y transmitir la satisfacción visual, mental y anímica a quien quiera ser parte de esa experiencia.